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En su exposición al país, la semana pasada, el presidente de la República puntualizó certeramente algunos de los problemas principales que han aquejado a la provincia de Limón desde hace muchos años. La conducta censurable y antilimonense de los dirigentes sindicales de Japdeva, en estos días, ha evidenciado una de las causas del atraso de Limón. Mientras se siga confundiendo el genuino sindicalismo con los intereses de los dirigentes sindicales de turno, subsistirá y se agravará aún más el rezago de Limón.
Al no distinguirse entre sindicalismo y antisindicalismo en Limón, la trampa está abierta para cualquier conflicto. En ella han sucumbido diversos Gobiernos y partidos políticos, así como algunos sectores sociales de esta provincia. Bien lo expresó el presidente Arias: "Desde hace años, Limón vive una gran contradicción. Es la puerta por la que pasa la inmensa mayoría de lo que exportamos e importamos. No hay ninguna región del país que tenga mejores condiciones para integrarse a la economía mundial. Sin embargo, la pobreza, el desempleo y la violencia siguen siendo parte de la vida diaria de los limonenses. Limón no es una provincia pobre. Es una provincia desperdiciada". Esta verdad obliga al Gobierno actual a un gran plan de acción en Limón, y a los propios limonenses a asumir su responsabilidad, en vez de mirar indiferentes la labor de zapa de los dirigentes sindicales. El sindicalismo destructivo merece la repulsa pública.
La concesión de los puertos de Limón es uno de los pasos prioritarios. Es un acto de liberación portuaria, ante la combinación de una gestión pública subdesarrollada con lo peor de la privatización: aquella que convierte una institución pública en instrumento de chantaje y en fuente de privilegios en contra del interés público. Esto no puede continuar. Es contrario a la razón y al bien común que los importadores, los exportadores y, en general, los productores y los trabajadores sigan siendo víctimas de los enemigos del Estado de derecho y de la empresa privada. Esta situación se ha prolongado por muchos años y ya es hora de ponerle fin.
Limón sufre varias contradicciones: la pobreza y el atraso ante un potencial de prosperidad, el señorío y el chantaje de unos cuantos dirigentes sindicales, ahítos de privilegios, en un Estado de derecho y en una población empobrecida, y la impunidad y la indiferencia social y política ante demandas crecientes. He aquí un cuadro típico de temor y subdesarrollo, donde lo que más sorprende ha sido la inacción de una serie de gobiernos y la falta de reacción de los propios dirigentes limonenses. La indiferenciación entre el genuino sindicalismo, como expresamos, tal como lo estatuye nuestra legislación, y la degeneración del sindicalismo explica, en buena parte, tanto atraso e insensatez. Limón, como expresó el presidente Arias, no es una provincia pobre, sino desperdiciada. Desperdiciada por las ataduras mentales y sociales, que han impedido que levante el vuelo.
Este no es un asunto casuístico, derivado del deporte del tortuguismo de unos cuantos dirigentes sindicales con muchos beneficios y muy escaso oficio. Es una cuestión prioritaria para Limón y para el país. Mientras todo en el mundo convida al esfuerzo, al saber y a la apertura para sobrevivir y avanzar, no podemos aceptar que sean ciertos dirigentes y sectores nacionales los principales opositores del progreso de Costa Rica, en menoscabo de quienes producen y, sobre todo, de los sectores más pobres del país.
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