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Página 30 EDICION NACIONAL DE LA TRIBUNA 1924 SAUMA HIJOS Ap. 134 Tel. 408 OCalzado Fino Fuerte Duradero Elegante Dirección telegráfica: Saumijos 0Producción diaria Calzado fino cosido de nuestras máquinas 800 pares a mano GRAN FABRICA DE CALZADO La más grande de Centro de Centro América FLOR DE CAFElos pétalos. Pero durante este tiempo, la campiña parece como nevada. Por las noches, a la luz de la luna, los cafetales son cortejos de blancas desposadas que esperan, apenas balanceados sus cendales por una brisa tibia y cargada de perfume, la llegada de un escuadrón de caballeros que son sus prometidos. ratos, cuando la luna se vela con la gasa transparente de una nube, y su luz se opaca un poco, pareciera que del cielo hubiesen caído, sobre los arbustos de café del valle, todos los millones de estrellas de la Vía Láctea y se hubiesen quedado prendidas en las ramas, entre las hojas verdes.
Viendo esta extensión de cafetos floridos vienen a nuestro recuerdo las páginas en que Blasco Ibáñez hace la descripción del florecimiento de los naranjos en la Huerta valenciana: o si no, las descripciones de los viajeros que han visitado las tierras del Japón en las épocas en que bajo el conjuro de la primavera, las grandes extensiones de duraznos revientan en flores.
Muy bella debe ser, en el levante valenciano la campina fragante de azahares que caen en lluvias perfumadas y obsesionantes sobre la tierra negra, cerca de las barracas a cuyas puertas asoman sus lindas caras las huertanicas que cantan las jotas famosas: muy bellos deben ser los bosques de duraznos floridos del Japón, cruzados por regatos de aguas cantoras, y sembrados de casitas claras, papel y seda, en cuyos umbrales una musmé de fina piel transparente sueña, aspirando el florido ambiente y mirando, con sus ojos oblicuos, el vuelo de una cigüeña que se perfila sobre la azulidad del cielo.
Los famosos dinamos y motores Acaba el tren de salvar el collado de Ochomogo, viniendo de Cartago hacia la capital, y por la pendiente suave se precipita hacia el valle. En un momento, por entre las frondas y entre las colinas, por una brecha abierta a la mirada, desde la ventanilla se distingue la extensión hacia la que avanzamos, bañada por el sol de la mañana luminosa del primer día de abril. Allá en la lejanía, el sol pone reflejos áureos sobre la lejana ciudad de San José, conglomerado de casas, de techos, masa informe de ciudad distante, de entre la cual emergen las flechas de las iglesias y la cúpula rojiza e inconfundible del Teatro Nacional Hacia el sur, sobre un collado verde, se distingue el amplio edificio del Lazareto, y más acá, a nuestros pies, las dos torres de la iglesia de Tres Ríos, blancas y deslumbrantes a los rayos del sol, señorean un conjunto de casitas en cuyos techos de zinc la luz se quiebra como en espejos.
Aquí terminan los terrenos destinados a pastizales donde se ven rebaños de vacas y bueyes que pastan pacientemente y que vuelven la cabeza para mirar largamente el tren que pasa. Ahora empiezan los cafetales que bordearán la vía hasta San José, que se encuentra a quince kilómetros, y hasta más allá, hasta Alajuela, veintidós kilómetros al oeste de San José.
No puede darse una visión más bella y más fragante que la de este extenso valle cubierto de cafetos florecidos. Con las lluvias que cayeron a mediados de marzo, en los días intranquilos que siguieron al 4, en que la tierra se sacudió con los temblores que tanto espanto pusieron en nuestras ciudades del interior, los cafetales florecieron, y hoy, primero de abril, la Meseta Central es como un interminable jardin donde florecen estas estrellitas blancas, de una blancura de nieve, que embalsaman el aire con su aroma fuerte y mareante como el de los azahares.
Ya estamos en medio de los cafetales: a uno y otro lado de la vía férrea los cafetos, en hileras simétricas, parecen regimientos alineados, blancos de flores desde los pies a la cabeza.
En las estaciones de tránsito, donde el tren se detiene dos o tres minutos para que suban o bajen las gentes, se aspira el perfume mareante de estas flores que en millares y millones están prendidas de los arbustos en extensiones de centenares de hectáreas.
Esta florecencia dura unos ocho días, al cabo de los cuales, empiezan a caer, mustios y Entraréllen togedad de Pero este blanco valle de la Meseta Central de Costa Rica, bajo el conjuro de la luz mañanera que dora las cumbres lejanas, que espejea sobre los techos de las casas de las ciudades y de los pueblos, que irisa con todos los colores del espectro las aguas que saltan en cascadas, que se mete por los ojos hasta el alma en un deslumbramiento de claridades, no es menos bello que la Huerta o que el paisaje nipón.
En vez de las barracas aquí tenemos las casitas limpias de nuestros campesinos, en cuyos patios, frente a los corredores claros, florecen los nardos y las rosas, o donde, sobre los troncos, abren las guarias sus grandes flores moradas o cárdenas; no hay vuelos de cigüeñas bajo el cielo, pero se abre éste majestuoso de azul, sostenido por altos picachos de montañas verdes en cuyas cumbres se enredan girones de nubes. Punteando el cielo con notitas negras, como gotas de tinta china, cruzan por el espacio bandadas de golondrinas, y, al paso del tren, bajo un arco blanco formado por ramas floridas de cafetos, una campesina, fresca y fragante, los ojos negros y risueños, las mejillas como los pétalos de las rosas, saluda con la mano abierta y franca, mientras el viento le ciñe sus faldas ligeras y primaverales, modelando, bajo la tela, sus caderas de ánfora.
Siemens Schuurfert DE VENTA en el ALMACEN ELECTRICO ALFONSO ALTSCHUL. San José Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de cultura y Juventud, Costa Rica.
00000000000000000000000 EL HUSAR BLANCO

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