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GINA DOS. LA TRIBUNA JUEVES, noviembre de 19 EL DIA DE LOS MUERTOS arrebatara la muerte impiadosa, no vemos la soledad de las tu. was anónimas sobre las que apenas se marchita una flor puesta por un ser magnanimo o crece una planta vulgar de cementerio, de las que quita el podador de las otras tumbas, no vemos la quietud hierática de los mausoleos ni sentimos el revuelo de sollozos contenidos que a manera de pájaros invisibles giran en torno del Cementerio.
Estamos solamente sentados junto a nuestra mesa pensando en que hoy es el día de los muertos, y eso basta.
Desfilan por nuestra mente tantos seres desapareciAbandonemos hoy la pluma de las políticas y de las crónicas, hagamos a un lado las fuentes de inspiraciones maldicientes y de sensacionalismos adobados al gusto del lector, detengamos nuestra vertiginosa carrera hacia adelante, demos media vuelta, quitémonos el sombrero respetuosamente, mojemos nuestra pluma en las fuentes del recuerdo y pongámonos a mirar el pasado, que hoy es el día de los muertos, de los que se fueron para siempre jamás, de los que han caído en la jornada rendidos por el peso de los años o tronchados por las injusticias irreparables del destino.
Nosotros los periódicos no los periodistas que llevamos dentro un alma enteramente adversa a nuestra obraque pasamos el año comentando episodios de la vida, descando buenaventura para los viajeros, diciendo alabanzas para nuestras mujeres, dicterios para los hombres públicos, vaticinios para las situaciones y los problemas nacionalesá que vamos con nuestro pensamiento hasta allende los mares y el mismo día que cae un Gabinente extranjero tenemos ea nuestros archivos biografías y en nuestras mentes el juricio sobre personalidad y sus actos; que vamos más allá de lo que se nos cuenta; y que finalmente estamos en todo, e. Francia como en la India, en Palestina como en Guatema13, en lo interno como en lo externo, en lo que nos importa como en lo que no le importa a nadie, debemos este día de los muertos, este día de los recuerdos y de las evocaciones, tener también para los amigos que se fueron, para las glorias desaparecidas, para las damas heDicas que yacen en el misterio de las tumbas y hasta para les desconocidos que han pasado por esta vida ignorados: una página de sentimiento que sea como una ofrenda sincra que demuestre el alma del periódico, de este pedazo de papel manchado, que no por ser hijo legítimo de la incisereción, nieto de la insensibilidad y de la indiferencia, codos, tantos jóvenes a quienes tratamos en la intimidad, tos ancianos venerables, tantos hombres útiles, tantos roes muertos por la patria, tantas mujeres bellas que se tinguieron como se extingue una flor, como se muere pájaro, tantas madres que al abandonar la vida rodaron bre sus lechos todo el caudal de sus lágrimas para beni cir a los hijos; y esta sucesión interminable de recuer basta para exaltar nuestra sensibilidad y para poner nuestras cuartillas, junto a un manchón de tinta o un ben involuntario, la gota cristalina de una lágrima que se capa en sincero holocausto de los muertos. es maravillosa la influencia del recuerdo sobre els timiento cuando éste se exalta sin el control de la duda, tenemos hoy valladar alguno para darle rienda suelta al razón. Bien sabemos que nuestras líneas llegarán propio a todos los hogares porque en cada uno de ellos se ha vantado en este día la imagen de los seres queridos desaparecieron en infausta hora, por obedecer tal es ley a ese sino inevitable de la vida que manda aban narla en cualquier momento, silenciosamente.
Todos tenemos un pedazo de tierra bendito sembra con carne de nuestra carne y regado con sangre de nu tra sangre, donde ir a colocar una corona de flores o cu do menos, donde ir a rezar una oración. para todos ellos, los vivos y los muertos, va esti esta página.
Para aquel que en este día aviva su dolor por la bi na madrecita que se fue, para el que llora al ma que llora al hermano, para el que llora al amigo, para que llora al compatriota. sobre todo, para las novias muertas que pasaron y esta vida gustando apenas la miel de la felicidad. Pa ellas es nuestro mayor recuerdo. Las mujeres jóvenes a intentaron amar o que amaron por una hora y se mand GEREDE SOTO ¿LA FIESTA DE LOS MUERTOS?
Joviales muchachas vinieron esta tarde al camposanto trayendo muchas flores. las flores, rojas, azules, amarillas, blancas, que trajeron las manos frescas de las muchachas, cubrieron como una alegre lluvia primaveral la pátina de los sepulcros. Sonrisas había en todas las flores y flores en todas las sonrisas. Ay, en el almanaque de los tiempos está este día en que los vivos deben acordarse oficialmente de los muertos! ellos vendrán, obligados por la disciplina a divertirse un poco haciendo comentarios bajos sobre la paz de las sepulturas. Si hubiera códigos razonables, la guardia los sacaría de los cementerios a bayoneta calada.
El de Noviembre rreligionario de Voltaire, discípulo de Cristo y amigo del Tabor y admirador del Calvario, deja de tener sus momentos de absoluta sentimentalidad, como una dulce niña, como un poeta de la bohemia.
Sentados a la mesa de redacción pensamos de antemano en que hoy es el día de los muertos. Nada nos lo indica, sino el calendario implacable que va marcando con antelación y con frieza las fechas de regocijos y de pesares.
