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Una gira reveladora

No solo la popularidad explica el éxito de Obama en el Medio Oriente y Europa El aspirante demócrata ha demostrado su enorme capacidad de iniciativa

Fue, sin duda, una estrategia mediática magistralmente conducida; un riesgo calculado que, a juzgar por los resultados locales inmediatos, no produjo grandes dividendos electorales; un claro ejemplo de cuán globalizada se ha vuelto la política contemporánea y de la flexibilidad que hoy tienen conceptos antes inconmovibles, como la soberanía y la diferencia entre lo local y lo internacional.
Todo lo anterior se puede decir de la gira desarrollada la pasada semana por el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, y que lo llevó, en una frenética y extenuante carrera geográfica, a Afganistán, Iraq, Jordania, Israel, Cisjordania, Berlín, París y Londres. Pero su viaje y la atención que recibió de la prensa, el público (sobre todo en la capital alemana) y los gobernantes de los países que visitó, tienen implicaciones mucho más relevantes. Muestran lo debilitado que, a estas alturas, se encuentran el poder y el liderazgo del presidente George W. Bush y la generalizada expectativa mundial sobre un cambio en la conducción guberna- mental estadounidense.
Pero, sobre todo, y mucho más relevante para la campaña presidencial que se resolverá con las elecciones de noviembre, la gira y los temas planteados por Obama ponen de manifiesto su gran capacidad de iniciativa temática, los aciertos de algunos de sus planteamientos centrales de política exterior y su capacidad para incidir en la agenda de discusión pública de Estados Unidos. Es decir, el éxito de su tournée no se puede reducir a una simple operación propagandística ayudada por medios sesgados a su favor y en contra del candidato republicano, John McCain. Hay que verlo como reflejo de profundos cambios en variables políticas esenciales, en las que, no cabe duda, Obama lleva la delantera.
En los días inmediatos a la gira, pero, sobre todo, durante su desarrollo, fue claramente reivindicada su propuesta central sobre seguridad exterior y lucha antiterrorista: la necesidad de aumentar la presencia militar en Afganistán, para combatir contra los talibanes, y de establecer un calendario para el retiro de tropas de Iraq, una intervención que succiona $10.000 millones mensuales del erario estadounidense.
La primera posición no solo fue respaldada por el presidente afgano y los gobernantes de Alemania y Francia; más determinante aún, el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, y el comandante en jefe del Estado Mayor Conjunto de sus fuerzas armadas, almirante Mike Mullen, se han manifestado en ese sentido. Además, el presidente iraquí coincidió con un calendario de retiro, y hasta la Casa Blanca se ha abierto ante esa posibilidad, como también decidió participar –aunque indirectamente– en negociaciones con Irán, otra de las iniciativas del aspirante demócrata.
Obama logró también una buena recepción en Israel, pero –a diferencia de McCain en un viaje previo–, visitó al presidente de la Autoridad Palestina en su sede de Ramalá, Cisjordania. Y tanto en su discurso- happening ante 200.000 personas en Berlín, como en sus encuentros con Ángela Merkel (Alemania), Nicolás Sarkozy (Francia) y Gordon Brown (Gran Bretaña), se cuidó mucho de equilibrar sus llamados a la cooperación trasatlántica y el multilateralismo con la defensa de posiciones firmemente estadounidenses, así como de no asumir papeles presidenciales: "Solo puede haber un presidente a la vez", fue una de sus frases.
Según indican las encuestas electorales realizadas a fines de la semana pasada, la gira no parece haber impulsado, al menos en lo inmediato, las preferencias de los estadounidenses a favor de Obama, pero tampoco lo perjudicó, como algunos pensaban que podría ocurrir. Su ventaja sobre McCain sigue siendo baja: alrededor del 5%, y todavía una mayoría del electorado no siente que el demócrata sea “alguien como ellos”. Es decir, la competencia sigue abierta, y McCain no puede ser desestimado como un fuerte contendor.
Pero lo que sí ha quedado de manifiesto es que la delantera en iniciativas, dinamismo, pericia estratégica y huella pública la tiene Barack Obama. Esto lo hace un aspirante mucho más poderoso para llegar a la Casa Blanca y, desde ella, reactivar la capacidad de liderazgo de su país.

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