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Aseguraba Camote, dirigente de la isla de Noteapa y personaje literario que goza de mi aprecio, que tras la muerte de William Walker los centroamericanos conservamos la opción de anexarnos a Estados Unidos, no como estrellas, sino como asteriscos. Esto por cuanto resultaría demasiado dispendioso renovar todas las banderas norteamericanas para agregar siete estrellas, en el entendido de que Belice y Panamá entran en la colada, u ocho si se toma en cuenta la insistencia de República Dominicana en repudiar a Haití mediante el artilugio de empujar hacia el suroeste su parte de La Española.
"Que se anexen, pero como simples condados de Florida y como asteriscos verdes en la bandera para que no haya que enviar al Senado catorce o dieciséis latinos adicionales ni nos salga tan caro el negocio, ya que así cada bandera americana seguirá siendo utilizable con solo chorrearle unas gotitas de tinta verde en una de las franjas blancas", habría concedido, según nuestro informante, un político gringo contemporáneo.
Esa es la razón por la cual llegué a unirme a algunos amigos para soñar con el retorno de Costa Rica al seno de la madre patria española por la vía de nuestra anexión a la Comunidad de Galicia, desde luego con el objetivo, no de desautorizar a Juan Rafael Mora, como muchos quisieran, sino de resolver de golpe todos nuestros problemas, pues de ese modo quedaríamos incorporados a la moderna democracia europea, España se encargaría de nuestra deuda externa y, por añadidura, disfrutaríamos del privilegio de ser gobernados por políticos que, en promedio, y sin que nadie tenga que ofenderse, son tan cultos, tan competentes y tan presentables como los nuestros. Observen que a los dirigentes españoles se les entiende cuando hablan y cuando escriben, aunque lo hagan en gallego.
Sería interesante observar el efecto que produciría la mezcla de nuestra idiosincrasia fiestera, despreocupada e irresponsable con la mentalidad, un tanto celta, de los eficientes y adustos gallegos. Hasta donde sabemos, a los políticos de ellos siempre les chilla la gaita, mientras que a los nuestros casi nunca les suena la flauta, y eso es harto importante a la hora de ponerse a bailar. Además, algo nada despreciable, disfrutaríamos de las goleadas que el Cartaginés le propinaría al Celta de Vigo, porque eso de ir a jugar fútbol americano de segundas en una liga de Florida no hace ninguna gracia y, ¿quién quita un quite?, en la de menos despertamos un día con Medford o Guimaraes de DT de una selección española campeona del mundo.
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