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18 LA REPUBLICA. Jueves 26 de setiembre de 1985 El sepelio en los cielos: Una extraña costumbre tibetana Rick Gladstone, AP L despuntar el alba sobre las montañas de Lhasa, envueltas en la bruma, una columna de extranjeros con cámaras fotográficas al hombro desfila junto a un vaciadero de basura hacia una roca de gran tamaño sobre la cual sepultureros tibetanos alimentan ritualmente con cadáveres humanos a buitres y cuervos.
El sepelio en los cielos, una singular costumbre de los lamas budistas fotografiada por primera vez hace pocos años, es ahora una escala rutinaria para un número cada vez mayor de visitantes de esta tierra que fue en un tiempo prohibida, y que China anexo a su territorio en 1950.
Los chinos, que inicialmente se opusieron a permitir que el horripilante rito fuera presenciado por extranjeros, han dado ahora su aprobación tácita y en algunos casos alquilan bicicletas y automóviles para facilitarles la llegada al sitio en el este de Lhasa antes de que la ceremonia comience al amanecer.
Aunque no figura en los programas oficiales de viajes, el sepelio en el cielo es un aspecto de una cultura en la que China confía para atraer millares de turistas a este país paupérrimo, donde en un tiempo los extranjeros eran considerados intrusos.
Los chinos decidieron que Tibet ofrecía un gran potencial de ingresos con el turismo, con sus majestuosos picos, la cara norte del monte Everest, centenares de termas, lagos pristinos, cascadas, y misterios religiosos. El nombre del Tíbet en chino es Kizng. que significa Casa del Tesoro del Oeste.
De 48 proyectos de desarrollo en Tíbet, ocho son para el turismo, incluso la construcción de dos hoteles en la capital, que costarán más de 100 millones de yuan (35 millones de dólares) y podrán alojar a 200 huéspedes.
La Dirección de Turismo se propone importar este año 200 taxis para transportar a visitantes extranjeros a santuarios como el Palacio Potala de mil ventanas, y el espacioso monasterio de Drephung, que en un tiempo fue la mayor instalación del mundo para la preparación de religiosos.
El transporte es un aspecto fundamental en el Tíbet, donde la altitud promedio de 500 metros sobre el nivel del mar y el aire tenue plantean problemas de respiración para visitantes no acustumbrados al clima de montaña.
Los hoteles de Lhasa mantienen tanques de oxígeno para huéspedes afectados por la altura.
Vastas porciones de la altiplanicie tibetana de 200. 000 kilómetros cuadrados están todavía vedadas para los extranjeros, y los gastos diarios de un turista pueden exceder los 100 dólares, cantidad superior al salario anual promedio de los tibetanos.
Después de 35 años de control de los comunistas chinos, caracterizados por la resistencia y devastación cultural, el Tíbet tiene pocos hoteles y contados restaurantes. La mayoría de los tibetanos subsisten con una dieta de cebada y mantequilla de yak.
El mejor alojamiento en Lhasa es la casa de huéspedes número uno, un complejo de cemento plagado de moscas, sin agua caliente, con un solo telé.
fono y una modesta fonda especializada en huevos revueltos, pan rancio y una aguada sopa de pollo.
El establecimiento está reservado para extranjeros personajes chinos importantes. Una habitación cuesta 180 yuan (63 dólares) por noche.
El hotel Tierra Nevada, un edificio de paredes encaladas donde una cama cuesta cinco yuan (1, 75 dólar) por noche, atrae a una clientela juvenil que abarca desde mochileros hasta estudiantes de historia tibetana. Pero su falta de instalaciones sanitarias impulsa a muchos extranjeros a buscar alojamiento en otra parte.
En Xigaze, la segunda ciudad del Tibet, el único hotel es la casa de huéspedes operada por el gobierno, consistente en una hilera de casas similares a las de un cuartel militar, en un terreno sin pavimentar por el que deambulan gallinas y patos. Dos zanjas cumplen funciones de retrete.
Los chinos comenzaron a permitir el ingreso de extranjeros al Tibet en 1980, después de un período de represión que dejó como saldo la destrucción total o parcial de la mayoría de los templos budistas de esta mística tierra.
Pekin invierte ahora millones de dóres en la reparación de algunos santuarios, e incluso ha emprendido en el centro de Lhasa la construcción de una galería comercial en el estilo de una antigua aldea tibetana.
El Tíbet espera recibir este año a unos 000 visitantes extranjeros, y posiblemente 20. 000 en 1986.
La mayoría de los visitantes llegan a Lhasa en aviones de la aerolínea estatal china CAAC, que opera un vuelo diario de tres horas desde Chengdu, la capital de la provincia de Sichuan. La demanda de pasajes es tan grande que algunos viajeros esperan varios días en Chengdu, y desde las tres de la madrugada forman colas para comprar boletos frente a la oficina de CAAC.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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