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PAGINA QUATRO. LA TRIBUNA Domingo 26 de Nov. de 1922 LOS ACONTECIMIENTOS DE LA SEMANA Este acontecimiento merece quese tome en cuenta. Es que vamos a firmar pactos en unión con los Es tados Unidos. Es que vamos a desarmarnos todas las na.
ciones contratantes. Qué vamos a hacer juntos?
No lo sabemos, ni habrá quién lo explique.
Pero los Estados Unidos concurrirán a las Conferencias Centroamericanas y punto en boca.
jote. Desde que saltan las personas a la arena, vida nuestra es enjuta como el rostro de don Quino se vuelven a separar un solo minuto de la actualidad, hasta que la muerte civil la gran innovadora o el olvido el gran reparador, las cubre o las desecha. No es, pues, culpa nuestra el no cambiar de nombres. Tenemos que conformarnos con barajar aspectos y así, en cada dia, muy a pesar del públicoy muy a pesar nuestro, no podemos prescindir del discurso presidencial, del gesto de don Ricardo, del problema centroamericano, de la absorción del Norte, eternos lugares comunes de esta tierra en donde ya se va haciendo necesario dar un vuelco a las frases hechas, a las situaciones formadas de la política y de la vida, o cambiar el cilindro del organillo, y darle vuelta al manubrio, aun cuando esa vuelta para ser nueva tenga que ser a la inversa.
Al tomar la pluma para comentar sucesos, sentimos hondamente la necesidad, la imperiosa necesidad de la renovación. Nos vamos haciendo revolucionarios.
Nos aburre ya Soley Güell con su empréstito, nos aburre también la protesta unánime del público contra don Julio y contra Coronadito, nos espanta ya la ética del Congreso, nos aturde la eterna protesta del obrerismo sin oriente y sin brújula, nos llenan de terror el petróleo y los contratos, nos sentimos, pues, en una palabra, anonadados por un sin fin de nombres y de cosas que se han endiosado de la opinión contraria y favorable. sin suficientes ejecutorias las más de las veces sin suficientes méritos, para obtener más de una simple nota del periódico, o más de un comentario pasajero, como los que se aplican a los hechos cotidianos, sin importancia y sin relieve.
Pero que vamos a hacer. Nos toca únicamente quemarnos las pestañas a la luz de los comentarios, para, al menos, pasar el rato en divagaciones y en entretenidos juicios.
la altiva mirada sobre sus contendientes y el brazo levantado como el de la estatua de La Libertad, que se alza imponente a la entrada de Nueva York.
La opinión deseaba ver a don Ricardo en esa actitud; pero el eterno despreciador de méritos, se sienta en su sillón vetusto de Cartago, ahueca la voz, aguza el ingenio y, haciendo frases, prefiere su silencia, su soledad; y se niega a ir.
Pero la opinión insiste. Cosa rara por cierto, cosa insólita, que a don Ricardo se le exija y se le pida más de lo que quiere dar.
Es un caso de rebeldía inusitado y alarmante. Qué pasa?
Se han vuelto locos los costarricenses que han osado ponerse al frente del coloso?
Don Ricardo debe mirar con ojos de susto la actitud de sus conciudadanos. Debe estar receloso de tal evolución.
Ha visto que el Sr. Presidente lo envía; ha visto que los ex Presidentes están unísonos en pensar que conviene su viaje; ha visto que sus compañeros de Cámara lo alientan; ha visto que Vicentico, el del Diario del Comercio. lo empuja; ha visto que el pueblo aplaude, y entonces, pensando muy bien, como sólo él puede hacerlo, como sólo a él es dado hacerlo, ha contestado enérgicamente. Señores, no voy.
Maravilloso don Ricardo, maravilloso. Nosotros, con perdón de la opinión, aplaudimos su actitud y le estrechamos la mano.
