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Página LA TRIBUNA Sábado 25 de Diciembre de 1920 1920 PAGINAS Lo que soñó Fran0000 00 0000000 900 Dodocogebogacedo0000000000000 GLOSA Esta noche ha de nacer Jesús, el Niño del Cielo, para morir en la tierra enclavado en un madero.
Copl, popular Luz que aún el ciego ha de ver, luz de peregrina estrella, luz por su blancura bella Cesta noche ha de nacer. ya abrió los divinos ojos «Jesús, el Niño del Cie o. Cáliz de un lirio que encierra de amores esencia pura, toma humana vestidura para morir en la tierra. en su día postrimero es de espinas su corona, y a sus verdugos perdona enclavado en un madero. y Alvarez Quintero Esta noche, vista el suelo flores donde hubiera abrojos: C 0404040 0 0 0 0 0 0 0404 HO 0 04 bra. I. Francisquito cuenta apenas un año, es el menor de la casa. Es Noche Buena, ruido por toda la casa, Francisquito se siente solo en su lecho y rompe a llorar II. El capataz de los ratones de la casa sube al lecho y oprimiéndole los pies dice a Francisquito:Eh, amigol ya es mucho ruido el tuyo; tu familia se alarma con esos chillidos y yo vivo en perpetua sozoIII. Francisquito quiso ocultarse bajo las sábanas, más el señor Pérez. el capataz de los ratones no se lo consintió y armándose de un enorme tenedor de plata se lleva asido al trinchante y casi chingo al pequeño Francisco.
IV. Una vez Francisquito fuera del lecho, el señor Pérez. el capataz de los ratones, se lo carga a la espalda cual si fuera un morralito. así se fueron después de mucho andar, el señor Pérez que ha sentido en alguna parte un olorcito de queso, se detiene y declara a Francisquito su deseo de echarlo a tierra porque siente que pesa tanto como una tonelada y le esta doliendo la rabadilla.
VI. Dicho y hecho. más en el momento en que Francisquito se prepara a recibir un batacazo en el suelo, una inmensa águila negra lo toma por el camisoncito y lo suspende en el vacío.
anda y anda. 6 0 La NOCHE BUENA del POETA Hace muchos años (como que yo tenía siete. que, al obscurecer de un día de invierno, y después de rerar las tres Ave Marias al toque de Oraciones, me dijo mi padre con yoz solemne. Pedro: esta noche no te acostarás a la misma hora que las gallinas: ya eres grande, y debes cenar con tus padres y con tus hermanos mayores. Esta noche es (Noche bucna. Nunca olvidaré el regocijo con que escuché tales palabras ¡Yo me acostaría tarde!
Dirigí una mirada de desprecio a aquellos de mis hermanos que eran más pequeños que yo, y me puse a discurrir el modo de contar en la escuela, después del día de Reyes, aquella primera aventura, aquella primera calaverada, aquella primera disipación de mi vida.
II clas Animas. como se dice en mi pueblo. En mi pueblo: a noventa leguas de Madrid: a mil leguas del mundo: en un pliegue de Sierra Nevada. Aún me parece veros, padres y hermanos!
Un enorme tronco de encina chis.
porroteaba en medio del hogar: la negra y ancha campana de la chi menea nos cobijaba: en los rincones estaban mis dos abuelas, que aqueIla noche se quedaban en nuestra casa a presidir la ceremonia de familia; en seguida se hallaban mis padres, luego nosotros, y entre nosotros los criados.
Porque en aquella fiesta todos representábamos la «Casa. y a todos debía calentarnos un mismo fuego.
Recuerdo, sí, que los criados estaban de pie y las criadas acurrucadas o de rodillas. Su respetuosa humildad les vedaba ocupar asiento.
Los gatos dormían en el centro del círculo, con la rabadilla vuelta a la lumbre.
Algunos copos de nieve caían por el caſión de la chimenea, ipor aquel camino de los duendes. el viento silbaba a lo lejos, hablándonos de los ausentes, de los pobres, de los caminantes!
Mi padre y mi hermana mayor tocaban el arpa, y yo los acompaña.
ba, a pesar suyo, con una gran zanbomba, que había fabricado aquella tarde con un cántaro roto. Conocéis la canción de los Aguinaldos. la que se canta en los puebios que caen al Oriente del Mulhacem?
