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Puntarenas. La trama de esta serie por la Copa de la Uncaf quedó bien definida: dos equipos con amplio calibre ofensivo buscan lugar en la final centroamericana. Pero el desenlace entre Saprissa y el Puerto no quedó ni siquiera insinuado. Como si fuera una novela policíaca, todo quedará para resolverse en el capítulo final.
Un Saprissa atrevido y un Puntarenas voluntarioso regalaron uno de esos juegos a corazón abierto, que no se ven al por mayor en nuestras canchas.
Esos partidos que van de un área a la otra, sin dar espacio a la tregua y con los aficionados masticando ansiedad al borde de la butaca.
El 1-1 no permite adivinar qué podría pasar. Sería como emitir criterio cuando un partido se va al descanso tras los primeros 45 minutos: siempre hay posibilidad de corregir alguna carencia, de reforzar los puntos buenos y de golpear esos rincones débiles que muestra el adversario.
Quedará ver si los porteños exhiben el mismo arrojo la próxima semana, cuando devuelvan la visita a Tibás.
Ayer, el entrenador puntarenense Luis Diego Arnáez recurrió a una osadía que lamentablemente pasó de moda: jugar con tres delanteros.
Allan Alemán, Mario Camacho y Álvaro Guerrero formaron un tridente a la entrada del área saprissista, aunque alguno de ellos a veces bajaba a colaborar al medio campo.
Tal planteamiento, sin embargo, no garantiza pasar la aplanadora sobre el rival. Más bien, los visitantes terminaron controlando mejor la pelota, y si no se llevaron los tres puntos fue debido a la falta de pericia en los remates de media distancia.
Golpear primero. Walter Centeno fue el único jugador tibaseño que llegó con la mira bien ajustada. Soltó un "bombazo" en el primer tiempo con la potencia y la colocación ideales; de esos que se convierten en tarea imposible para el guardameta.
A partir de ahí Saprissa cedió en su afán y permitió que los porteños reacomodaran líneas. Es el típico ajedrez: uno se echa para atrás y el otro reacciona con furia en busca del empate.
El cuadro naranja montó una ofensiva que básicamente produjo dos noticias en el área tibaseña. Primero, un disparo al poste de Óscar Seravalli; luego, la jugada del empate, en combinación entre Guerrero y Camacho.
Para el complemento los morados recordaron aquella vocación ofensiva de los primeros minutos. En general manejaron algunos tramos del partido, aunque al ir de visita, y ante los porteños, tuvieron la precaución de no descobijarse mucho atrás.
Siempre es posible identificar algunas jugadas que podrían haber torcido el libreto: el remate de Camacho que José Francisco Porras detuvo a una mano con reflejos casi imposibles de creer, o los disparos lejanos de Celso Borges, Ever Alfaro y Alonso Solís, que prometían otra cosa.
El libro está inconcluso. Los dos goles de ayer y la alegre propuesta ofensiva son apenas media verdad que deberá ser ratificada en la Cueva el otro miércoles.
Saprissa parece tener alguna ventaja, al cerrar en casa, pero este factor nunca es garantía absoluta.
Vendrán siete días para que cada uno reflexione qué estuvo bien y en cuáles detalles quedaron debiendo ayer.
En medio de ese período habrá un curioso simulacro, el próximo domingo, cuando les toque jugar otra vez por el Torneo de Apertura.
No contará para la Uncaf, pero podría servir para que alguno de los dos meta miedo.
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