Sin embargo de todo esto, cualquier gesto de don Ricardo sobresale del nivel común de las cosas sin importancia. Don Ricardo es un caso típico y único en la vida costarricense. Es el mentor que DON RICARDO SE NIEGA siempre tiene razón. Si don IR WASHINGTON Ricardo va a Washington, el público aplaude; si don Ricardo prefiere sus soledades, el público también aplaude. Cabe decir de él, como se decía de Voltaire, que cuando manifestaba que estaba con la razón, difícilmente la tenía otro.
Le era fiel como una esclava es que don Ricardo es nuestro Voltaire. Si es verdad que no tiene la sonrisa irónica en los labios para reirse del mundo entero y hasta de sus propios actos, en cambio tiene el gesto de Juan Jacobo Rousseau, aquel que lo convertía todo en desprecio. Es Voltaire en cuanto a pensamiento y criterio de las cosas. Para él lo esencial es su originalidad, su olímpica altura, y su poder sobre la opinión.
Pero he aquí que esta vez, la opinión, su eterna aliada, hace un esfuerzo por permanecer fiel a la razón y le traiciona humilde y silenciosa; pero le traiciona y no aplau.
de sus gestos, ni glorifica sus palabras, ni se aprende de memoria sus gráficas frases que tienen el brillo y el filo de la espada.
La opinión se divorcia de su dueño. Quería que don Ricardo fuera a Washington, que se le enfrentara a Mr.
Hughes, que allá se irguiera magestuoso y potente, para rechazarlo todo, para negarlo todo, para despreciarlo todo; no con la huída diplomática, ni con la habilidad más o menos disimulada de un ingenio, sino con la palabra en los labios, Pero hemos hecho mal, muy mal, en pensar que el problema de las Conferencias Centroamericanas que se van a celebrar en Washington y el secreto, está es la ida o no ida de don Ricardo; cuando lo LOS ESTADOS UNIDOS cierto, lo verdadero, la clave de CENTRO AMERICA la cuestión, es la asistencia de los Estados Unidos a esas Conferencias, con carácter oficial, como miembros de una misma familia, como tutores, como árbitros. Ese es el problema que de consuno, sin la más leve protesta ni comentario, hemos dejado pasar inadvertido, y lo hemos aceptado sin reservas.
Mediante un movimiento de opinión que comunica su criterio al Gobierno, rechazamos hace poco el Pacto del Tacoma que ordenaba en sus cláusulas estas conferencias.
Muy bien. Aplausos sonoros en toda la barra.
Pero luego nos asustamos de haber tenido ese gesto ante el Coloso del Norte, patrocinador y tramoyista de estas cosas, y aceptamos cayendo en contradicción lastimosa concurrir a dichas conferencias, fundándonos en las razones de que no sabíamos bien las ventajas que pudieran deducirse de ellas. Pero eso habría sido poco; eso habría sido una complacencia fraternal; eso merecía el perdón. Mas. lo trascendental está en que luego, el Tío Sam, cuando ya contaba con los huéspedes sentados en su casa, se quita el alto sombrero de copa pintado de barras y estrellas, hace una genuflexión cordial y atenta y pide permiso para sentarse allí, en un rinconeito de su propia sala, en un asiento desocupado que olvidado se quedó y propone entrar en conversaciones amenas con los centroamericanos. los cerroamericanos lo aceptan tranquilamente, pacíficamente, dócilmente. Oh, Mr. Tío Sam hari dicho al visitante humilde y simpático cuánto bueno por aquí. Pase usted, siéntese, está en su casa.
Muy bien, excelente como caballeros atentos; pero, se hace necesario una orientación en nuestros actos.
Si somos informales, si para respetar nuestros tratados, necesitamos de una nación poderosa que nos cuide, para qué hacer esos tratados. Para qué ir a firmar papeles sin trascendencia y sin finalidad. Quién nos obliga?
