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Norman Paniagua levantó la voz, seguro de que con eso captaría la atención de sus 13 hermanos.
Temía perder el destartalado pickup que lo llevaría a votar en la escuela de Poasito, a unos diez kilómetros del volcán Poás, Alajuela.
"Somos un familión y aquí todo el mundo nos peleó para que le diéramos el voto", contó orgulloso mientras abría campo a sus parientes en el cajón de madera.
Apretujados y con el riesgo de salir expulsados a causa d el sinuoso camino, aquel vehículo del partido Renovación Costarricense -"el del pecesito", como repetía una y otra vez Paniagua a sus parientes- cumplió con creces su objetivo.
Cacería. En las zonas rurales, los transportistas de los partidos políticos madrugaron para salir a la caza de votantes puerta a puerta.
Así lo hizo Rándall Morera, de Vara Blanca -Sarapiquí-, a quien no le quedó más remedio que envolverse en su bandera verdiblanca para minimizar los 12° centígrados y la llovizna que a buena mañana empapó esa comunidad. Desde el cajón de un carro buscó votantes.
En San José, las busetas -como la de Cristian Pereira, del Partido Acción Ciudadana (PAC)- sirvieron como tribuna a los pasajeros.
La segunda ronda fue el tema predominante e incluso estuvo a punto de llevar a los golpes a dos seguidores de esa tendencia.
Gabriela Bonilla, transportista del PLN, enfrentó las burlas de los contrarios con una amplia sonrisa. "Donde me pidan llevo gente; sea cerca o lejos. Lo importante es traerlos a votar", dijo.
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