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Un editorial de La Nación ( 4/9/06 ) y la columna En guardia ( 5/9/06 ), al hablar del proyecto de presupuesto 2007, hacen comentarios despectivos en torno a la gestión de la deuda del Gobierno, que merecen aclaración para evitar criterios ligeros e improcedentes.
La gestión de la deuda interna es compleja y sensible y ha demandado grandes esfuerzos de quienes tenemos esa responsabilidad, no solo por el déficit real sino por las implicaciones en el mercado financiero. Por eso, no podemos compartir que se juzgue como simple "contabilidad creativa" o “maroma para postergar la madurez de ciertos títulos de deuda” y pretendemos que se dimensione adecuadamente.
Congruentes con el objetivo general de “asegurar la disponibilidad de los recursos requeridos por el Estado al menor costo posible” dentro de un nivel prudente de riesgo y en una senda de deuda sostenible, que permita además el desarrollo del mercado de capitales, desde agosto del 2005 anunciamos la estrategia definida para orientar las emisiones de deuda, preferentemente a títulos de renta fija de mediano y largo plazo, que representaba entonces un gran reto por la importante concentración a corto plazo que predomina en el mercado financiero.
Propósitos. Se perseguían dos grandes propósitos operativos y uno relativo al desarrollo del mercado de capitales. Primero, lograr mayores plazos para el vencimiento de la deuda permite disminuir el riesgo de refinanciamiento, ya que si la deuda se coloca a menos de 1 año, dentro de ese término se tendrá que enfrentar el vencimiento y exponerse a la necesidad de contar con recursos para hacer frente al pago. Por otra parte, se buscó disminuir la presión sobre el flujo de caja y la exposición a que el mercado presione por elevación de las tasas de interés al conocer la necesidad de recursos del Gobierno.
En cuanto al mercado de capitales, con los títulos de mediano y largo plazo de tasa fija se pretendió crear una curva de rendimientos a nivel interno, fundamental para el desarrollo del mercado de valores. Esto se puede ejemplificar en lo personal, cuando para construir una vivienda decidimos pedir un préstamo y nos resulta preferible contratarlo a 15 años que financiarla con un préstamo personal a 3 años.
Alcanzarlo no ha sido fácil pues no solo es cuestión de que, como emisores, queramos colocar valores de deuda con determinadas condiciones, sino que también se requiere que inversionistas estén dispuestos a adquirirlos, que para lograr inducirlos se ha tenido que recurrir a esfuerzos de divulgación y a mecanismos que nos permitan disminuir la dependencia del mercado financiero como fuente de fondeo. Al respecto, no dudamos que la aplicación del “principio de caja única” ha sido un elemento que contribuyó significativamente a conseguirlo.
Resultados. Pese a dificultades por la denominada “crisis de los fondos de inversión” y el impacto de la normativa sobrevaloración de carteras (que era necesaria), no se varió el norte. Los esfuerzos continuados nos dan resultados concretos:
1. El monto de la deuda interna con vencimiento a menos de 1 año se redujo de ¢939.146,33 millones en junio del 2005 a ¢839.737,17 millones en junio del 2006 (reducción porcentual de 40,7% a 33,2%).
2. Las series a mediano y largo plazo muestran saldos en circulación superiores a ¢50.000 millones, lo que ha facilitado su negociación en el mercado secundario de valores.
3. La formación de precios en los mercados secundarios ha mejorado sustancialmente en el mediano y largo plazo, lo que ha permitido contar con una curva de rendimientos soberana más robusta que permite al Gobierno y al sector privado valorar con mayor precisión sus opciones de financiamiento.
4. Se ha logrado alargar los plazos con una reducción significativa en las tasas de interés. Por ejemplo, los rendimientos por las colocaciones a 1.078 días en marzo del 2005 eran a tasas del 19%, mientras que a marzo del 2006 las tasas a plazos de 1.076 días eran del 15,4%. En la última subasta, el plazo de 1.117 días fue asignado a 14,05%. Cierto, varios factores junto a la estrategia seguida han coadyuvado a este comportamiento.
De lo anterior, lejos de responder a una “contabilidad creativa” o a maromas financieras, el hecho de que en el presupuesto del 2007 se haya tenido que presupuestar ¢185.000 millones menos para amortización de deuda interna, es producto de un esfuerzo de muchos meses, realizado con objetivos claros, anunciados oportunamente al medio financiero.
Todavía tenemos tareas importantes por delante y es nuestro interés concretar plenamente los propósitos, para lo que es fundamental el apoyo que hemos recibido de las autoridades superiores de este Ministerio, y estamos seguros de que, entendiendo la razón de nuestros esfuerzos, también lo tendremos de muchos otros participantes, aunque algunos tiendan a demeritarlos.
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