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En diciembre del 2004, se advirtió por primera vez desde esta columna, que si Evo Morales llegaba al poder, se producirían condiciones de enfrentamiento nacional entre los bolivianos que podrían derivar en una guerra civil.
Creer que un dirigente emotivo, que siempre está a la defensiva, va a modificar sus actitudes provocativas cuando esté en función de gobierno para administrar un país responsablemente, es utópico. La gente por lo general no cambia. Partiendo de tan simple premisa, es imposible que Evo Morales aprenda de golpe y por ósmosis, a gobernar un Estado en forma pacífica y democrática. El presidente boliviano desconoce los pormenores de la administración pública, las relaciones internacionales y la macroeconomía. Sus ministros tampoco muestran tener más conocimientos o experiencia que él.
Lo que se teme venir, no es solo una visión personal, la lógica obedece a datos analizados por expertos que han emitido hace pocos días un informe singularmente inquietante en lo que respecta al futuro de la nación del altiplano.
Situación dramática. El estudio realizado por el grupo de Apoyo a las Colectividades Extranjeras de la Cancillería Argentina, muestra avecinarse una dramática situación en Bolivia, que afectará profundamente a sus vecinos. El análisis revela, que en base al modelo desarrollado por Paul Collier y Anke Hoeffler, existe un 56% probabilidades de que se desate una guerra civil. Para la confección del trabajo se tomaron en cuenta variables como ser exportaciones primarias, PBI, PBI per cápita, crecimiento del PBI, meses de paz, concentración geográfica, población, fraccionamiento social y predominancia étnica.
El patrón es utilizado desde hace décadas por empresas de magnitud, sobretodo de los Estados Unidos, para establecer los riesgos que deparan los países del mundo a sus potenciales inversiones. La base se establece con el cálculo de regresiones históricas sobre guerras civiles, que muestran que las causantes de enfrentamiento bélico interno de mayor importancia son las económicas, en tanto que los motivos sociales y políticos, afectan mucho menos a la fragilidad de las naciones.
Un 56% de posibilidades de guerra fratricida es un porcentaje muy elevado, teniendo en cuenta que los parámetros de ese tipo de informes –aplicados con éxito en 161 países, entre 1960 y 1999– indican que con 42%, ya se cumplen las condiciones objetivas que desencadenarán tarde o temprano la batalla.
El texto destaca que, en sociedades como la boliviana, donde la fractura étnica es moderada, dividida en 30% quechuas, 30% mestizos, 25% aymaras y 15% blancos, aumenta el riesgo de confrontación. A partir de la compleja situación, los países de la región y, en particular los limítrofes, ven con mucha preocupación lo que allí ocurre y cómo les afectaría ese escenario virulento, que es el menos deseado.
Una guerra intestina en el centro de Sudamérica, además del desgaste político para la región y el caos energético para el Brasil, significaría que Argentina tendría que recibir cerca de un millón de refugiados bolivianos, con un gasto anual para la república rioplatense entre 438 y 730 millones de dólares anuales. Los guarismos proyectan un mínimo de 600.000 y un máximo de un millón de potenciales expatriados. Incluso se estima, que un conflicto de esa proporción, podría costarle a Bolivia cerca de 24.000 millones de dólares.
Las criticadas declaraciones del vicepresidente boliviano Álvaro García Linera –en ausencia del presidente Morales–, convocando a los indígenas a la defensa armada de las medidas socialistas tomadas por su gobierno, hacen pensar en un choque inicial a corto o mediano plazo, y muestra que Evo está actuando con más cautela que su ilustrado compañero. [©FIRMAS PRESS]
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