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Parece desmedida la reacción del periódico La Nación , calificando de corruptos y cínicos a los diputados del PLN , ante el nombramiento de Ofelia Taitelbaum como defensora de los Habitantes. Fue claro desde un inicio que este medio objetaba su candidatura, y que apoyaba la de otro postulante. Sin embargo, sí resultó sorprendente el furor con que atacó una decisión democráticamente adoptada por nuestro Congreso.
No hay nada de malo en que un periódico exprese su opinión política, respecto de este o cualquier otro tema de interés nacional. Sin embargo, sí hay mucho de censurable en que pretenda hacer pasar su opinión como la única que es moral, legítima o responsable.
Cualquier medio de comunicación debe recordar siempre que constituye un interlocutor más del debate público, pero no es un oráculo ni un juez universal. Sus sugerencias pueden ser acatadas por los miembros de los Supremos Poderes, o pueden ser ignoradas. Acatarlas no es ninguna garantía. Ignorarlas no es ninguna atrocidad.
Afirma el editorialista que doña Ofelia asumirá funciones teñida por un "pecado original".
Esto es, que La Nación no le perdonará jamás el haber sido nombrada, y que no importa cuán buena sea en el desempeño de su cargo, arrastrará siempre la condena de este medio, que dice ser un modelo de tolerancia, pero que en la práctica le declara Guerra Santa a todo aquel que desacate sus indicaciones.
Nada malo. El pecado de doña Ofelia fue el haber recibido, desde el principio, el apoyo de sus compañeros de partido. ¿Qué hay de malo en esto? Aunque a algunos no les parezca, las democracias modernas funcionan con partidos políticos; los partidos adoptan decisiones colectivas, y dentro de esas decisiones, algunas de las más importantes son las relacionadas con nombramientos a cargo de la Asamblea Legislativa.
El Partido Liberación Nacional actúa en bloque porque para eso, precisamente, fue creado. Pretender lo contrario no solo es ignorar los postulados fundamentales de nuestro sistema político, sino aspirar a una atomización del poder que es la principal causa del estancamiento por el que muchos, incluido este medio, se rasgan las vestiduras a diario.
El pecado de doña Ofelia fue el haber sido candidata de la mayoría. ¿Y de qué otra forma puede ser? Cuando el editorialista menciona con sorna la frase “ Pa’eso tenemos la mayoría ”, olvida que nuestro partido no tiene mayoría en el Congreso. Doña Ofelia Taitelbaum resultó electa con los votos de varias agrupaciones políticas.
Fue una candidata de mayoría, sí, pero no una candidata impuesta por una fracción legislativa. Contó con el respaldo de 30 personas a quienes el pueblo de Costa Rica les dio el mandato de tomar las decisiones más trascendentales. Esas 30 personas, representantes de seis corrientes políticas distintas, ejercieron su autoridad: eligieron a una persona que reunía todos los atestados requeridos para el cargo, que ha dedicado su carrera profesional al servicio público, y que ha demostrado, con creces, tener el temple necesario para defender a los costarricenses más necesitados.
El pecado de doña Ofelia fue haber sido respaldada por el presidente Óscar Arias. La Nación prefiere que el mandatario se abstenga de manifestar su apoyo a un candidato, a pesar de que son sus mismos periodistas los que asedian al Presidente con preguntas sobre la elección.
Es cierto que don Óscar mencionó como una de las razones para su respaldo el desempeño de doña Ofelia en el Viceministerio de Vivienda, durante su anterior Administración. ¿Es esto un absurdo? Don Óscar conoce de los atestados de la nueva Defensora porque ha trabajado con ella, porque ha sido testigo de su ética laboral y de su espíritu de lucha. Lo que es absurdo es clamar porque los candidatos a puestos de nombramiento político emerjan de medios ajenos a la política, y que un candidato debe recibir más apoyo en cuanto menos se le conozca.
Tal parece que, en el fondo, el verdadero pecado de doña Ofelia fue el no haber sido la candidata escogida por La Nación , cuyo favorito no convenció a ninguno de los grupos parlamentarios.
Por fortuna fue la candidata escogida por la Asamblea Legislativa, que a diferencia de este periódico y de sus colaboradores, sí tiene la representación del pueblo de Costa Rica. Hacerlo de otro modo, solo para congraciarnos con algún influyente columnista, sí resultaría corrupto y cínico.
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