Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Domingo 14 de Enero de 1923 LA TRIBUNA PAGINA CINCO Don José Balta y el contrato petrolero de la Richmond Levering Company Inc.
Mi respuesta TE El señor José Balta, quien fue conocido aquí por haber estado al frente de la oficina llamada Dirección de Minería y Petróleo. al prepararse para abandonar este país y volver al Perú, de donde es él, dió un té a un grupo de amigos, a guisa de despedida y al mismo tiempo de desahogo, porque en vez de um grato y familiar convivio en el cual la mesa no fuera más que un pretexto para cruzar frases amables y decir pensamientos altos, Balta quiso declarar entonces por qué había caído de su posición de Jefe de la oficina de minería y petróleo y cobrarme a mí particularmente las razones de su caída, circunstancias estas bastantes para amargarle el té a los pocos amigos que pudo reunir Balta y que hicieron de esa fiesta una cosa funeral. Se dijera que Balta se había resuelto a beber la cicuta de Sócrates. Por lo menos, el discurso que pronunció allí y que fieles amigos de Balta han hecho reproducir en un periódico vespertino de esta ciudad, lo hacen sentir así: Si el discurso no tiene el corte de la Apología del filósofo de Atenas, no deja por eso de ser una apología; ólo que en ella me ha tocado la peor tajada.
En la primera parte de su discurso, Balta dice a sus amigos cómo la oficina que él regentaba encontró poca aceptación en el público y cómo esa falta de simpatía llegó hasta el Congreso y cómo el Congreso para terminar prácticamente con ese nuevo mecanismo injertado en la administración pública, optó por rebajar el sueldo del Director y cómo este Director no se contentó con la asignacón que le hizo el Congreso. y puso su renuncia. Luego, fue el público por una parte y el Congreso Nacional por otra, los que hicieron caer a Balta, según su manera de decir, porque lo que en Balta ha sucedido no es tanto una caída, sino una simple y modesta renuncia. Pero en la segunda parte de su discurso, acaso la más importante, Balta se contradice evidentemente, pues quiere que sea yo y no el público costarricense, o el Congreso Nacional, quien tuvo la culpa de su renuncia de Director de la oficina dicha, oficina, por cierto, creada por insinuaciones de él mismo, quien se hizo pasar por hombre experto en cosas de minería y en cuestiones petroleras y a quien, como siempre sucede, le creyeron los costarricenses ingenuamente, bien por la falta de experiencia en estos negocios, bien por preocupaciones muy justas, bien por esa liberal piedad que en este hogar de América se tiene por todos los desterrados del Continente. Pero fuí yo realmente el culpable de su desgracia. Fuí yo quien trabajé en el ánimo de los funcionarios públicos, directa o indirectamente, mediante insidiosas y viperinas insinuaciones y alusiones. Fuí yo quien le dí el golpe decisivo? Se refiere Balta a la fotografía de un yn pel que tiene grande atingencia con su salida violenta de la Dirección de Minería y Petróleo, y que al decir de él yo logré fotografiarlo y lo presente a los funcionarios públicos y, ello sirvió para que esos funcionarios se fomiaran conciencia de quién era Balta y tuvo fuerza para cont sibuir a su caída. Ahora bien. cuántos meses trascurrieron desde la caída de Balta hasta el día en que dió el té de despedida de sus pocos amigos? pregunto adás, era desconocida del público la circunstancia que motivó la renuncia de Balta, es decir, era desconocido del público el hecho de la existencia del bordereau a que se refiere Balta en su discurso? No, ese hecho trascendió al público desde el primer momento y como entrañaba una conducta censurable, también desde aquel instante ese mismo público, en los círculos de las personas y por medio de la prensa, estuvo haciendo fuerte presión para que Balta se justificara de su actitud. Pero Balta se mostró entonces indiferente al juicio de los ciudadanos de esta Nación y en cambio se dedicó a dictår algunas conferencias sobre asuntos mineros en la Escuela de Derecho. El tenía una grande obligación moral de explicar su conducta, como la tiene todo funcionario público; también tenía el derecho de acudir a los tribunales de justicia si las acusaciones de que era víctima le ofendían sin razón, y finalmente, hay motivo para creer que él no era del todo indiferente a los cargos que le résultaban del susodicho papel, pues en su discurso del té demuestra que, como la mayor parte de los hombres, tiene aprecio de sí mismo y es puntilloso en las cosas que tocan a su honor. Por qué retardó él la hora de hacer su apología para una ocasión tan poco propicia como era aquella en que él se iba a ausentar del país y ya tenía comprado el pasaje y listos sus pasaportes. Por qué no apuró la cicuta desde el primer momento? por qué no tuvo la precaución de publicar junto, con la carta de don Leonidas Ponce y Cier y de la de don Jorge Moreno, el texto del documento a que hace referencia. Es que tiene interés en que ese papel permanezca en el misterio? Allá él y sus amigos y yo mismo lo dejara tranquilo, ateniéndome a un principio común de caballerosidad, como es el de respetar la ausencia de las personas, puesto que Balta ha puesto mar de por medio, si también razones morales muy justas no me obligaran a recoger algunas partes del discurso suyo. Esas razones morales son las que me ligan con la respetable casa que represento en este país, la Richmond Levering Co. de New York y las que me ligan, por razón natural, con los funcionarios de esta República con quienes he estado en comunicación, personalmente o por medio de mi abogado.