Pues a esa música se redujo nuestro concierto Las criadas se encargaron de la parte vocal, y cantaron coplas como la siguiente. Esta noche es Noche buena mañana Navidad; Saca la bota, María, Que me voy a emborrachar todo era bullicio, todo contento.
Los roscos, los mantecados, el alajú, los dulces hechos por las monjas, el rosoli, el aguardiente de guindas, circulaban de mano en mano. se hablaba de ir a la «Misa del Gallos a las doce de la noche, y a los «Pastoresal romper el alba, y de hacer sorbete con la nieve que tapizaba el patio, y de ver el «Nacimiento que habíamos puesto los muchachos en la torre.
De pronto, en medio de aquella alegría, llegó a mis oídos esta copla, cantada por mi abuela paterna. La Noche buena se viene, La Noche buena se va, nosotros nos iremos no volveremos más. pesar de mis pocos años, esta copla me heló el corazón. era que se habían desplegado súbitamente ante mis ojos todos los horizontes melancólicos de la vida.
Fué aquel un rapto de intuición impropia de mi edad; fue milagroso presentimiento; fue un anuncio de los jnefables tedios de la poesía; fue mi primera inspiración. Ello es que vi con una lucidez maravillosa el fatal destino de las tres generaciones allí juntas y que constituían mi familia. Ello es que mis abuelas, mis padres y mis hermanos me parecieron un ejército en marcha, cuya vanguardia entraba ya en la tumba, mientras que la retaguardia no había acabado de salir de la cuna ¡Y aquellas tres generaciones componían un siglo. todos los siglos habrían sido iguales. el nuestro desaparecería como los otros, y como todos los que vinieran después. La Noche buena se viene, La Noche buena se va. Tal es la implacable monotonia del tiempo, el péndulo que oscila en el espacio, la indiferente repetición de los hechos, contrastando con nuestros leves años de peregrinación sobre la tierra. nosotros nos iremos no volveremos más. Concepto horrible, sentencia cruel, euya claridad terminante fue para mí como el primer aviso que me daba la muerte, como el primer gesto que me hacía desde la penumbra del porvenir!
Entonces desfilaron ante mis ojos mil «Noches buenas) pasadas, mil hogares apagados, mil familias que habían cenado juntas y que ya no existían; otros niños, otras alegrías, otros cantos perdidos para siempre; los amores de mis abuelas, sus trajes abolidos, su remota juventud, los recuerdos que les asaltarían en aquel momento; la infancia de mis padres, la primera Noche buena de mi familia; todas aquellas dichas de mi casa anteriores a mis siete años. luego adiviné, y desfilaron también ante mis ojos, mil «Nochesbuenas más, que vendrían periódicamente, robandonos vida y esperanza; alegrias futuras en que no tendríamos parte todos los allí presentes, mis hermanos, que se 65parcirían por la tierra; nuestros padres, que naturalmente morirían antes que nosotros; nosotros) solos en la vida; el siglo XIX sustituido por el siglo XX; aquellas brasas hechas ceniza; mi juventud evaporada, mi ancianidad, mi sepultura, mi memoria póstuma, el olvido de mí; la indiferencia, la ingratitud con que mis nietos vivirían de mi sangre, reirían y gozarían, cuando los gusanos profanaran en mi cabeza el lugar en que entonces concebía todos aquellos pensamientos.
Un río de lágrimas brotó de mis ojos. Se me preguntó por qué lloraba, y, como yo mismo no lo sabía, como no podía discernirlo claramente, como de manera alguna hubiera podido explicarlo, interpretose que tenía sueño y se me mandó acostar.
Lloré, pues, de nuevo con este motivo, y corrieron juntas, por consiguiente, mis primeras lágrimas filosóficas y mis últimas lágrimas pueriles, pudiendo hoy asegurar que aquella noche de insomnio, en que oſ desde la cama el gozoso ruido de una escena a que yo no asistía por ser demasiado niño (según se creyó entonces. o por ser ya demasiado hombre (según deduzco yo ahora. fue una de las más amargas de mí Debi, al cabo, de dormirme, pues no recuerdo si quedaron o no en conversación la Misa del Gallo, la de los Pastores y el sorbete proyec.
tado PEDRO DE ALARCON Eran ya vida.
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