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I. En el frenesí poscomunista y poskeynesiano. Hace veinte años, en plena crisis del socialismo marxista y del estado de bienestar, se intensifico en América Latina el relanzamiento de las economías de mercado. Eran los tiempos del frenesí poscomunista y poskeynesiano, cuando se desempolvo "La Riqueza de las Naciones" y la “Teoría de los sentimientos morales” de Adam Smith, y la historia terminaba de sepultar “El Capital” de Karl Marx, dejando en suspenso la relectura de la “La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” de John Maynard Keynes; en tales circunstancias, se divulgaron las obras de Ludwig Von Mises, Federico Hayek, Milton Friedman y Robert Nozick. Los más radicales, doctrinarios, entusiastas y sectarios hablaban de estado mínimo y mercado perfecto. Para la región, creían, había llegado la hora de un desarrollo en serio, sin estados burocratizados y sin economías feudalizadas.
II. Itinerario a la sospecha. Sin embargo, en medio de la euforia, atravesándola desde dentro, se movían tres factores que opacaron los méritos de quienes alentaban el cambio de modelo de desarrollo. Primero, un segmento de la élite dirigente hizo uso del poder público para favorecer, como en los tiempos del Estado de bienestar y de los Estados socialistas, la formación de rentabilidades privadas con protección política; segundo, el modelo ejecutado, debido a vacíos inherentes a la teoría económica del desarrollo que lo sustentaba, no logro sintetizar, en el grado requerido, competitividad con inclusión social, y, tercero, se creó una cobertura ideológica transmitida, como ocurre con las ideologías, a contrapelo de la realidad.
Con el tiempo esta combinación de insuficiencia teórica, incoherencia, disimulo, encubrimiento y manipulación, hizo crecer la desconfianza hacia las dirigencias políticas y erosiono la influencia cultural del nuevo modelo de desarrollo. Bastaron pocos años para que en amplios segmentos poblacionales se experimentara el ascenso de la sospecha frente a las virtudes, reales o no, de la nueva estrategia; en tales condiciones, los partidos de centro/derecha se debilitaron o colapsaron, mientras emergieron partidos, movimientos y coaliciones de centro/izquierda y de izquierda que canalizaron parte del descontento y la frustración, hasta convertirse en fuerzas políticas decisivas.
III. Los tonos del rojo. Estos movimientos responden a visiones político/ideológicas disímiles. Es factible identificar una izquierda mesiánica que reinserta esquemas mentales periclitados, comunes en los setenta y los ochenta, cuyo rasgo básico es su inclinación insurreccional, dictatorial y centralista tendiente a la formación de sociedades de economía dirigida y uniformidad política, por otra parte, se observa la presencia de una corriente de centro/izquierda orientada hacia una progresiva y calculada modernización de la sociedad, a través de cuatro pilares: inclusión social, fortalecimiento de los sistemas productivos, énfasis en la ética económica e inserción en la economía global.
Para la izquierda mesiánica su intento de relanzar planteamientos de hace veinte o treinta años, constituye la antesala de un nuevo fracaso, las coordenadas de la historia sufrieron una transformación tan sustantiva en las últimas tres décadas, que semejante operación equivale a un infantilismo insostenible y suicida, al cual se une el vacío de un objetivo –el socialismo– cuya imposibilidad histórica ha sido evidenciada con creces. Este sistema, tal y como fue formulado hacia mediados del siglo XIX y desenvuelto en el siglo XX, incluye errores teóricos y prácticos tan cardinales, que lo han convertido en una consigna emocional sin realización empírica. Esta corriente política está atrapada en el interior de una inconclusa conjetura ideológica, de origen europeo y, en su caso, revestida de aires tercermundistas, cuyos vacíos son llenados con voluntarismo redentor, espíritu militante y psicosis persecutoria.
Los sectores no mesiánicos de la izquierda o centro/izquierda, por el contrario, reformulan, amplían, modifican y enriquecen el discurso económico dominante en los últimos treinta años, al tiempo que reconocen la posibilidad de complementar apropiación privada de la riqueza y bien común. Mientras la izquierda mesiánica en Bolivia, Venezuela y Cuba, es prisionera de un paradigma inviable que la coloca permanentemente al borde del suicidio, la centro/izquierda, en Uruguay, Chile, Argentina, Brasil y otros países latinoamericanos, enfrenta el reto de contribuir a construir, junto a otros segmentos políticos, la vía de un desarrollo centrado en las especificidades históricas de sus países, que potencie, al unísono, la evolución de los mercados y la existencia de poderosas redes de acceso social a los bienes de la civilización.
IV. Estrategias en el péndulo. El ascenso de la sospecha y, en ese contexto, de la izquierda, en sus diversas tonalidades, obedeció, en parte, a la incapacidad de la centro/derecha para incorporar políticas que redujeran la desigualdad y evitaran el crecimiento de la corrupción, a lo que se agrego su insensibilidad para generar una autocrítica seria y a fondo de su propio itinerario. Ahora, cuando el péndulo se ha movido a la izquierda, sus segmentos no mesiánicos buscan asumir los contenidos meritorios de quienes les precedieron; pero la izquierda mesiánica impulsa experiencias que reinsertan lenguajes y contenidos previos al colapso del socialismo histórico. Ocurre con este extremismo lo mismo que aconteció con los extremos conservadores en los tiempos del frenesí poscomunista y poskeynesiano: al leer la historia lo hacen con los ojos en la espalda, miran al pasado, lo añoran, lo idolatran.
VI. Disyuntiva histórica. La disyuntiva en América Latina puede enunciarse así: o se fortalecen sociedades centralistas, dictatoriales, feudalizadas y subdesarrolladas, controladas por minorías autoproclamadas salva- doras de la humanidad, o se edifican sociedades desarrolladas, socialmente inclusivas y pluralistas, sobre la base de un centro político y social donde confluyan movimientos de centro/izquierda y centro/derecha. Mientras la primera opción es un primitivismo que paraliza e involuciona a las sociedades, la segunda ejecuta una estrategia que privilegia, simultáneamente, competitividad productiva, ética económica e inclusión social.
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