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Valores en crisis

Hay una contradicción indiscutible entre la forma como nos vemos y lo que en realidad somos

Los indicadores de desarrollo socioeconómico han favorecido la concepción generalizada de que la costarricense es una sociedad construida sobre bases distintas a otras en la región. Este signo distintivo de nuestro pasado reciente se ha trastocado de alguna manera con el transcurrir del tiempo en razón de cambios significativos en nuestra escala de valores sociales, situación que progresivamente nos aleja de aquel genuino comportamiento.
Confusión. La categórica definición de lo moral y lo ético de nuestros abuelos es ahora tan confusa que ya no sabemos distinguir entre lo legal y lo correcto. Es inadmisible que las actuales generaciones demuestren criterios contrapuestos con respecto a la ética en la inversión de los recursos públicos, sean estos reembolsables o no.
El aumento en el nivel de violencia e intolerancia que se percibe actualmente en nuestra sociedad muestra una realidad de alguna manera ajena a nuestro ideario tradicional de convivencia social, asumiendo e incorporando patrones de comportamiento impropios a nuestra naturaleza e idiosincrasia.
Parece innegable que las manifestaciones de violencia intrafamiliar, la creciente tensión entre estudiantes y de estos en contra de sus profesores, así como en muchos casos su escaso compromiso cívico, hoy revelan un entorno en el que ya no sabemos si las calles han invadido nuestras instituciones y hogares o, por el contrario, nuestra institución familiar acumula tanta tensión, que se desborda incontrolable hacia nuestros barrios.
Discurso y actos. La realidad empírica pareciera evidenciar una contradicción indiscutible entre la forma como nos vemos y lo que en realidad somos, pues nuestro discurso no coincide con la forma como actuamos. Durante años, hemos apostado por lo colectivo, pero somos más individualistas; nos aventuramos en complejas propuestas de política social, potenciando la educación formal y la salubridad pública, pero descuidamos la educación familiar y la salud preventiva. Apelamos a la solidaridad, pero fomentamos el egoísmo y nos mostramos arraigados a códigos de ética convenientemente cambiantes dependiendo de las circunstancias.
Igualmente durante años hemos delegado nuestras propias responsabilidades en otras personas e instituciones públicas y privadas, eludiendo elementales compromisos para con la sociedad en que vivimos. Algunos de los valores humanos de ayer son hoy mercancías de desecho.
Considero urgente devolver a la familia el lugar que le corresponde como órgano elemental y fundamental de toda sociedad y enfocarla a la formación de ciudadanos responsables, críticos y conscientes de su papel social , de modo que rescatemos de la inopia el acervo de valores y principios que otrora nos distinguieran como una organización social cualitativamente diferente, con el compromiso de transmitirlos sin excusas a las futuras generaciones, para lo cual debemos empezar en la intimidad de nuestra propia conciencia.

  • POR Karla Quesada Rodríguez
  • Opinión
IndividualismViolence
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