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La maquila literaria

Polígono

Es institución común en Estados Unidos el llamado ghost writer (escritor fantasma), encargado de escribir lo que otra persona desea comunicar mediante un libro o un artículo. Esa figura tiene mucho sentido porque un político, un empresario o un deportista de alto nivel –económico, se entiende– no dispone del tiempo necesario para "sentarse" a redactar en detalle lo que le puede sugerir en pocos minutos a alguien que se ha entrenado para ponerle cuerpo y poesía al pensamiento ajeno. Con el tiempo ocurrió incluso que escritores más o menos consagrados, exigidos por el mercado o por los editores a producir más, contrataran como refuerzos a escribidores no tan notables.
Después de ser el más prolífico autor de ciencia ficción y de divulgación científica, el bioquímico Isaac Asimov incursionó en el campo de la historia y publicó una cantidad de libros imposible de ser atribuida a una sola persona. Fue un secreto a voces el empleo, por parte de Asimov, de un ejército de ghost writers reunidos en una “fábrica” de textos que el “autor” simplemente firmaba, como ocurre en todo el mundo en algunos centros o institutos de investigación dirigidos por científicos que se apropian de cuanto descubren o crean sus pupilos.
Un caso diferente es el de Arthur C. Clark, notable físico y autor de ciencia ficción cuyas ideas sobre la órbita geoestacionaria abrieron paso a las modernas telecomunicaciones planetarias. Después de su serie de novelas Odisea del Espacio, continuó publicando otras, no tan interesantes como las primeras, presentadas como escritas “por Arthur C. Clark y Fulano de Tal”, y en las que los coautores de Clark pueden considerarse, tal vez, algo así como “escritores zombis”.
En España, los críticos han descubierto que algunos literatos de fama dejan de escribir y, para conservar sus ingresos, recurren a un tipo de ghost writer al que, con humor madrileñamente racista, llaman el “negro”. Él es quien escribe, y sobrevive porque el “autor” cobra y le paga, y es de imaginar que algún editor le habrá espetado a su novelista estrella: “Si no puedes escribir algo nuevo, te pago un negro”.
En Costa Rica, mientras tanto, han comenzado a aparecer, en un estilo muy uniforme y perfectamente identificable, abundantes y variados textos, curiosamente firmados por diferentes personas. ¿Es posible que tantas y tantos escriban de la misma manera, o es que ya existe en el país “un negro” colectivo, una especie de maquila literaria? Habrá que investigarlo.

  • POR Fernando Durán Ayanegui /
  • Opinión
Spain
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