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LA REPUBLICA. Sábado de enero de 1982 Polonia y nosotros La tragedia del pueblo polaco, que como tal implica la participación de todos los seres humanos en su conflicto, ha sido tema de debate, bastante superficial por cierto, en diferentes sectores en Costa Rica. Debate solapado, sin analizar las consencuencias universales de lo que allí ocurre, dentro del esquema de vida de los países socialistas, y el recrudecimiento de la guerra fría en los últimos meses: Para los que hemos visitado Polonia en los últimos años, la incubación y desarrollo del actual conflicto era evidente, primero en lo profundo y luego en la superficie de una sociedad, en donde los mecanismos de información, sobre los problemas globales o individuales de la nación, nunca trascienden al público o deben leerse, criptográficamente, en los medios de información oficiales, tradicionalmente monótonos y casi todos monocordes y faltos de discusión, crítica y autocrítica.
Los polacos, sin duda, un pueblo con características nacionales bastante singulares, nunca aceptaron, en su totalidad, el que su país se convirtiera. por medio de la presencia de las tropas soviéticas, en un país similar a los otros del bloque socialista. Con una Iglesia católica muy fuerte, ligada a los extratos sociales tradiciomenclatura llevada a sus últimas consecuencias.
Así nace el movimiento Solidaridad, que cuenta con la adhesión de amplios sectores, millones de seres, del pueblo polaco y que se inicia como un movimiento sindical, que como tal, y en cualquier latitud, tiene reivindicaciones políticas concretas y aspira a llenar un vacío en la vida polaca, dada la ilegitimidad moral del PC para llevar adelante los destinos de la nación.
Solidaridad agrupa, reúne y acrisola los mejores valores del pueblo polaco, de todos los sectores pensantes, incluidos sectores del Partido Comunista, inconformes con la estratificación de és te, pero siempre pensando en mantener a Polonia dentro del marco político de los países de la Europa Oriental Resulta ingenuo pensar que Solidaridad, con su fuerza evidente dentro de la vida del país, podría haberse quedado conforme con reivindicaciones de tipo abstracto y no lo que se propone todo grupo organizado: aspirar a tomar parte en la vida social del país, con un poder que dimana de su fuerza política, y no como muchos, estúpidamente, insisten en ver como maquinaciones de la CIA, el FBI o los sindicatos norteamericanos. Si Lech Walesa, discretamente moderado, no tuviera la fuerza política necesaria para discutir y dialogar, de seguro habría sido internado en un campo de concentración o enviado a un gulacito para seres con problemas de personalidad. El valor moral de Walesa, y de su movimiento, implican el intento de una renovación de la vida social de su país y el buscar, co y mo última opción, representatividad política para amplios sectores de población que piensan diferente de la estructura social en que viven, o sobreviven. La solución militar es la consecuencia evidente de una solución de fuerza, para evitar que, como en el caso de Checoslovaquia en 1968, una intervención del Pacto de Varsovia, destruyera un experimento de cambio, en Praga dentro de la estructura del propio partido y que devi.
no en un experimento enojoso y molesto para los otros países.
La solución militar el manu militari eterno, cuando se ha perdido el crédito y la representatividad moral, era la única salida viable para evitar el disloque de la sociedad polaca a corto plazo, ya que se hace inevitable que a pesar de la fuerza, el pueblo polaco, la clase obrera, los intelectuales y los campesinos, de seguro aguardarán otra oportunidad para organizarse políticamente. Polonia repercute en nosotros, no sólo como ejemplo de lucha politica, sino como manifestación real de lo que ocurre cuando desde una posición de fuerza preténdese, por decreto, implantar un sistema, una ideología, que no tiene consenso mayoritario. Entre las bayonetas y la discusión, libre y sin tapujos, escogemos esta última como manifestación de lo que amamos y respe tamos: la libertad del hombre y el derecho a disentir como una posibilidad de existencia. La naturaleza misma, en su dialéctica concreta, nos muestra que no puede existir, en la sociedad humana, un solo partido, un solo grupo, una sola verdad. esta es la garantía, para la supervivencia humana, de que el hombre, nunca, nunca, podrá regresar a la oscuridad malsana de las cavernas.
Alfonso Chase nales, y un sector intelectual muy activo, el modelo polaco del socialismo tuvo siempre, particularidades muy incómodas para los otros países, desde los motines obreros de los años 60 y 70, hasta la existencia de una prensa, centrada en las universidades y en sectores intelectuales católicos, que mantenía cierta viveza intelectual, difícil de encontrar en otros países socialistas. Particularmente interesante, para los visitantes extranjeros, eran los comentarios de muchos sectores sobre la existencia y vida del Partido Comunista, que se había convertido en un estrato de la vida polaca donde predominaban el burocratismo, la corrupción, el usufructo de privilegios y la no. Las opiniones que contienen los artículos que se publican en esta página, son las personales de quienes los firman y no coinciden, necesariamente, con las del periódico.
Los vecinos de Las Mercedes CARACAS. ALA. Es por lo menos curioso que dos de los más grandes pensadores en materia de educación que ha dado la América Latina se hayan formado en Caracas, a finales del siglo XVIII, en dos casas contiguas.
azulado, como el que usaban entonces los artesanos, pero ya muy desvaído por el uso. Era un viejo enjuto, transparente, cara angulosa y venerable, mirada osada e inteligente, cabeza calva y de ancha frente. El viejo hablaba en ese momento con voz entera y agradable. Describía el banquete que él había dado en La Paz al vencedor de Ayacucho y a todo su Estado Mayor, empleando una vajilla abigarrada en que por fuentes aparecía una colección de orinales de loza nuevos y arrendados al efecto en una lozería. Esta narración. era la que había excitado la hilaridad poco común del señor Bello y le hacía aparecer con la trepidación del que llora.
