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La venta de franquicias es un negocio amparado por los reglamentos del futbol costarricense.
La franquicia es el derecho a participar en algún campeonato, en este caso de Primera División.
Ese derecho se le otorga a una asociación deportiva o una sociedad anónima deportiva (SAD).
Los accionistas o encargados de cualquier franquicia tienen la potestad de venderla a quien lo deseen. Solo hay una salvedad: no pueden comprar un equipo personas que tengan intereses directos en otro club (jugadores, dirigentes, accionistas, etc.).
También pueden modificar en cualquier momento el nombre bajo el que compiten. Es decir, Santacruceña hubiera podido jugar como Barrio México sin problema.
El cambio de sede sí hubiera tenido que esperar, según explicó el presidente de la Unafut Jorge Ortega. "Los equipos solo pueden cambiar su estadio cuando termine el Torneo de Apertura", indicó.
El equipo nuevo asume los puntos con que competía el anterior y también debe hacerle frente a todas las sanciones y multas.
El último antecedente de compra de franquicia se dio a mediados del 2004, cuando dirigentes porteños le compraron el derecho a Santa Bárbara por ¢60 millones. Ahí nació el Puntarenas FC.
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