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Cuando Rónald González vistió por primera vez el uniforme de Saprissa, en 1989, el estadio morado tenía césped natural y el cemento de la gradería de sombra oeste aún estaba fresco.
Hoy, en ese mismo escenario –que ahora tiene más plateas, cancha sintética y pantalla gigante– recibirá el último aplauso de los aficionados, aunque ya se había retirado desde enero.
González jugará entre un grupo de amigos su partido de despedida, como preliminar de Saprissa-Herediano. El rival será el Uruguay de Coronado de finales de los 80, donde empezó su carrera antes de llegar a la "S".
“Recuerdo aquellas primeras veces que llegaba al Saprissa a un entrenamiento, la ilusión que me generaba estar aquí. Fue un gran cambio para alguien que venía de un equipo pequeño, y lo veía en detalles tan pequeños como encontrar la ropa acomodada en el camerino y los zapatos lustrados”, rememoró.
Luego todo sucedió muy rápido: el cetro con Bouska, el Mundial de Italia 90, el gol a los checos en ese torneo y la oportunidad de jugar en Europa.
“La gente se acuerda de lo más reciente, y yo me fui ganando el torneo de Apertura y como titular en el Mundial de Clubes, donde fuimos terceros”.
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