El tiempo ha cambiado muy poco. Todavía los días grises se prolongan con su quietud inalterable. Apenas una ráfaga de viento nos anuncia el rompimiento de los nortes que habrán de venir a poner en la naturaleza un aspecto distinto.
Pero la hoja inflexible del calendario es suficiente para nosotros aun cuando diferente de los demás, tenemos que estrujarnos el corazón un día antes, sin tener como los otros, el motivo exterior que brinda el pesar a borbotones.
No oímos los dobles macabros de las campanas quejumbrosas, no vemos el paso de mujeres enlutadas y pálidas que llevan pintado en sus rostros el dolor del recuerdo, no vemos la llegada al cementerio de esa caravana de flores simbólicas, cuidadas para que se vayan a marchitar sobre las tumbas de los seres queridos, no oímos los cánticos del sacerdote que ruega por el alma de los muertos, no contemplamos a la anciana débil y enflaquecida que con sus cabellos blancos y sus ojos hundidos por el Hanto, llega a arrodillarse dolorosamente sobre la tumba del hijo único que le Este es el gran día de oración su mansión muy en breve, y que el para los muertos.
polvo del olvido y las secas flores Todos los pensamientos se diri de la ingratitud de los vivos han gen en ese día hacia el Camposan de cubrir la rica caja mortuoria to, donde reposan los restos de se que encierra sus cenizas. Han ido res queridos y mil plegarias vuelan al cementerio como a una feria y en alas de la fe y del dulce amor vuelven de él sin haber hecho ninhasta el trono del Eterno, en de guna reflexión saludable, sin haber manda de misericordia para sus al aprendido cosa alguna de provecho mas envueltos en la misma atmósfera de El Composanto. Qué teatro a vanidad que respiraban cuando pequél tan inmenso y fecundo en re netraron en aquella región que deflexiones para el espíritu humano, bier ser para todos de dolor y de donde no oficia más que el sacer llanto dote del dolor.
Tan cierto es que el hombre se Id el de noviembre, gentes mun parece a la flor, que nacida, por la danas a aquella región de perpetuo mañana, por la tarde desparrama ya silencio; id a la ciudad de los muer al viento sus hojas marchitas, que tos, y deteneos ante alguna sepultu ballamos luego confundidas en el ra a meditar siquiera un instante. polvo. Sin embargo, los hombres miran Terrible y profundo misterio es y pasan de largo con indiferencia la vida, en verdad, para los homglacial, sin ocurrirseles pensar por bres sin Dios y sin fe; admitamos ¿Dónde está allt la ciencia, la las luminosas y contundentes manihermosura, el fausto, el poder, el festaciones que nos da la vida espiorgullo vano y la maldicente im rita que es toda ternura, desinterés, piedad de tantos hombres?
que es el libro santo en que los pueTodo ha desaparecido. Sólo según la ley de Dios, a una vida inven ataúdes que encierran yertas terminable y llena de delicias, a la cenizas; ataúdes cubiertos de polvo que se pasa dulcemente por el suequizás, y de flores secas, que cada no de la muerte.
una de aquéllas parece evocar un blos escriben hoy con letras de fue.
recuerdo en mi memoria, recuerdo go la eterna memoria de sus pasatriste como la sombra de la noche. tervienen funcionarios públicos.
Más triste aun que la losa que cu das existencias, que nos enseña a bre los restos de los seres queri amar y perdonar y devolver amor dos de un corazón, revelándose así por odio.
a la vez en lo que va a parar la Bienaventurados los que conocen humana grandeza en el instante de y profesan esta doctrina celestial: la muerte y cuando finalmente los que no hay amarguras duraderas ni vivos olvidan a los que partieron de hay muerte perpetua; saben que la este mundo a pesar de las mult. vida es una jornada de dolor, que plicadas protestas y promesas repe da derechos al hombre que vive setidas de imperecederos reeuerdos.
un momento que aquella ha de ser JESUS AT FARO ron sin haber dado el primer beso, con el corazón apenas abierto, con el alma apenas iniciada.
También tenemos especial sentir para los que en el suelo extranjero dejaron la existencia, para los que sin poder volver a la tierra natal, han tenido que depositar la carga de su cuerpo en los cementerios de alejadas patrias, volviendo sus ojos y sus espíritus hacia nosotros como en demanda de socorro, como en reclamo de retorno. Para ellos, que en el lujo de las alcobas propias o en los humildes lechos de hospital han muerto sin volver a ver a los seres amados, no podemos menos que consagrar la mejor de nuestras palabras de sentimiento. Para ellos, para María Isabel Lara y María Rosa Rampazzini, por ejemplo, no sólo dedicamos estas frases, sino que vamos con nuestra mente a depositar sobre sus tumbas olvidadas acaso en regiones desconocidas, un ramo de flores de cariño ya que no podemos realizar el milagro de traernos esas amadas sepulturas a reposar en el seno de la madre patria, donde ansiaran tener como los otros muertos tantas ofrendas, tantas lágrimas, tantos rezos, tantas margaritas, tantos cipreses.
Por todos los muertos, por todos los seres que abandonaron esta vida, escribimos esta página luctuosa y sincera.
LA TRIBUNA renueva su condolencia a la sociedad costarricense y los acompaña de todo corazón en esta fecha en que se avivan los justos dolores familiares.
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