Al final del estrecho callejón de Las cede estaba la habitación de Juar Pedro López, acaso el mejor pintor de temas de religión que tuvo el país. Con él vivían su hija Ana, el marido de ésta: Licenciado Bartolomé Bello, organista de la catedral, y su nieto, el futuro Andrés Bello.
Arturo Uslar Pietri Pared por medio, en la más estrecha contigüidad, estaba la casa del padre Carreño y en ella sus dos recogidos: Simón Rodríguez y Cayetano Carreño. Era como un rincón de pintores, músicos, poetas y hombres cultos, frente al convento de La Merced, en la pequeña Caracas colonial.
hubiera sido imposible que en esos años de tanta actividad y cabildeo entre los emigrados españoles e hispanoamericanos, los dos caraqueños diferentes no hubieran dialogado muchas veces sobre las cosas que más les importaban.
Mucho más tarde, en Chile, vuelven a coincidir. Bello se había establecido en tierra chilena en 1829. Rodríguez va a Concepción en 1837. Hacia 1839 está en Valparaíso y va a Santiago.
Bello se acercaba a los 60 años y ocupaba una alta posición de mucho prestigio en aquella sociedad. Rodríguez había pasado de los 70, mal trecho por la dura vida y el infortunio, atenazado por la miseria, desconocido o mal conocido.
De esa ocasión nos quedan dos testimonios fehacientes de discípulos de Bello. Miguel Luis Amunátegui y José Victorino Lastarria, cada uno por su lado, escribieron años más tarde la impresión de aquel sorprendente personaje. Ambos lo hacen con admiración y respeto, sin dejar de señalar las que les parecen sus extranezas y excentricidades. Ambos señalan que lo vieron varias veces en el hogar de Bello.
Los dos recogen la escandalosa y no documentada anécdota del banquete que Rodríguez decía haber ofrecido al Mariscal Sucre en Bolivia. Lastarria cuenta con más detalles la escena que sorprendió al penetrar en el hogar de don Andrés. Una noche estaban ambos sólos en casa de aquél después de haber comido juntos.
El espacioso salón estaba iluminado por dos al tas lámparas de aceite y en un extremo en el sillón más inmediato a una mesa de arrimo, en la que había una lámpara, estaba el señor Bello con el brazo derecho sobre el mármol, como para sostenerse y su cabeza inclinada sobre la mano izquierda, como llorando. Don Simón estaba de pie con un aspecto impasible, casi severo.
Vestía chaqueta y pantalón de nanaking Simón Rodríguez, había. nacido expósito, muy probablemente en 1769.
Bello, menor de 12 años, en 1781, en el seno de una familia establecida.
Esa irreverente escena es la única que nos ha llegado de la amistad de los dos grandes personajes. En ella están retratados su caracteres tan disímiles. Rodríguez con su fecundia incontenible, su sarcasmo hiriente, su tendencia a la caricatura que, por exagerar su punto de vista describe una escena que no pudo ocurrir por lo absurda e inadmisible ante un hombre tan severo como Sucre y la reacción, casi infantil, de risa de Bello ante la descabellada ocurrencia de su vijo paisano.
No debieron limitarse a chistes y escabrosidades aquellas conversaciones de los dos antiguos vecinos de Las Mercedes. De otras cosas tuvieron que hablar que hoy nos importaría mucho conocer. De la Independencia, de Bolívar, del destino de los pueblos americanos, de lo que podía y debía ser la educación, de todo lo que precisamente los hacía tan grandes y valederos para el destino de estos pueblos.
Es una nueva muestra del infortunio de Rodríguez. Del único encuentro con Bello del que tenemos testimonio, lo que tan calificados testigos conservan es aquella inverosímil y seguramente exagerada escena de risa y burla.
ciones se bifurcan. Rodríguez adopta el nombre de Samuel Róbinson y con él se establece en París y recorre buena parte de Europa. Bello se establece por 19 años en Londres en un admirable proceso de espera y maduración. Rodríguez va a coincidir estrechamente con Bolívar en París entre 1803 y 1806. En ese tiempo su influencia sobre el futuro Libertador será inmensa.
Mientras Bello estudia y concibe su vasto plan de traer a América la poesía y la civilización de Europa, desde Londres; Rodríguez, en París o en el norte europeo, se informa de todas las novedades políticas e ideológicas, asiste al nacimiento del pensamiento de Saint Simón y a la siembra del embrión del que habrán de salir socialismo y positivismo.
Debieron volverse a topar en Londres.
Probablemente desde 1821, Rodríguez se traslada a la capital inglesa. No ha quedado huella de ese encuentro, pero No debió haber por entonces mucho contacto entre aquellos dos seres. Cuando Simón Rodríguez inicia su sorprendente actividad de educador en la Escuela Municipal de Primeras Letras, Bello es apenas un adolescente. Pero, ciertamente, debió saber de aquellos ensayos audaces que tanto comentario y oposición provocaron en el Cabildo.
En 1797 Rodríguez sale de Caracas para no volver más nunca. Bello lo haría a su vez en 1810. Sus caminos y sus vocaEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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