Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Lo primero que le pasó por la mente a este padre fue lo peor.
Su hijo de 15 años y una sobrina de la misma edad iban en el bus que, según le habían informado poco antes, yacía "destruido y sumergido en el río tras caer del viejo puente de hamaca".
Ronald Arturo León Rodríguez condujo los seis kilómetros desde su casa hasta el sitio de la emergencia en un tiempo récord.
No recuerda nada, solo que el corazón se le quería salir y debía llegar, a como fuera, para auxiliar a quienes creía malheridos.
Menos de una hora antes, se había despedido de su hijo Jordan y su sobrina Joselin, a quienes bendijo.
Muchos metros antes del río, pudo escuchar claramente a gente pidiendo auxilio y el llanto desgarrador de los heridos.
“Yo no me quiero morir aquí; por favor, sáquenme”, “Auxilio, estoy herido y el río nos está arrastrando”, “Dios mío, nos vamos a morir todos”, eran algunos de los desesperados gritos que salían del autobús amarillo, para entonces golpeado por un torrente achocolatado en mitad del río.
León, ahora junto a muchos vecinos asustados y desesperados, no tenía un mecate para lanzarse a la corriente, pero, cuando alguien llegó con una cuerda, no dudó en arrebatársela para ir en ayuda sus familiares y otros pasajeros.
“Me tiré al río y, cuando estaba cerca, pude ver a mi hijo y a mi sobrina asomados por una de las ventanas. Estaban vivos y le di gracias a Dios. Subí al bus y aquello era tremendo: había gente ensangrentada por todo lado y muchos no querían salir, pese al peligro”, relató.
Otros, como un joven de 15 años, según recordó, lloraba desconsoladamente junto a una mujer a quien abrazaba tiernamente diciéndole: “No te mueras, mami, no te me mueras, por favor... no te vayas”.
Las súplicas del colegial calaron hondo en León, quien comprendió que la mujer agonizaba.
“Me pidió que la sacara del bus y la pasamos por encima de los asientos hasta la trompa. Se veía mal la pobre y al ratito murió”, añadió.
Decidido, se unió entonces a los socorristas y vecinos que iban llegando para tratar de salvar a todos los pasajeros.
“Había muchas personas con fracturas y sangraban mucho. No querían salir y algunas, desesperadas, nos mentaban la madre. Yo los entendí, tenían miedo”, afirmó.
“Los convencimos para ir sacándolos uno a uno. Fue terrible, a algunos les traqueaba la espalda, otros lloraban de dolor”, agregó.
Este documento no posee notas.