Vivamos nuestras propias vidas hasta donde sea posible, hasta donde podamos; pero con honor y con gloria. si somos naciones dispuestas a respetarnos hablamos en general de Centro América a qué buscar tutorías?
Seamos amigos de los Estados Unidos. Conservemos con esa grandiosa nación del Norte una estrecha amistad, vinculémonos cada día más con sus progresos económicos y científicos y cívicos y sociales; pero aqué entregarles lo que no nos pertenece ni a nosotros mismos, como es la independencia en todos y cada uno de nuestros actos?
Pero si no hay remedio. Si la soberana voluntad del grande se impone atentamente y no hay otro camino que tomar, entonces, siquiera entonces, hablemos de la cosa, discutamos el asunto, interroguemos la opinión pública y que ella decida, como es natural, lo que tenga a bien hacer en presencia de lo inevitable.
El señor Presidente tuvo el gesto abonado sea a su vida pública, pero luego se arrepintió y obligados por una apremiante fecha, hemos aceptado compartir nuestros destinos con Washington.
El señor Doval Bravo, más Bravo que Doval, supo que don Ricardo Gómez Carrillo se había expresado en térmi nos despectivos de la Guardia Civil Española. Ustedes conocen al seice EL INCIDENTE DEL DIA Doval Bravo?
Bien. Pero ustedes no han visto al señor Doval, bravo, y es esto lo que sólo y única mente ha visto el señor Gómez Carrillo, quien, en sus ir gas peregrinaciones, habrá visto muchas cosas, muchísimas cosas, pero tan pintorescas como ésta, nunca.
Ahorramos los detalles, no sea que con el recuerdos agraven los dolores y vamos de paso a los comentarios. Qué comentan ustedes. ver, qué comentan ustedes?
Peligrosilla es la demanda. verdad?
Por lo que hace al señor Gómez Carrillo, cabe decir que es lástima grande su padecimiento, pues nos ha pri vado de oir sus amenas y sabrosas conferencias, tan anun ciadas y tan ansiadas. Porque si es verdad que Lilito la leyó, no es suficiente; Lilito es familiar; creemos que no hay persona en Costa Rica que haya dejado de oir a li lito algunas veces; pero en cambio, la figura elegante de señor Gómez Carrillo se escapó a nuestra retina, con per juicio de la estética y de la fonética.
Sentimos de veras lo sucedido. Al cabo, el físico de señor Gómez Carrillo nos era muy simpático, eminente mente simpático, y no podemos ver con ojos de invieren cia que se lo hayan desfigurado. Igual que nosotros piensa las damas que esperaban camafeos.
Hacemos votos por su salud, y no perdemos la espe ranza de oirlo.
Ahora, por lo que hace al señor Doval Bravo, la cosa cambia. Podría el señor Doval. a secas, sin el Bravo, en viarnos una listita de lo que podríamos decir y comentar!
Porque a la verdad, nosotros, pues, no nos atrevemos, Es cuestión de amor propio. Nos queremos mucho y esti, mamos el físico, más que el propio señor Gómez Carrillo, Pero basta de bromas. Esos son asuntos serios que desde hace una semana se están arreglando, con un duelo que se llevará a cabo para las Calendas.
Vamos a la parte principal del asunto.
La gente ha creído que este hecho ha revelado al ñor Doval como poco ecuánime. Tal vez. Estamos tan aco tumbrados a la libertad, que nos molesta que se nos res trinja; pero, viendo las cosas bien, el señor Doval es ta humano como cualquier otro, y mientras no sea autoridad puede hacer de su capa un sayo. Que dice el Sr. Gómez Carrillo que él no atacó nada Bueno, pues es un adelanto por si las llega a atacar mientras tanto, esperemos el fallo de la opinión, de los tribunales de honor, de don Ricardo y del Congresi Nosotros solamente nos dolemos, no tanto como el pro pio agredido, pero sí nos dolem os muy sinceramente de qu haya sucedido este hecho entre dos apreciables huéspede del país.
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