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Washington. AFP. El Congreso estadounidense aprobó definitivamente anoche la construcción de un muro de 1.200 km en la frontera con México para frenar la inmigración ilegal.
La decisión se adoptó luego de que el Senado dio su visto bueno por 80 votos contra 19, justo antes del receso por las elecciones legislativas de noviembre.
Tras la abrumadora aprobación del Senado, el presidente George W. Bush debe ahora firmar la ley para lanzar la construcción del muro, severamente criticado por México.
La financiación del proyecto todavía no está garantizada, ya que los congresistas sólo aprobaron $1.200 millones de los $6.000 millones que se requieren para cristalizar la obra.
Tras el visto bueno del Senado, la barrera se convirtió en el único elemento de la reforma migratoria en ser aprobado por el Congreso, tras casi un año de áspero debate sobre la forma de controlar la llegada de inmigrantes y qué hacer con los casi 12 millones de indocumentados que ya están en la nación estadounidense.
Bloqueo y controles. La Cámara alta bloqueó, en cambio, otras cuatro medidas contra la inmigración ilegal aprobadas por la Cámara de Representantes en los últimos días, como la exigencia de una tarjeta electoral para los votantes estadounidenses, a fin de impedir que extranjeros acudieran a las urnas.
Además del muro, la ley establece controles a lo largo de las fronteras terrestres y marítimas de EE. UU. mediante agentes de la patrulla fronteriza y tecnología que incluye el uso de satélites, cámaras y aviones sin piloto.
El jefe de la oposición demócrata en la Cámara baja, Harry Reid, atribuyó la aprobación del muro a la voluntad de la mayoría republicana de "defender su escaño y no la frontera", acusando a sus rivales de querer sacar provecho del proyecto en las próximas elecciones del 7 de noviembre.
Entre los senadores que aprobaron el proyecto figuran personalidades como el republicano y cubanoestadounidense Mel Martínez (Florida) y la demócrata con aspiraciones presidenciales Hillary Clinton.
La Cámara de Representantes, bajo el liderazgo de los congresistas más radicales del Partido Republicano como James Sensenbrenner (Wisconsin, norte), aprobó en diciembre una polémica ley de inmigración que sólo incluía medidas represivas y cuyo proyecto emblemático era la construcción del muro fronterizo.
Seis meses después, el Senado votó a favor de un texto muy diferente que dejó en 600 km el proyecto de valla y añadió un camino para regularizar a millones de indocumentados mediante un programa de trabajo temporal, como exigía el presidente Bush.
Los republicanos se opusieron al plan argumentando que la regularización significaría una amnistía general, e impidieron un acuerdo en el grupo parlamentario de conciliación, que debía compaginar ambas versiones.
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