El terrorismo no es la única enfermedad del mundo, recordó el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, después de tres días de visita en Costa Rica.



Como una nueva iniciativa para atacar la pobreza y la desigualdad, calificó el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, la reunión que se celebra esta semana en Monterrey, una cumbre en la que los dirigentes de 182 naciones buscan mecanismos para promover la economía mundial.

Pero, pese a las esperanzas del Secretario General, la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, convocada por las Naciones Unidas, comenzó en un ambiente de pesimismo. El documento de la cumbre, el «Consenso de Monterrey», no satisface a casi nadie. A las críticas de los sectores sociales se suman las de diversas instituciones. El administrador del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Mark Malloch Brown, pidió calma y reconoció que él también hubiese querido ver otras propuestas incluidas en el texto.

»El Consenso de Monterrey es una plataforma sobre la cual todos los sectores pueden construir», agregó; el éxito no debería medirse en función de ese documento, sino de los aportes económicos anunciados por Estados Unidos y los países de la Unión Europea.

Pero parece difícil que esa propuesta sea aceptada. En realidad, el tono crítico de diversos sectores se fundamenta en el agravamiento de la crisis económica que acentúa la polarización social en todo el mundo.

Annan recordó, en San José, que esas dificultades ya existían antes de los atentado de Washington y Nueva York, del pasado 11 de setiembre.

La «cooperación para el desarrollo» tampoco ha tenido una trayectoria brillante en décadas pasadas. La propuesta de fijar un monto de la cooperación como un porcentaje del Producto Interno Bruto de los países nunca se transformó en una realidad. Y, de todos modos, se incluía en estos recursos de toda índole, incluyendo ayuda militar, dada la dificultad de definir el concepto de «cooperación para el desarrollo».

«Esperamos que los países donantes anuncien en Monterrey, que se harán las cosas de manera diferente», afirmó Annan, al tiempo que manifestó su esperanza de que la nueva ronda de comercio mundial, acordada en la ciudad de Doha, tenga en cuenta la promoción del desarrollo en el Tercer Mundo. La ayuda a los países pobres no debe ser vista como un acto de generosidad, sino en interés de los propios países ricos, enfatizó el Secretario General de las NN.UU.

Annan se refirió al reciente anuncio del presidente estadounidense, George Bush, de otorgar una ayuda de cinco mil millones de dólares a los países más desfavorecidos en los próximos cinco años.

Para evaluar esa oferta se puede recordar, por ejemplo, que solo el «Plan Colombia» prevé el otorgamiento de más de mil millones de dólares a ese país, dirigidos el combate al narcotráfico y a la guerrilla. Si bien esos fondos pueden ser incluidos en la lista de contribución al desarrollo, en la práctica tienen un efecto muy discutible en esa materia.

En todo caso, el representante de EE.UU. ante Naciones Unidas, embajador John Negroponte, rechazó la idea de fijar en 0,7% del PIB el monto de la cooperación por este rubro que las naciones industrializadas deben aportar al Tercer Mundo.

El subsecretario para Asuntos Económicos del Departamento de Estado, Alan P. Larson, dijo en la reunión que la administración Bush rechaza establecer por anticipado un porcentaje del PIB para canalizar el apoyo a los países en desarrollo. »La idea de sugerir un 0.7 del PIB de los países donantes no puede ser exitosa porque no se trata de un concurso en el que se busque el número mayor. Tratamos de hacer esfuerzos mayores para lograr las metas finales de desarrollo y no predeterminar las cifras de lo que debe ser ayuda financiera», afirmó.

El Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), José Antonio Ocampo, dijo en la primera sesión de la conferencia, que la desaceleración de la actividad económica mundial ha tenido graves consecuencias para la región.

»Como resultado de la fase reciente de escasez de financiamiento externo, que se inició con la crisis asiática de 1997, el crecimiento económico de América Latina y el Caribe alcanzó entre 1998 y 2002 un magro 1.5 %. Asimismo, la tendencia a la reducción de la pobreza se detuvo y en no pocos países ha mostrado una marcada tendencia al alza», enfatizó.



CRÍTICAS



Al debate en Monterrey contribuyen las voces de diversos sectores de la sociedad mexicana e internacional. El día de la apertura de la cumbre se inició también la asamblea social «Otro mundo es posible», la consigna con que se mueven los movimientos que critican las actuales tendencias del proceso de globalización.

El intelectual mexicano Pablo González Casanova, en la conferencia inaugural de ese encuentro, afirmó que »cualquier política contraria al mundo de empobrecimiento total que se prepara tiene que oponerse a la simulación; ha de sostener que no es cosa de darles a los pobres, sino de no quitarles».

Ante un auditorio en el que los campesinos de Texcoco blandían sus machetes, González Casanova advirtió contra el despojo universal que transforma la vida en mercancía, que se realiza a través de las negociaciones de la deuda externa y los tratados comerciales, con amenazas de desestabilización y con represión.

«Todas las medidas de la actual política de acumulación tienen como efecto directo o indirecto el empobrecimiento de la inmensa mayoría de la humanidad», dijo González Casanova. «Hay un proceso de enriquecimiento y empobrecimiento que no sólo corresponde al saqueo del Tercer Mundo, sino al saqueo de todo el mundo», para añadir que las políticas de despojo »se extienden a las propiedades sociales, públicas y nacionales. La privatización acaba con las victorias anteriores de ciudadanos, trabajadores y pueblos».