Guardar

PAGINA CUATRO LA TRIBUNA Sábado 18 de Agosto de 1923 Del recital de antenoche en el Teatro Nacional Discurso del Lic. Alvarado Quirós Señoras, Señoritas y Caballeros. Vengo a evocar ante vosotros la imagen de aquella dulce artista que se llamó Zelmira Segreda de Capella, cuando a la inversa del amargo verso de Musset, no es tarde todavía para pensar en ella, cuando su alma penetra apenas en el bosquecillo rumoroso de laureles y escucha las músicas divinas con que de seguro ha sido acogida en la Mansión de los Inmortales.
Vengo a cumplir un deber, a expresar en nombre de un grupo numeroso de nuestra sociedad el alto oncepto que nos merecía la mujer y la artista. Con ella enterramos páginas de nuestra juventud.
ex juisitos recuerdos de alegres fiestas, conmovedoras evocaciones de las horas de tristeza, vibrantes exaltaciones de patriotismo, porque fue su VOZ como un símbolo, porque fue ella para nosotros, como una bella personificación de la música y estoy seguro que de escucharme, sería éste el elogio que podría serle más grato, al punto de inundarse de lágrimas sus ojos. Ha muerto joven, en la plenitud de la vida, en el momento en que su prestigio se había afirmado por años de esfuerzo y por éxito incesante, cuando ya las sílabas de su lindo nombre erum rayos de gloria para su país. Así tería que suceder. Cantó el Stabat Mater, el viernes santo y sus acentos conmovedores que llenaron el templo de Nuestra Señora de Soledad fueron como su adiós a la vida: no lo sabían tal vez los que oyeron aquellos trinos en que puso toda su ternura, aquellas notas agudas tan límpidas impregnadas de tristeza; su canto que fue un himno para María y im adiós a este valle para ella tan querido en el cual discurrió el poema de su existencia, fue como el último destello de un espléndido crepúsculo. Zelmira cayó en su lecho momentos después, para no levantarse más. Como los grandes artistas, había agotado prematuramente el fuego vital y sólo le quedaba contemplarse lentamente morir, consumida por un amor divino por lo que fue para ella el culto y la pasión dominante y después su delirio de enferma.
Sus funerales fueron excepcionlmente solemnes. Siguieron detrás de una caitoza en que sus despojos quedaron ocultos por grandes liras y arpas de fragantes flores, en filas oscuras en que el duelo era visible, sus compañeros en el arte, después de haber tributado en el coro de la Catedral, la ofrenda de sus fúnebres cantos; marchaban los pequeños escolares que amaban a su maestra incomparable y los huerfanitos que tantas veces habían besado su mano generosa, y seguían confundidos todos los representantes de una sociedad que se critica injustamente por indiferente o poco comprersiva, la salida del templo un estremecimiento sacudió aquella muchedumbre, fue como una palpitación inmensa dei Corazón de Costa Rica, al resonar las notas del Duelo de la Patria. los desgaTradores acentos de esa marcha inspirada, que para nosotros supera en mucho a la de Chopin, y que hasta ese día, había servido sólo para los cortejos de los Jóroes de la campaña y de los dignatarios del Estado.
En estrecho ritmo el pensamiento siJencioso con la grave y dolorosa marcha, recorrimos en un vuelo las etapas de aquella vida, cuya brillante unidad fácilmente puede reconocerse. La jovenci.
fa educada en el Colegio de Sión, las primeras lecciones, la cultura francesa, e!
deseubrimiento de la voz de soprano que desde el coro del Convento, no obstante la timidez innata que nunca la abandonará, suge para encanto de las maestras y condiscípulas en una mañana primaveral, como un puñado de perlas que se desgranara sobre magnífico cristal. Tambien la semilla de la religión puesta en ima naturaleza de ricos sentimientos y le idealismos invencibles que devolverá un misticismo sencillo y consolador la fecunda siembra de la adolescencia. Después la educación lírica a la que está asociado el nombre del maestro Castegnaro, el viaje a Italia, la peregrinación obligada de todos los que sienten sobre los hombros las inquietas alas de artista; sus primeros pasos en Milán, luego el premio obtenido en Roma, su diploma de la iscuela de Santa Cecilia y el idilio empezado en las mismas puertas del Convento que había de terminar en romántico matrimonio nobiliario.
11 regreso, se pudo comprobar que Italia le había otorgado a Zelmira el secreto que ella concede a sus elegidos. Ya no era su voz un simple fuego de artificio que deslumbra y que luego se desvanece, era la vibrante expresión de ima alia apasionada, la interpretación bien comprendida de las heroinas a quienes ics grandes maestros dieron un beso en la frente; así en las veladas era Mimi dulce y tierna, Aida soberbia y huraña, Ja Tosca torturada hasta el martirio, o bien en el templo, aquella voz dominadora, que en amplias cadencias y en argentinas notas subía al cielo, poniendo en todos los corazones el inefable estre sto mecimiento del arte. cómo fue pródiga de aquel maravillo: o talismán! Semejante a la lámpara del cuento de Aladino cuyo poder era dar realidad a los deseos, su regia voz se escuchó por todos los ámbitos del país y Caba relieve o ponía nota de ensueño, abriendo como al conjuro del genio las espléndidas claridades de la armonía, hasta en el humilde villorrio, a donde quiera que tuvieran la aspiración de su presencia. Pródiga también en el sentido corriente del vocablo. Jamás supo la Jama negar su ofrenda al menesteroso o su concurso desinteresado a la solemnidud benéfica o patriótica y ya que el destino le negara la brillante posición pecuniaria que merecía, en cambio como el pelícano del poeta, ofreció siempre al pobre y al afligido el don valioso de su corazón palpitante y magnífico.