Además, sé lo que quiere Balta: Sé que quiere envolverme en la atmósfera pesada las desventuras petroleras en este país, pero no lo conseguirá, porque estoy satisfecho en mi conciencia de cómo he manejado mis negocios en las esferas oficiales en donde he demostrado siempre un profundo respeto por las instituciones y por los hombres. En cuanto al negocio mismo, no he querido sino ajustarme a los intereses de la República y se ha formalizado un contrato, que según la expresión de uno de los señores Diputados, bien puede servir como de norma general para las contrataciones en el futuro. Para atribuirme Balta la culpa de su caída, afirma que yo obtuve el contrato para la Richmond Levering Co. sorpresivamente, festinatoriamente, lesiva para la República. sin conocimiento de la Dirección de Minería y Petróleo. luego se complace en hacer sentir entre el pequeño círculo de sus amigos, que él como Director de aquel departamento, adversó el contrato y que fue por esa actitud suya que hubo de buscarse la manera de hacerlo desaparecer.
Contra el cargo de sorpresa, me bastará con relatar brevemente el proceso de la contratación para destruirlo fácilmente. En ello yo no he hecho más que someterme a los trámites administrativos. Mi abogado y yo presentamos un borrador de contrato a la Secretaría de Fomento.
El señor Secretario de Fomento, don Narciso Blanco, solicitó un informe de la Dirección de Minería y Petróleo, ya en funciones. Como ese informé no se diera por razones que sólo sabe Balta y como se le estaba dando largas al tempo, y yo venía a tratar con la República de una mane ra seria y respetuosa, mi abogado consiguió, para facilitar el trámite del negocio, que le fuera encomendado al Lic.
don Alejandro Alvarado, Secretario de Relaciones Exteriores, el único Abogado en el Gabinete del señor Presidente Acosta, y persona de recomendable juicio jurídico, a quien el Gobierno encomendó también el estudio de las cuestiones pendientes con la Amory y con la Sinclair. Con el Lic. Alvarado estudió mi abogado minuciosamente, artículo por artículo y frase por frase, el proyecto de contrato hasta ponerlo en forma de ser presentado al Consejo de Gobierno. Ya listo para ello, mi abogado discutió en tres o cuatro ocasiones, la fórmula definitiva del negocio en Consejo de Gobierno y no fue sino hasta entonces que se puso en el libro de contratos que Heva la Seeretaria de Fomento. Hasta en este instante. qué puede haber de sorpresivo o de festinatorio en el negocio? Nada, sino lo que tenga en la cabeza Balta! Basta la intervención del Lic. Alvarado para que los costarricenses comprendan que el cargo de Balh es sencillamente inocente; para no considerarlo de otra manera, y el hecho del conocimiento que tuvo del asunto, el Consejo de Gobierno, es motivo suficiente para que la acusación de Balta se quede en el aire. Es de advertir, además, que el contrato fue pedido el día 16 de noviembre de 1921 y fue formalizado finalmente el 16 de febrero de 1922. En esta fecha el contrato quedó terminado, la partes ligadas jurídica y moralmente y el negocio en condiciones de ser pasado al Congreso para su aprohación o improbación. Por qué considera Balta que el contrato fue obtenido en el Poder Ejecutivo de una manera clandestina? Por dos razones, según el: Porque fue hecho en violación del Acuerdo No. 116 que dejaba en suspenso todos los proyec tos de contratos petroleros, hasta tanto no se dictara una ley general, y porque el contrato fue hecho sin conocimiento de la Oficina de Minería y Petróleo.
La violación a que él alude no podía existir, porque el Acuerdo No. 116 no era más que una medida doméstica de carácter meramente administrativo. Con ese Acuerdo el Gobierno no quiso sino ponerle freno a una serie, que ya se iba haciendo interminable, de solicitudes de contratos petroleros y hacerle espera a la pretensión que abrigaron algunos de dictar una ley general sobre negocios petroleros, idea insólita, si se pone buen sentido en considerar la cosa, tomando en cuenta que no puede haber una ley general en donde no hay materia a que referirse, y la exploración y explotación del petróleo en Costa Rica es todavía una cuestión de ensayo. Pero además, el Acuerdo citado no tenía la virtud de suspender la contratación petrolera; no resulta del espíritu del mismo, la idea de que el Gobierno quisiera cerrar severamente las puertas a las solicitudes de contrato, pues bien podían aceptarse los convenios sin perjuicio de ajustarlos a principios generales y aun a los de una ley general. Fuera de que el Acuerdo venía a ser una medida de carácter incidental. En cualquier momento pudo quedar sin efecto, por resolución del funcio Sot 206 nario que lo había dictado y tomando en cuenta los más atendibles intereses de la República.
