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Río Jiménez, Guácimo. En este pueblo, de vecinos dedicados a labores del campo o a pequeños negocios, la vida sigue igual, aunque el secuestro es tema de conversación en todos lados.
El refrán popular de "pueblo pequeño infierno grande" se hace realidad en esta comunidad del Caribe, donde muchos parecen hacer conjeturas sobre el hecho y sus motivaciones.
Por donde se camine, se escuchan conversaciones y algunos, a baja voz, osan hablar acerca de la familia del extrailero y, desde el 2004, empresario financiero Rafael Ugalde Jiménez.
“La mujer y su esposo siempre andaban en autos muy buenos pero la verdad es que es una familia muy trabajadora”, afirmó Alexis, un vendedor de lotería local, quien rehusó revelar su apellido.
Otros vecinos, como Beltrán Torres, administrador de un bar en las afueras del pueblo, aseguró no haber enfrentado problemas por el secuestro porque “la gente sigue llegando” . Recordó que muchos de sus clientes “hablan del secuestro y lamentan especialmente la suerte de la pobre niña retenida”.
“Los clientes llegan igual, no he tenido problemas pero el caso es tema de conversación obligada”, afirmó Torres, quien insistió en que, pese al secuestro, en esta localidad, donde “nunca pasa nada emocionante”, siguen su vida normalmente, “dolidos pero como si nada hubiera pasado”.
De hecho, los locales comerciales del centro de Río Jiménez, desde cantinas hasta sodas, bazares y tiendas de ropa usada, funcionaban ayer con toda normalidad y la gente recorría las calles “en sus cosas”, sin importarles que una madre y su hija permanezcan retenidas por desconocidos.
“Dios está enviando un mensaje, ojalá la gente lo entienda”, exclamó la dependiente de un local dedicado a la venta de sandalias y zapatos.
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