Su altruismo no fue solo individual.
Quería también a las naciones. Comprendía esa tendencia amplia de humanidad con que sus pensadores han caracterizado a Francia y quizás por el grato recuerdo de las Hermanas de Sión, tal vez reminiscencias de sil corto paso por Pais en su viaje de bodas o resto de la indeieble impresión que dejaran en su memoria los años de la guerra, fue la marsellesa, la última canción que sus labios descoloridos musitaran cuando el cator de julio, pugnaba su espíritu por des.
perlirse de nosotros, y llegó a sus oídos el eco de aquel himno solemne y heroico que Francia compuso para todos los meblos libres de la tierra!
Inquietud, misticismo, pasión, bondad nativa, generosidad, ardor en el trabajo; no son tales condiciones los rasgos esenciales de los seres privilegiados?
Porque ahora que no xis resulta como un tejido de oro hecho de hilos muy delicados, la armonia de todos sus actos, el conjunto orientado hacia un ideal, a costa de sacrificios, privaciones y dolor, el ideal que ella se complacía en llamar su segunda religión, la religión de la música. Por eso podemos decir sin exagezación ninguna que su entierro no fue uma vana ceremonia sino un acto, el testimonio de gratitud de todo un pueblo que, como en los tiempos en que florecieron las cuidades de la antigua Grecia, marchaba en pos de su artista inanimada. ahora vais a presenciar señores, el significativo homenaje que a si memoria ha querido tributar un poeta, onsiderando digno de aquella alma noble, encender el pebetero, y oficiar por una sola vez, con todos los ritos de su deslumbrante fantasír, como sacerdote de la belleza.
José Santos Chocano ya no es aquel mozo que vino a Costa Rica a convidar a la juventud a una cruzada en favor de los fueros del arbitraje, y que a la vez escribía y recitaba sus cantos brotados de su númen con feliz inspiración: vuelve ahora a nuestro oasis y planta su tienda de peregrino, el Vate de la CoroPación, el hijo predilecto del Perú, coronado con laureles de oro ante las muchedumbres, como si los Andes se hubieran convertido en el Parnaso, para permitir a um pueblo joven resucitar fiestas antigans y para dejar que contra la sentencia bibliea, este hombre que durante largos años se ausentara del hogar, volviea convertido en un profeta de su tierra.
Al estudiar con atención los versos de Chocano fácilmente se establece la trama que los une a su ciudad natal. Como juzaba Anatole France, la colección de los Trofeos de Heredia, así digo: que se menentra en esos maravillosos poemas la naturaleza ardiente y florida donde se deslizó la infancia del poeta, el alma de los conquistadores de quien es descendiente y los puros recuerdos de la belleza antigua que él piadosamente evoca.
La ciudad de Lima, con su cielo que parece un dosel azul puesto para las fies.
tas de los Virreyes, con su espléndida Catedral que además de sus variados e inestimables tesoros de arte, guarda como reliquia en una urna de cristal, los huesos del conquistador Pizarro, con sus numerosos conventos y sitios piadosos, con su biblioteca y museos que evocan la carrera vertiginosa de los siglos, sus callejuelas con sus nombres pintorescos, aquel ambiente arcaico mezclado con el hijo moderno y aquel aire tibio, impregndo del perfume de las bellísimas mujeres, que las brisas del Rimae no logran refrescar, esa ciudad estaba destinada a engendrar a un artista extraordinario.
Chocano es su poeta! En su poesía pasan como en maravillosa cinta, las primitivas leyendas de los Incas que se confunden con el candor de la naturaleza, las tradiicones que encontrara ocultas en los armarios olorosos a incienso o en los pergaminos que ofrecen sus inscripciones medio desvanecidas, la vida galante, la vida piadosa, la vida de intrigas y de batallas, la veta de oro del coloniaje tan pródiga en motivos de arte como los más famosos tesoros del Oriente.
Pero el poeta en su desenvolvimiento y gracias a su perenne odisea por tierras y por mares ha logrado dar más amplitwl a su inspiración, que vuela majestuosa para contemplar y cantar la soberbia naturaleza de nuestro Continente Condensa en sus poemas pletóricos de rit. no lo grande y lo pequeño: los volcanes y los lagos, las cataratas y las perlas, las fragedias de los animales en la selva de los trópicos, las puestas de sol en nuestro cielo que son prodigios de color, las cosechas de nuestros frutos ricos de aroma y las palmas y las orquídeas transportadas de las montañas a nuestros huertos apacibles. De la naturaleza el inspirado pintor pasará pronto a la Historia, pero sin salir del Continente; prepara sus armas y la maestria de los procedimientos para medirse con un superhombre, arquetipo de la ra2:1 hispano americana. Chocano evocari la eran sombra que habita en la cima del Chimborazo, la legendaria figura del Libertador Bolivar.
