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El presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso, advirtió sobre la posibilidad de una ruptura democrática en la Argentina y pidió a la comunidad internacional apoyo y comprensión para que ese país pueda salir de la crisis.
Convocado a Estocolmo para celebrar, la semana pasada, una reunión de dirigentes de organizaciones que se identifican con las corrientes de centro-izquierda, el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso aprovechó la ocasión para lanzar una advertencia sobre la situación de Argentina.
«No se puede excluir el riesgo de una ruptura institucional en ese país», dijo Cardoso a un grupo de empresarios suecos. Estamos preocupados por una posible involución del proceso democrático en ese país, agregó el mandatario brasileño, quien pidió comprensión al sistema financiero internacional para apoyar las medidas que el presidente, Eduardo Duhalde, trata de promover para sacarlo del descalabro.
Cardoso defendió a Duhalde, al destacar que «tiene una intuición bastante aguda sobre el alcance de la crisis, así como la calidad necesaria para ejercer el cargo». Pero sus palabras, señalaron medios de prensa brasileños, que citan a participantes en la reunión, no parecen haber sensibilizado a los empresarios suecos.
El presidente brasileño ha adoptado, desde que Duhalde asumió el poder a fines del año pasado, una actitud de respaldo al gobierno argentino, intercediendo ante los organismos financieros internacionales y gobiernos amigos, para facilitar la salida de una crisis cuya gravedad no puede ser subestimada.
Brasil ve con simpatía el fin de la paridad entre el peso argentino y el dólar, una medida que sustentó, durante una década, la política monetaria de Argentina, pero que fue haciendo cada vez más insostenible la situación de las empresas en ese país. Cuando, en 1999, Brasil decidió dejar fluctuar el valor del real, lo que significó una devaluación de cien por ciento de la moneda brasileña, las empresas instaladas en Argentina se vieron imposibilitadas de competir con productos fabricados en el país vecino.
Socios principales del Mercosur, una alianza integrada también por Uruguay y Paraguay como miembros plenos, y de la que participan, además, Chile y Bolivia, el proceso de integración de los países del Cono Sur enfrentaba serias dificultades, pues Argentina aplicaba, en los últimos años, medidas de salvaguardia contra varios productos brasileños.
La recuperación económica de Argentina y su estabilidad política es, por lo tanto, un objetivo de primer orden para Brasil y Cardoso se ha empeñado en hacerlo ver en todas las instancias en las que ha podido.
En Brasil se apostaba a una devaluación del peso que lo dejara a niveles similares al del real, de alrededor de 2,4 por dólar y pese a que la moneda argentina está bajo un régimen de flotación «sucia», en la que el banco central interviene cuando estima que el peso amenaza con deslizarse más de lo debido en su relación con el dólar, se había mantenido hasta ahora ligeramente por debajo de esa cifra.
Se estima que, de ese modo, el comercio con el extranjero podría contribuir a reactivar la economía del país vecino, eliminando así factores que amenazaban la existencia del Mercosur.
DUHALDE NEGOCIA
La preocupación internacional sobre el descalabro en Argentina tiene fundamentos en la debilidad de la economía del país y en el proceso de ajuste en curso, que implica severas pérdidas para los ahorrantes.
Duhalde enfrenta un elevado déficit fiscal y debe negociar con los poderosos gobernadores de las provincias la manera de repartirse las cargas, mediante reducciones negociadas del gasto público, así como la repartición de los ingresos.
Según el presidente, un acuerdo en esa materia significará la creación casi milagrosa de dos millones de puestos de trabajo, según declaraciones concedidas en la provincia de Santiago del Estero, donde estaba reunido, esta semana, con los gobernadores para negociar un acuerdo.
En ese marco, el mandatario reiteró que no piensa renunciar al cargo, como lo ha exigido su correligionario y a la vez adversario político, el expresidente Carlos Menem. No descartó adelantar las elecciones, si las medidas para enfrentar la crisis tienen éxito.
«Sería una insensatez abandonar el barco. Si el año que viene las aguas están tranquilas, podrían adelantarse las elecciones, porque, en definitiva, he sido un presidente de transición. Pero no es el momento para pensar en eso», afirmó Duhalde, cuyo mandato expira el 10 de diciembre del 2003.
El secretario general de la presidencia, Aníbal Fernández, descartó la posibilidad de un golpe militar. Se negó a referirse a una salida anticipada de Duhalde del poder, una propuesta que -aseguró- no tiene ningún asidero en la realidad del país.
En materia económica, se refirió a la necesidad de realizar una reducción drástica de los gastos y redefinir una estrategia de crecimiento «que pare de una vez por todas esta depresión».
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