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Altoetting, Alemania. AFP. En el corazón católico de Baviera, los peregrinos elevaron ayer sus súplicas a la Virgen Negra de Altoetting ante una presencia, la del papa Benedicto XVI, que caló hondo por su sencillez.
"Tiene algo muy natural, es un hombre muy humano. Nos habló en alemán, en nuestro idioma, ¡qué emocionante!", comentó Elisabeth Wagner, de 49 años, una bávara con un pañuelo azul anudado al cuello con la representación de la Virgen.
Ante la estatua de tez negra y suntuosos ropajes, el Papa oró como hacía cuando de pequeño lo traían sus padres a este santuario mariano, uno de los lugares de peregrinación más importantes de Alemania.
Según la tradición cristiana, durante la segunda mitad del siglo XV, un niño de tres años se ahogó y otro fue atropellado por una carroza. Sus padres rogaron a María para que se los devolviese con vida y sus hijos resucitaron.
A partir de este milagro, un millón de devotos católicos visita cada año la capilla de la Virgen.
La argentina Mónica Santantonio, de 45 años, ha perdido la cuenta de las veces que vino con su familia en los 24 años que lleva viviendo en Baviera.
“Hoy pedí, a María, salud para toda la familia y un trabajo mejor para mi marido. Fue muy emocionante hacerlo sabiendo que el Papa estaba cerca”, declaró rodeada de su esposo y dos hijos adolescentes en medio de una muchedumbre que se movía en todas las direcciones.
Otros fieles confesaron que habían implorado ayuda a la Virgen para familiares enfermos o resolver problemas de amoríos.
Al término de la misa, Benedicto XVI se paseó estrechando manos y derrochando sonrisas.
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