Que el contrato haya sido hecho sin conocimiento de la Dirección de Minería y, Petróleo, no constituye ni siquiera un error administrativo, ni menos aún una circunstancia de clandestinidad. El señor Balta le da mucha importancia a su oficina, sea desde el punto de vista técnico o sea desde su punto de vista profesional o personal, por que se ve que es persona en extremo susceptible, aunque aparente a veces lo contrario. Pero no se trataba del oráculo de Delfos. El Ejecutivo, al crear ese Departamento no pretendió esclavizarse a su mecanismo, ni era ello natural.
La Administración Pública, debe ser pronta y fácil como la justicia, y las instituciones se forman precisamente para facilitar la tramitación de los asuntos públicos o privados.
La oficina que regentaba Balta era una simple institución auxiliar de la Secretaría de Fomento, meramente ilustrativa y no llamada a dictar resoluciones. ella le fue encomendado el estudio de todos los asuntos relacionados con el petróleo, sustancias similares y minas en general y la vigilancia del buen cumplimiento de los contratos existentes sobre minas y petróleo, y nada más. Balta creyó otra cosa; creyó que se le otorgaban poderes dictatoriales y que sin sus fallos no podía la República hacer la guerra o la paz. Cuestiones de idiosincracia propia de cierta clase de empleados; a veces el sacristán cree que la iglesia le pertenece y que es su casa propia.
Formalizado el contrato con el Ejecutivo, pudo ser enviado al Congreso para su discusión final, pero hubo entonces oportunidad para que Balta metiera baza en el asunto. Se retiró de la Secretaría de Relaciones el Lic. Alvarado, vino don José Andrés Coronado a ocupar su lugar y también, por ausencia de don Narciso Blanco, el mismo señor Coronado se hizo cargo de la Secretaría de Fomento. Se creyó, sea por insinuaciones de Balta, sea noy propio criterio, que era el momento de discutir la validez de mi contrato y esto le vino a Balta como a pedir de boca.
Dictaminó en contra de la validez dei contrato en virtud de haber sido hecho en contra del Acuerdo No. 116. Qué trascendencia pudo tener esto? Ninguna, ninguna para que mi abogado y yo creyéramos que Balta era en nuestro camino una montaña ni para perder tiempo rear pensar la manera de quitarlo de en medio. El Djecutivo mandó al Congreso el proyecto de ley general y mi contrato.
Acompañó además, copia de una exposición nuestra en la cual manifestábamos nuestra disposición de aceptar un ajus tamiento racional entre la ley general y nuestro contrato. Pudo hacerse eso eon el asentimiento de Balta o a pesar suyo? Mi abogado y yo creemos sí, porque sería inaudito y en ningún sistema de Gobierno se concibe, que los Poderes Públicos cedan sus facultades a las instituciones subalternas, y la Dirección de Minería, no era en este orden de asuntos más que una antesala de la Secretaría de Fomento.
Si se me pudiera acusar de excesiva diligencia en la tramitación del negocio, ello proviene de que yo tenía un depósito en el Gobierno de veinticinco mil colones y de que represento uma casa respetable y debo a ella toda la acuciosidad necesaria en el cumplimiento de mis oblgaciones.
Nunca creí que Balta me fuera un estorbo, pero de haberlo sido, creo que habría tenido razón en quejarme te él cuando el Gobierno me había abierto las puertas para celebrar una contratación, Lo que él dice de lesivo del contrato para la República, es baldío. El puede haberse vuelto al Perú creyendo que había pasado unas cuantas horas en una cafreria eentroamericana, pero yo sigo creyendo que los hombres que gobiernan a esta República, por ley natural, son más patriotas que Balta en Costa Rica y que sin pretensiones de ninguna clase, pueden darse cuenta de la naturaleza y trascendencia de los negocios como el mio, sin que necesiten de las sentencias sibilinas de Balta.
No quiero dejar de decir que el Lic. Alvarado postergó el entrar a conocer del negocio hasta tanto no llegaron informes del representante de Costa Rica en Washington, acerca de la firma Richmond Levering Co. contra la cual se había creado cierta atmósfera en Costa Rica, y eso es bastante recomendatorio de la prudencia con que procedió siempre el Lic. Alvarado. ningún interés tendría yo en defenderme de acusaciones de Balta o de sus ad láteres, si no sintiera que esås acusaciones en vez de herirme a mí, maltratan de manera injusta a las autoridades de este país, y estimo de mi deber declarar que Balta falta a todos los deberes humanos, cuando al abandonar esta tierra, quiere dejar sobre los altos funcionarios públicos, el peso infamante de una duda sobre su manera de conducirse en el desempeño de sus cargos. Cábeles más bien el alto valor moral de haber libertado el servicio administrativo de un elemento no deseable. BERGER, KA Apoderado de Richmond Levering Co. Ino.
TAT Har OTO Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
Este documento no posee notas.