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Como nunca antes en la historia política del país, la lucha electoral se centró en los medios de comunicación y la contienda se convirtió en un espacio más virtual que real.
Jaime Ordónez, analista político.
En un mundo marcado por los signos de la globalización, la lucha electoral por la presidencia del período 2002-2006, será recordada como la más virtual de las campañas, al constituirse los medios de comunicación en el escenario donde los partidos lanzaron sus desesperados dardos para cazar a los votantes.
La televisión, la radio y la prensa escrita fueron el terreno donde se libró la más ardua de las batallas entre ellos, y los tres medios desplazaron de forma paulatina a las plazas públicas y concentraciones de fuerza.
De acuerdo con Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, la comunicación publicitaria, más que nunca, ha absorbido la esfera de la información y la cultura de masas, lo que hace que los medios estén gobernados por la «instantaneidad» y la «sencillez».
En un escenario similar al descrito por Ramonet, se desarrolló la campaña electoral que culmina el domingo 3 con las elecciones generales, y en el que las fuerzas se movieron según el vaivén de las olas comunicativas.
En una era en la cual se han suprimido «las barreras del tiempo y el espacio», como lo apunta el periodista Ryszard Kapucinski, en su artículo «El mundo global en cada aldea», cada señal que se da en los medios tiene, por lo general, una repercusión inmediata en la vida real.
Veamos algunos ejemplos en la campaña política. Tras la difusión en Radio Costa Rica y Repretel, de una grabación en la que el candidato del Partido Liberación Nacional (PLN), Rolando Araya, en conversación privada con analistas de Radio Universidad, emitió expresiones salidas de tono sobre el aspirante del Partido Unidad Socialcristiana (PUSC), Abel Pacheco, la campaña sufrió un giro en el que los medios retomaron un protagonismo mayor.
Si los encuentros directos con comunidades y grupos por parte de los partidos políticos todavía tenían cierta relevancia, con este golpe de efecto, dado por «alguien» cubierto con el velo de la clandestinidad, los medios reafirmaron que este era su aquí y su ahora; es decir, la campaña tendría necesariamente que pasar por sus filtros antes de que llegara al ciudadano común que veía la televisión , escuchaba la radio o leía el diario sentado a la sombra de un almendro.
Después de la divulgación de la cinta, surgieron, con mayor intensidad, acusaciones de uno y otro bando, y los medios en general llevaron y trajeron el tema hasta encontrar otras vías por las cuales canalizar la atención de los destinatarios.
A su vez, los medios comerciales fueron víctimas de la «instantaneidad» y por correr en busca del enfoque particular e incluso la «primicia», fungieron en muchos casos como simples cajas de resonancia.
Quedó claro que aunque todos coincidieron en que la cinta no debía difundirse, porque violaba los principios del respeto a la privacidad, al ser la «comunicación una mercancía» se impusieron las leyes del mercado por encima de los principios que rigen a la información.
LA MAGIA DE LAS ENCUESTAS
El otro momento clave en la campaña, ocurrió con la publicación de la encuesta de Unimer, el 9 de diciembre, en «La Nación», en la que el candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC), Ottón Solís, ascendió con fuerza y logró un virtual empate con Araya. Según la medición, Solís subió 14,3 puntos del 20 de octubre al 4 de diciembre.
La vieja discusión de si las encuestas eran manipuladas saltó a la arena política y el PLN, que se consideró el más afectado, salió a desmentir los resultados, antes de que hubiesen sido publicados.
Luego aparecieron en La República y Al Día estudios que se acercaban a lo presentado por Unimer, aunque con leves diferencias.
En medio de las acusaciones y desmentidos, sobrevino la discusión del caso de un medio televisivo que, en contra de lo estipulado por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), difundió una encuesta el propio día de los comicios en 1998, en los que dio por ganador, tres horas antes de que se cerraran las urnas, a Miguel Angel Rodríguez.
¿Cuán determinantes son las encuestas? ¿Influyen en los electores verdaderamente? Ambas preguntas se apartaron quizá de la esencia que las generó: ¿son los medios capaces de imponer candidatos y de manipular realidades?
Aunque la respuesta no la sabremos con exactitud sino hasta el domingo 3, lo que sí está claro es que «el sistema mediático está convencido de que se puede imponer una verdad.»La verdad mediática dice que cuando todos los medios de información dicen que algo es verdad, eso se impone aunque sea falso».
