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La elección de los nueve miembros del Comité Director de la Federación Costarricense de Futbol que se elegirán mañana, como máxima autoridad de este deporte, es un acto con consecuencias que merece atención y seguimiento. De la competencia de los elegidos, de su visión y de su desempeño, en los próximos años, dependerá en gran parte el desarrollo del futbol nacional en el orden interno y frente a los desafíos que ha de enfrentar en los próximos cuatro años, cuya culminación será el campeonato mundial en Sudáfrica.
La trascendencia de estas decisiones deportivas ya no se discute. Se trata de una gran empresa que a todos nos interesa y que, en el proceso de globalización, alcanza dimensiones singulares, de las que nuestro país no puede abstraerse. Por el contrario, la magnitud del reto nos obliga a actuar con sentido de excelencia, primero internamente, como crisol y plataforma, y, luego, en el campo internacional, como escenario magnífico de prestigio y mayor crecimiento. Este es el telón de fondo de la elección de mañana, que obliga a los electores a proceder con grandeza y visión, y a los elegidos, a asumir sus cargos no como un premio o como una diversión, sino con un alto contenido ético, es decir, con responsabilidad.
Vimos cómo, en el epílogo del campeonato mundial pasado en Alemania, aun sin cerrarse el telón, ya muchos países habían designado a los nuevos directores técnicos, habían confirmado a los actuales, o bien ya habían elegido a las más altas autoridades del futbol en sus países. Nosotros, fieles a una deformación, llegamos tarde: concurrimos a unos partidos internacionales, en estos días, en Suiza en forma improvisada, sin un director técnico oficial, y no es sino hasta mañana cuando se nombra a los nuevos dirigentes, todo tras varias semanas de escaramuzas y sin saber aún qué fue lo que pasó antes, durante y después del campeonato mundial en Alemania en el orden técnico y financiero. Y no se sabe aún si la sucesión en la Fedefutbol tendrá el signo del decoro, la colaboración y el interés del futbol nacional, o si, por el contrario, prevalecerán la animosidad, el retraimiento, el juego de escondite o el deseo soterrado, de parte de algunos, de que sobrevenga algún descalabro. El futbol y la política son, en estos trances, hermanos gemelos.
Dos tareas tiene ante el Comité Director de la Fedefutbol: un diagnóstico cabal sobre la situación de la Federación en el campo administrativo y financiero, y sobre nuestra participación en el mundial en Alemania, de manera integral, y, de seguido, una propuesta o plan de acción con realismo de presente y visión de futuro, a sabiendas de la trascendencia de los compromisos que se han contraído. Esta ardua labor supone, sin embargo, necesariamente el elemento esencial del espíritu de unidad, del sentido del interés público, del respeto a los aficionados, de la solidaridad y la colaboración, esto es, todo aquello que, lamentablemente, la política no nos muestra cada cuatro años y que explica la acumulación de nuestros problemas y la desconfianza de los ciudadanos en el sistema político.
El deporte debe dar un ejemplo al país de grandeza de miras, de trabajo en equipo y de respeto por los aficionados, esto es, aquel conjunto de valores que desaparecieron del Comité Nacional Olímpico (CON) por el empecinamiento y ansias de poder de un dirigente y sus cortesanos, y que tanto daño le han hecho al deporte nacional. Los dirigentes del futbol nacional, en toda su estructura y en todas sus modalidades, enfrentados con los duros retos internos y con el compromiso ante sí de un Mundial, en el 2010, que se anuncia y entrevé en extremo complejo y competitivo, solo podrán salir airosos si, además de las más depuradas normas administrativas, técnicas y financieras, se guían por valores éticos. El camino es arduo, pero vale la pena.
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