Tal es su característiea, la de ser americano. No sería posible encontrar parangón entre su manera y la de Rubén Darío a no ser la de la facilidad nativa con que los dos hablaron la lenpun de los dioses. Darío es artista complicado y sabio, un Benvenuto perdido en nuestros tiempos, que transformatodu lo que toea en obra bella, pero es del Renacimiento, y a veces griego, español del Siglo de Oro o parisiense fin de siglo.
Choeano es abundante, sonoro, colorista, y está más al aleance por su imaginación fecunda y su técnica sencilla de que lo 002 rendan y admiren, como el desen, veinte pueblos de América Española.
Extraña coincidencia. Rubén Dario en las composiciones de sus últimos años parecía abandonar aquella indiferencia de artista que habitara en su torre de marfil y Choerno también, el menos subjotivo de los poetas, el cantor del conlor de las cordilleras, del jaguar de las paanpas y del colibrí de las colinas siene en su corazón la fuente de nuevas inspiraciones y nos ofrece ahora como vais poder juzgar en breve, algo de su proDio pensamiento, episodios de su vida de venturas, las torturas de su espíriturilo de nuevos espectáculos y es asi que divinamos que la cabeza apolinea coroinda de laureles de áureo metal, también antre con el dolor humano y sangra por a corona de espinas que la vida le puso obre las sienes.
Señores, estaréis ansiosos do eseubarle, hoy que al mostrar el cofrecillo le sus más valiosas joyas realiza una bra buena, especialmente vosotras danas que realunis este homenaje, tan dig.
ins por vuestro gusto, cada día más disCareto, de aplaudir al trovador de Amériy por vuestra tierna sensibilidad de olaborar a su designio, La estrella me ancólicamente se eclipso de nuestro cie0, pero um myo de la gloria del gran soeta pone Inz de aurora y vuestro afeeo femenino le dari calor al nido, en que untos sueñan a estas horas dos rubios nuerfanitos.
El vuelo de la Garza or entre el vulgo asotinado de los mares, que wabulien u brusca sombra en el temblor del rio al, ranga el pasaje con tanto vuelo la figura Je un ave banca (Una tagnolla se habrá cansado de ser Hor. asume inmóvil la actitud meditativa ile in eigen faraonica o de otro jaro ritual Fuerza es pot viéndola blanca y esponjosa.
con su arado pleo enérgico a la manera de un panon, en virtud de la humo lirico en torno al cual Indoctas manos han mal envuelto la extenuada delicadeza de un vellón Hay en el vuelo de este pájaro una augusta fuga. lujo de perez, que, al desdoblarse lascia el contin, en un zigzag solemne, hace, desde las alas sacudidas con lentitud. caer del rio en el trajin Larys silueta en que parece ir resbalando la desiletoa aristocratia de un esplinEinproa a lo alto su rigura, abre las alas y en el aire se va alejando Jontamente del peón.
la garza lleva su reflejo displicente, de una a um margon, sobre el trómulo cristal, en uns da melancolica que anuncia blando aletes de abanicos entre una música sensual Junto al penón asoma entonces un cabeza de caumani persigue el vuelo con los ojos, que, de sus órbitas salidos, tras de la garea se le van, cediendo a una voluptuosa tiranin enloque lendo en el absurdo de un aran ¿Será tal vez la negligencia con que in urma Henn el aire de una puerli ostentación presentimiento en que sus plumas adivinan Juegos de lunas de Venecia del agua azul en la visión, por entre frondas recogns ante el rio cuint senhrlesen a su paso los cortinajes de un salón. Stento la garua la atracción de tales ojos ¿No hay en el ritmo de su vuelo una inquietud?
Enamorada de sí misma, sigue mirandose en el rio con vanidosa pulcritud; y sin cuidarse de ojos que la sedian, hince que el ramo de su vuelo tenga la misma lentind La gara alimma Mus rosados plos y yergue su yanidosa festa; y cobra clore que hace soñar en un flor do porcelana o en el enene de una torre de martil habito, truena en la espesura arma de mejor el estampido va en pos de um co nasta el contin hay revuelo por el aire ito plumas querden un penucho, con que, en el baile y el festin, Ha gira, erguida en la cabeza de una dama prodigador de sonrisas de carmin, e paseando sobre lunas de Venecia In desde os aristocracia de su esplin Sobre un penón estampa el sello de sus dos ples, que se abren cual las flores rojas de dos estrelles de coral: y reelegándose en la gracia de sus plumas con un orgullo Indirerente al bien y al mal MANA JOSE SANTOS CHOCANO, Marie 10ga.
MAAN Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

    FranceItaly
    Notas

    Este documento no posee notas.