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París. AP. Cualquiera que sea la ganadora de hoy en la final femenina del Roland Garros, Mary Pierce o Justine Henin-Hardenne, experimentará una sensación muy especial.
Para Pierce sería el trofeo merecido tras de años de trabajo, interrumpidos por múltiples lesiones, en los que se ha esforzado por regresar a la élite. La jugadora francesa llegó a ser número tres del mundo en 1995, cuando ganó el Abierto de Australia.
Posteriormente, con su temible servicio e impecable drive , obtuvo el Roland Garros del 2000. Después de eso desapareció.
Para la belga Henin-Hardenne, la victoria enviaría un mensaje claro al circuito: el retorno de quien dominara de forma inapelable las canchas hace unos años, apartada por una lesión en la rodilla y un virus sanguíneo.
Hoy habrá una ganadora y una perdedora.
La vencedora será, quizás, la mujer más feliz del mundo, pero a la perdedora le quedará el consuelo de saber que con esfuerzo se puede llegar a cualquier lugar que uno se proponga.
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