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Los elementos de la novela negra, el vértigo, la intriga y el desenlace sorprendente, junto con las novelas sobre la segunda guerra mundial y la novela tradicional de ciencia-ficción, dieron a luz, particularmente en los Estados Unidos a la ciberliteratura. Este nuevo género de literatura menor, ganó adeptos rápidamente y el acelerado ritmo de su narración favoreció que, como con la novela negra, fuera rápidamente trasladado al cine. Así, la difusión mundial sobre autores como Phillip K. Dick, Arthur C. Clarke o William Gibson, impulsó a muchos más escritores a experimentar en el nuevo género.
La ciberliteratura o el «cyberpunk» como llamara a esta tendencia originariamente, ha ganado miles de lectores en el mundo, pues tiene la virtud de que la diferencia con el mundo audiovisual es muy poca.
Un mundo caótico y violento, donde hay que ser hábil, astuto y rápido para sobrevivir y donde la realidad se confunde permanentemente un una realidad virtual, son el marco de la acción para héroes falsos, terribles villanos y sentencias dictadas por un mundo todo poderoso donde el ser humano es una pieza más en la gran máquina.
Las descabelladas propuestas de este género, su mundo de múltiples posibilidades tecnológicas, donde no existen límites, y la propuesta sensorial exacerbada, dan a esta narrativa un atractivo especial para una generación que creció frente a un receptor de televisión y que vio nacer el desarrollo telemático e informático.
Este volumen de cuentos reunido bajo el título de Ciberficción, ofrece a algunos de los grandes representantes del género.
El primer texto, «La segunda Variedad», es un tenso relato de guerra del gran maestro de la ciberliteratura Phillip K. Dick, de quien muchos conocen «¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas?» que dio pie al guión de la película Blade Runner, de Ridley Scott.
De James Tiptree, seudónimo de la escritora Alice Hastings, el cuento «La chica que estaba conectada» es un reclamo al mundo de las modas y apariencias, que a su vez ofrece una ironía sobre lo que las personas dicen amar.
John Varley, en «Perdido en el banco de memoria», ofrece la pesadilla de la memoria electrónica y de la posibilidad de que la realidad sea implantada en la mente del protagonista mediante un sistema de construcción de realidad virtual, similar a lo que ocurre en la película «La matriz».
Finalmente este libro cierra con dos textos de William Gibson: «Quemando Cromo», nos lleva al mundo de los bajos fondos pero recargado de tecnología, aunque tan deshumanizado como siempre y quizás más. «Regiones apartadas» es la historia de la aventura y la fuga en los saltos sobre las coordenadas espacio tiempo.
Estos relatos llenos de emoción y propuestas estéticas, sin duda representan de lo mejor del género.
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