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Págica LA TRIBUNA Miércoles de Noviembre de 1981 EL DE NOVIEMBRE Flores Un mensaje Divina: para una tumba Dia de difuntos Hoy todo es triste, las campanas tienen Los negros ataúdes se entreabrieron, En sus dobles, tristezas funerarias, Las heladas rodillas rechinaron, Los hombres oran, los recuerdos vienen, Las raídas mortajas descendieron al cielo van tañidos y plegarias. en su tumba los muertos se sentaron.
Triste un tañido por el aire inquieto, al contemplar en polvo convertidos Llegó al lugar donde los muertos moran, Las vanidades el poder humanos, en cada tumba dijo al esqueleto: víctimas y esclavos confundidos Despierta de tu sueño, que te lloran. Con cetros y coronas y tiranos, Deja tus horas de quietud tan largas, Se contemplaron los despojos yertos, Contempla las guirnaldas que te traen, sus cóncavos ojos, compasivos, recoge las lágrimas amargas Hacia el cielo elevaron, y los muertos Que gota a gota en tu sepulcro caen. Lanzaron un gemido por los vivos.
Se animó entonces la materia inerte Por largo tiempo en su ataúd dormida, dejando la calma de la muerte Tornó a mirar la lucha de la vida.
Diego Uribe.
Me dices, amada, que para qué son esas flores? Ya lo sabia; cuando las cortó el jardine.
To no hubo en su imaginación ni la más leve idea de para quién eran. Pero tú, amada, has dicho lo que no debías. Sabes para qué son!
Para dárselas a la otra que te roba el corazón Has dicho la verdad; sí, on para la amada ausente, para la que más se quiere. Son para poner sobre una tumba igoorada. Quieren estas flores llegar ungidas por mis lágrimas, las más tiernas y sentidas que derramarán mis cuencas enfermas y mustias. Quieres que yo también le lleve unas flores. Tú lo sabes, amada: cuan.
do las almas sienten la necesi dad de la ternura no preguntan por la salud del corazón. Va.
mos a dejar estas frescas flores que ahora están en nuestras ma nos, porque mañana, jah maña na se habrán marchitado. sí, sábelo bien, este manojo graciosamente elaborado por aquel artista ignorado que suelen llamar jardinero, no es tan fácil de hacer. Lleva otra elocuencia y otra idea, porque precisamen te, es para evocar el recuerdo del ser que se ha ido para lo inabordable.
Con cuánto entusiasmo se ha rá la corona de azahares y el ramillete de rosas que llevarás tu, amada, cuando vayas al altar nupcial. He querido pensar que la corona que llevaré hoy a la tumba para todos desconocida, ha sido hecha con una re verencia mística, casi santa, Ven, amada, vamos pronto a dejar estas que son las flores para ella, la lejana amada de siempre. HERNÁNDEZ Cuando me dijeron que ya había muerto, sorprendido, no di cabida en mi espíritu a ese absurdo.
Me pareció que aquella gente insen ata que hablaba con llanto de tu eterna desaparición, ni te había conocido, ni te había comprendido Yo, había vi to de cerca tus ojos, había sentido más cerca tu boca; la tibieza de tu frente aún la sentía en mi frente.
Yo, conocía tu alma. en todo eso yo sabía que había un efluvio de inmortalidad!
Te recordaba hablándome de Beatriz, la del Dante, pálida de emoción, cuando me decías que querías ser como ella, y que fuese yo como un sueño en pos de ti. eras entonces como luz, como estrella; yo te miraba, entristecido, de verte tan alta, lejos de mí que no podía sentir al unísono de tu alma.
Tú dijiste. Te hiciste mármol?
La Muerte de mi Madre tú, Estrella, respondí.
Cuando me dijeron que ya habías muerto, sorprendido, no di cabida en mi espíritu a ese absurdo.
Bajó mi recuerdo como un monje contrito con su traje gris por la escalinata sombría de mi abismo interior, y allí estabas Tú, inmortal, como fúlgida Es trella.
Por eso, hoy, cuando todos lloran a sus muertos en el apar tado rincón de un cementerio, yo bajo a lo más hondo de mismo a conversar contigo.
LIS Votre maman est au ciel sucedió a la crisis nerviosa de la ver de vez en cuando la cabeza Cloco palabras terribles, ina primera impresión.
hacia aquella tumba doode des pelables. apuñaladoras. Mi madre! lo más querido, capsaba para slempre la madre Corría el mes de Enero del lo más perfecto, lo más sublime cita querida muerta sia ver a su año de 1892, y en un colegio de que existe para un bijo. Mi ma hijo, sent repentioamente algo frailes, perdido en las montañas dre, la que veinte días atrás aúo parecido a la locura, y atrope de los Bajos Pirineos, una tarde me estrechaba entre sus brazos Ilando, tropezando todo cuanto colmándome de besos y caricias me estorbaba en mi trayecto, co glacial en la que la nieve amon tooaba sus copos en los patios Norte de Madrid despidiendo a en los andenes de la estación del paré hasta llegar a la puerta de de recreo llamándome al locutola iglesia de las Calatravas, e rio, el rector con palabra seca y ta al extranjero para no volver su querido y único hijo que par impulsado como por un resorte desabrida, con esas frases en las cai de bruces en el estrado don que el misticismo y rutinarias le a ver jamás. Meses después de se venera a Nuestra Señora regresé a Madrid a pasar las va. de las Angustias, y coatio ué soreglas conventuales, dejan trascacaciones y mi primer Impulso llozando y rogando por el alma y lucir sentimientos naturales ya fue visitar el cementerio de San de mamá.
muertos por la lo diferencia a todo lo mundano me repitió por Isidro donde yacía aquella ma Hoy las borrascas y vicisitu dre.
des de la vida han hecho de dos veces: Cuando conduciéndome de la aquel niño, un hombre casi in Votre maman est au ciel. mano llegué al panteón de fami crédulo, pero no dejo de recordar Mi tieroa edad no me permitía lia, sentí como unas tenazas que a mi madre en día como el de darme cuenta de lo que acababa atarazando mi garganta hacían hoy y si realmeate existe la Glo de perder y automáticameo. Imposible la articulación de fraseria, aquella mujer sio tacha debe te comencé a dar vueltas por alguoa. Semejante al hipo, sollo de ocupar lugar prefereote entre el locutorio prorrumpleado más zos entrecortados, convulsiona los elegidos.
tarde en sollozos intermina baa todo mi ser; poco a poco un Era una saota.
bles. Los primeros quince días copioso llanto me proporcionó una especie de adopadamiento algún alivio.
Quinito de Irazábal ¿Cuántas horas transcurrieron en las cuales de hinojos, ante aquella tumba querida resucitaban recuerdos de mi olñez?
Una hora, dos. tres?
No lo sé; la puesta del sol y la soledad del cementerio, me llamaron a la realidad, y abandoa nando con paso lento no slo vol.
Algunos aspectos del Cementerio General Vistas tomadas ayer en aquel recinto Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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