«Creíamos que los medios eran el cuarto poder, porque protegían al ciudadano contra el abuso de otro poder, pero hoy los medios, en la globalización, constituyen uno de los poderes», afirma Ramonet.
DANZA DE MILLONES
En una sociedad globalizada y dominada por la «revolución digital», «que es un sistema que permite enviar, por un mismo canal, texto, imagen y sonido a la velocidad de la luz», según Ramonet, los medios, todos juntos, y no por separado, adquieren una relevancia que sobrepasa los límites de lo convencional.
La lucha de los partidos minoritarios para que fueran incluidos en el debate de Canal 7, del 7 de enero, corroboró, con hechos, cómo nadie podía darse el lujo de renunciar, aunque fuera por dos horas, a quedar marginado de la pantalla televisiva, capaz de operar milagros.
El hecho de que el TSE obligara a incluir a los 13 candidatos a la presidencia en el debate, reafirmó el poder de los medios, que intentaron desacreditar un proceder que atentaba contra la sagrada e intocable «libertad de expresión», que, en múltiples casos, tiene el deber de arrodillarse ante la «libertad de prensa», potestad exclusiva de los dueños de los medios.
Con esos antecedentes, no cabe duda de que la campaña fue, ante todo y sobre todo, virtual.
Eso equivale a decir que los partidos privilegiaron los signos de la «rapidez, «la sencillez» y la posibilidad de llegarles a los electores con un mensaje «divertido», como lo demandan los tiempos actuales.
Con el predominio de estos elementos, no extraña que, como en otras ocasiones, pero con más intensidad esta vez, la campaña careciera del debate de ideas sobre los principales problemas que aquejan al país, y se convirtiera en un espectáculo de información-desinformación.
Aquí entran a jugar los medios, agobiados por el peso de la «instantaneidad». Cada bando deslizó, como ocurrió con la cinta de la conversación privada de Araya, por debajo de la puerta los «trapos sucios» del adversario; y los medios, ávidos de novedades, se dejaron seducir por el anhelo de primicias, muchas fueron apenas verdades a medias.
Además, el mayor gasto de los partidos políticos con derecho a cobrar la deuda política se destinó al pago de mensajes publicitarios.De los ¢4.915 millones a que tenían derecho, una proporción nada despreciable fue a parar a las cuentas de los medios, aunque no existan datos concretos sobre lo invertido.
En la trilogía información-desinformación-publicidad surge la inquietud de si los medios de comunicación son «el cuarto poder» o «el otro poder»…
Contienda de forma y contenido
CATALINA ROLDAN
[email protected]
Esta campaña se caracterizó por introducir nuevas estrategias para captar la atención del electorado indeciso, cuyo voto definirá el fin de la contienda. Jaime Ordóñez, Director de la Cátedra de Teoría del Estado de la Facultad de Derecho de la UCR, politólogo y analista, comentó algunos aspectos de transición que están rompiendo la política tradicional.
Una campaña debería caracterizarse por la discusión de ideas para que el elector tenga criterio a la hora de emitir su voto. Sin embargo, el uso de imágenes y elementos emotivos distorsionan la comunicación. «El fenómeno de empobrecimiento de las campañas políticas es, en todo caso, una tendencia mundial», afirmó.
La definición de forma y contenido son fundamentales. La clave es acertar ideas y repetirlo suficiente para calar en el interés del votante.
En cuanto a contenido, el PUSC mantuvo una linealidad en su propuesta, vendiendo una imagen de un candidato paternal, de tono conciliador, apelando a fibras emocionales: «Vote por usted, vote por Abel Pacheco». En contraste, la del PLN ha sido cambiante, pues se inició con una convocatoria a la participación ciudadana, luego apeló a la educación y finalmente llamó a un rescate del partido mediante la presentación de los logros históricos de sus gobiernos.
Por su parte, el Partido Acción Ciudadana (PAC) generó un eslogan de impacto: «Ahora sí hay por quien votar», con lo cual llamó a romper con el bipartidismo, pues se nutre del descontento popular con el sistema político.
Para el politólogo, también el Movimiento Libertario emitió un mensaje eficaz con una propuesta muy particular que interesa a sectores informales de la economía y esto le dio constancia al planteamiento.
Según Ordóñez, la presencia de una nueva fuerza política generó un sano cambio en la política nacional, lo cual obligará a los partidos tradicionales a una la necesidad de revisar sus proyectos políticos y «limpiar» internamente, tanto su ideología como sus dirigencias.
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