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APRENDAMOS con la La República 725 Asesoría técnica: Lic. JORGE MORA ENGAGARICA CALEUCHE En una isla lejana, vivía desterrado un. Adaptación)
viejo marinero con su mujer.
Gabriela Henrique Descat ciéndole. Mira. tú que me amenazabas con la ira de Dios y he aquí que, por el contrario, me envía este hermoso niño para que me ayude en mi vejez.
no.
En una isla lejana, en una aldea de pescadores, vivía un viejo marinero y su mujer. Este hombre, llamado Pedro Ventura, había sido desterrado en aquella isla, por un delito cometido.
Era su trabajo socorrer a los pescadores en peligro y poner señales a las embarcaciones a fin de que no se estrellaran contra las rocas, muy numerosas cerca de la orilla. Pero ciertas noches se negaba a cumplir con su labor. En una muy lóbrega y amenazante noche, después de agotar los argumentos a fin de que cumpliera su deber encendiendo la linterna, que en tales ocasiones debía colocar sobre una roca, a manera de faro, su esposa le hacía ver có mo se exponía a la ira de Dios, si acaso perecía un desgraciado por su culpa. lo cual respondió el desalmado marino con una sonora carcajada y se metió muy tranquilo en su lecho abrigado. Poco después, gran tormenta desató.
Al día siguiente, la tempestad se había calmado por completo. El mar, apenas agitado aparecía cubierto de espuma, y en el cielo flotaban nubes que el viento dispersaba lentamente, cual jirones de un velamen destrozado.
Pedro Ventura se levantó temprano y mientras paseaba por la playa gozando del sol, contemplaba las rocas cubiertas de algas marinas. Pero de pronto, al acercarse a una de aquellas, algo lo sorprendió. Allí, sobre la arena había un niño dormido. Era un recién nacido blanco y hermoso, muy diferente a los hijos de los nativos que habitaban la isla.
No parecía qué se hubiese salvado de un naufragio, pues las olas lo acariciaban como nodrizas.
La aparición de aquel niño era un misterio, pero el viejo marinero no se cuidó en aclararlo. Corrió triunfalmente a mostrarlo a su mujer, diuna se La buena mujer acogió caritativamente al pequeñuelo y cuidó de él con solicitud maternal. Pero cuando acudieron los indios, atraídos por la curiosidad, al verlo retrocedieron temerosos, dando muestras de gran consternación. Habían descubierto en su frente un signo diabólico.
Consistía éste, en dos pequeñas protuberancias cerca de la raíz del cabello, y huían espantados exelamando: Kal au che. cuya traducción en castellano, equivale más o menos a cosa bruja proveniente de las olas.
El marino se burló de este vatici nio, y a fin de demostrar que no creía en tales patrañas, le puso por nombre Caleuche.
El niño creció rápidamente. Muchas de sus travesuras complacían al viejo Ventura, quien exclamaba. Estoy orgulloso de ti, muchacho, y cuando seas hombre no habrá quién pueda vencerte.
Para premiarlo, le construyó con sus propias manos un bote pequeñito, provisto de remos y velas, que el chicuelo manejaba con increíble pericia. Pronto se interesó por la pesca. Ibase solo en su diminuta embarcación y regresaba triunfante con una pesca que causaba admiración envidia. Pero no la repartía: volcaba el bote, devolvía peces y mariscos al mar, y salía entre las olas, riéndose de los indios, a quienes siempre defraudaba.
Ya más crecido, se apoderó de la goleta de su padre adoptivo y en ella se ausentaba durante varios días; al regreso, traía objetos de oro y plata, mucho dinero y joyas preciosas, que iba amontonando cerca lo que sabía al respecto. este al de la casa, a la vista de todos. Pero fin confesó. Caleuche amaba a Talinadie podía tomar nada, pues Camaipán y a fin de que nadie pudiera leuche había hecho salir del mar un pretender ser su esposo, la había extraño animal que el muchacho convertido en loba de mar.
dejó al cuidado de sus tesoros. Los Llena de indignación, la madre que lo vieron aseguraron que era un subió en su bote y se fue a una isla Camahueto y como sabían muy cercana; ahí encontró al viejo hechibien que su mirada podía convercero a quien contó lo sucedido. EI tirlos en piedra, se guardaron aun anciano declaró que había que ade acercarse a la vivienda del mariguardar hasta que la barca de Caleuche estuviera a la vista. Entonces el ¿De dónde sacaba el misterioso haría un conjuro sobre el mar y, el joven esas cuantiosas riquezas? Namalvado quedaría condenado a nadie lo sabía. Pero un muchacho lla vegar eternamente. Su encantamienmado Millenco, impelido por la cuto duraría hasta el día en que llorariosidad, trató de averiguarlo y una ra lágrimas de verdadero dolor.
mañana intentó seguir la goleta de Poco después apareció la goleta Caleuche, cuando se hacía a la mar.
de Caleuche y el viejo hechicero hiMillenco no regresó nunca.
zo el conjuro prometido. ArremoliAlgún tiempo después el padre náronse las olas como un oscuro de Millenco salió a pescar como de torbellino en torno a la goleta de costumbre. Después de muchas ho Caleuche y se perdió para siempre ras, capturó un hermoso pez; pero de vista en el horizonte.
para su asombro este le habló: desde esa noche se puede ver. Padre, soy Millenco, tu hijo. Si en el mar cercano a aquella isla lejano quieres que muera, échame al na, durante las noches, el fantasma agua pronto.
de un buque que navega a poca disEl hombre así lo hizo y regresó tancia de la costa. Su rojo velamen asustado a contar lo sucedido a su aparece enteramente iluminado, mujer y a su hija. Esta, llamada con una roja luminaria que no pareTalimaipán, decidió ir en busca ce de otro mundo. Algunos dicen del misterioso pez que de su interior sale una voz pareera su hermano, encantado cida a la de Caleuche, que dice: el por poder mágico de Caleuche.
Remeros, dejad de remar Mas ella tampoco regresó. los mi velamen lo impele días volvió Caleuche de una de sus un aliento infernal.
giras. con él trajo una hermosa Si eres audaz y valiente, loba de mar, a la cual prodigaba ven y salta a mi puente múltiples cuidados.
a beber y a cantar.
En una de las ausencias del joven, la madre de Talimaipán se acercó a la loba llamándola por el nombre de su hija, el animal dio señales de reconocerla y respondió a sus palabras con muestras de contento. Ur.
gió al viejo marino. padre adoptivo de Caleuche para que le dijera que sin duda Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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