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La noticia sobre la construcción de un megapuerto en Limón levanta el espíritu. Es la antítesis de nuestra tradicional fórmula, con las excepciones conocidas: en chiquito, despacito, a poquitos, a medias o chambonamente. Claro, en materia de corrupción o, mejor, de macrocorrupción, donde la audacia aventaja nuestra clásica timidez, la fórmula es otra: en grande, eficientemente, sin descanso y plenamente. Las pruebas abundan y dan la cara.
Este megapuerto, 600 veces más grande que el actual de Limón, significará una inversión de $300 millones y unos 1.000 empleos directos nuevos, y competirá con los grandes muelles de contenedores en el Caribe. Recibirá buques de 65.000 toneladas y de más de 4.000 contenedores. La obra se licitará en el 2008. Pasaremos así de un puerto técnicamente de aldea, rehén de los sindicatos, a un puerto digno de un país sin miedo a la globalización y a la apertura. Y Limón –estratégicamente– comenzará a liberarse de los demagogos de toda pelambre que lo han explotado.
Los grandes logros sociales, educativos, técnicos, culturales y económicos de Costa Rica –que nos han mantenido a flote y que han comenzado a sumergirse– fueron obra de dirigentes que pensaron en grande, no en chiquito, despacito, a poquitos y a medias o chambonamente. Creo que el último fue la inversión de Intel, sometida, por cierto, como otros grandes proyectos pasados, entre ellos, EARTH, a la inquina, la mezquindad, el miedo y la mentalidad oxidada de no pocos, algunos de cuyos hijos trabajan, por cierto, en empresas extranjeras, mientras sus tatas despotrican contra el TLC y la inversión foránea, avanzada, según ellos, del colonialismo europeo o norteamericano.
Ejemplos al canto de esta visión en chiquito y a raticos: nuestras horrendas carreteras, los caminitos urbanos de hormiguitas, llamados aceras; nuestros municipios, nuestros viejos puertos y aeropuertos, el reglamento interior de la Asamblea Legislativa; el regalo espléndido de nuestros recursos naturales, devaluados y descuidados; nuestra falsa cultura ambiental, los mil y un intentos de una política tributaria de veras, una pobreza que nos avergüenza y…y… Esta visión timorata ante los grandes retos hace que, con frecuencia, cuatro gatos vivillos, una mentalidad acartonada y los grandes barones de la corrupción dobleguen y retrasen a un país que lo ha tenido todo para dar el salto.
No hay mejor primavera que la explosión de las flores. No hay mejor mensaje de esperanza y eficacia democrática que la elocuencia de los gestos y de los hechos.
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