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En Vela

Solo dos días de huelga –martes y miércoles– en los muelles de Limón y Moín, de Japdeva, dejaron pérdidas por $7, 3 millones (¢ 4.243 millones). La suma será, hasta hoy, mucho más alta. Este ha sido solo un episodio del gran saqueo sufrido por Japdeva, a manos de un grupo minúsculo de líderes sindicales, maestros del terror, opuestos radicalmente al voto democrático de los trabajadores. ¿Por qué? Única explicación: el poder, en estos años, de las mafias del narco, las más interesadas en que en los muelles no reinen, mediante la concesión, el orden, la eficiencia y la autoridad.
Solo así se explica la irracionalidad de una estrategia orientada a impedir la modernización del sistema portuario en el Caribe y a causar el mayor daño posible a la economía nacional y a los propios trabajadores, secuestrados por cuatro o cinco dirigentes sindicales. No tiene perdón, por ello, la irresponsabilidad de un sector universitario que, desde los medios, financiados por los contribuyentes, azuzan a los "líderes" sindicales, negándole a Japdeva el derecho de respuesta, y la indiferencia de los partidos políticos, sobre todo de los que llevan la denuncia y la moral pública a flor de labios. Y merecen la más dura de las recriminaciones las juntas directivas, los ministros de Trabajo y los Gobiernos que, en su hora, aceptaron y homologaron convenciones colectivas repletas de privilegios, suplantadoras, por años, de las potestades del Estado.
En la historia de la democracia costarricense no se recuerda una abdicación estatal y una enajenación de la autoridad como esta. Se puede afirmar, sin exageración alguna, que el saqueo implacable de Japdeva, por décadas y décadas, a punta del chantaje de las huelgas y el terror sindical de un grupo reducido de dirigentes, ha levantado la más alta cumbre de la corrupción en Costa Rica. Sus aliados han sido la complacencia y el miedo de los funcionarios públicos, que no quisieron actuar a tiempo; la impunidad y el cinismo generalizado. Estos núcleos sindicales, como otros vigentes en el país, han prostituido el sindicalismo y se han creado, los intocables, un santuario de impunidad total.
Las pérdidas de Japdeva, por las razones dichas, superan en mucho varios presupuestos nacionales, mientras los sectores más pobres del país piden a gritos y sin eco migajas presupuestarias para satisfacer alguna de sus necesidades vitales. ¿Ingobernabilidad? ¿Una constituyente? Por favor, no más burlas, no más peleles, no más descrédito internacional, no más castas privilegiadas, no más mafias.
Que la intervención del Gobierno en los muelles se prolongue y ponga fin a este asalto contra el pueblo de Costa Rica, aunque lloren y trinen los de siempre.

  • POR Julio Rodríguez / envela@nacion.com
  • Opinión
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