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El impuesto único o "flat tax" revolucionó las economías de los países bálticos.
Pocos años después de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Estonia fue el primer país en adoptar el impuesto.
El ejemplo del “tigre báltico”, que impuso una cuota de 26%, fue imitado por sus dos vecinos próximos: Letonia, cuya cuota fue del 25%, y Lituania, con el 33%
Ese impuesto estimuló en medida considerable el crecimiento económico de los países bálticos.
Siguiendo la lección de sus vecinos, Rusia adoptó, en el 2000, la cuota del 13%. En ese país se generó una mayor recaudación y se desalentó a los evasores.
En el 2003, el efecto contagió a Serbia y al año siguiente a Eslovaquia. Posteriormente, Ucrania siguió el ejemplo.
El 1.º de enero del 2005, Rumania se unió a la revolución del “flat tax”, así como Georgia, que hasta el momento ha establecido la cuota más baja: 12%.
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