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Recapacitar sobre la propia vida personal puede ser provechoso. Nos asomamos a la prensa y fácilmente juzgamos a los demás, observamos las conductas que no nos gustan y hasta nos animamos a calificar temerariamente de inmorales a muchos ciudadanos de la vida política. Pero poco solucionamos con estas actitudes.
A todos nos conviene decidirnos a revisar la vida personal. Se nos ha remachado la necesidad de pensar en una democracia participativa, incluso se han dado pasos para que las municipalidades vayan adquiriendo mayor responsabilidad y autonomía en el desarrollo local, para que no quede todo en manos del Gobierno central. Está bien, pero hay que tener la valentía de pensar todavía más allá y concretar hasta llegar a la responsabilidad personal de cada uno en la vida del país.
Activo, noble y leal. La patria no progresará solo con teorías ni tampoco con abundantes leyes en la Asamblea Legislativa -quizás ya demasiadas-. Es necesario hacer de cada costarricense, uno por uno, un gestor activo de la patria y un participante noble y leal en su desarrollo. Para eso no debería haber ningún ciudadano, ni siquiera menor de edad, sin trabajo ni estudio y sin la responsabilidad de velar por el bien social de su entorno.
Es en la vida familiar donde se debe comenzar a formar el ciudadano responsable, cuidando el ambiente del hogar, y, desde ahí, proyectarse al medio comunal, aunque sea minúsculo. A todos debe interesar la buena marcha de escuelas y colegios cercanos -no solo al Ministro de Educación- y fomentar el desarrollo de actividades culturales y deportivas locales. El empuje religioso no se debe dejar solo a los sacerdotes y la jerarquía religiosa, sino que debe ser responsabilidad de todos y cada uno, de modo que las vidas singulares reflejen con obras y servicios la coherencia religiosa de cada ciudadano.
Debe haber unidad entre el pensar, el decir y el hacer de cada persona. Debemos proponernos hacer de cada ciudadano un foco energético de progreso vital.
Y se pudo. Hace muchos años, un Presidente tuvo la valentía de emprender un proyecto importante para el país, con las agallas del esfuerzo nacional, sin acudir al recurso de donativos internacionales, que además se los negaban, y se pudo.
Sigue siendo importante, también en las actuales circunstancias, levantar el espíritu luchador de cada costarricense -no solo de los políticos-, dejar de ser pesimistas y negativos, y afrontar la guerra contra la pobreza y el desempleo creando fuentes de trabajo y promoviendo la participación personal de todos en los diversos niveles laborales, culturales y sociales. El Tratado de Libre Comercio no nos debería asustar tanto si lo afrontamos con una actitud valiente de esfuerzo y de voluntad de trabajo.
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