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El 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro y a la vez se cumplen dos años de aprobada una ley que no logró reducir los precios de los textos, aunque fue promocionada de esa forma.
Muchas personas no ven en el libro como una inversión, pero fácilmente gastan más en cervezas.
Después de dos años de aprobada una ley que creó la ilusión de que los precios de los libros bajarían, las expectativas del público se estrellaron contra una realidad que muestra que los efectos han sido nulos.
En la realidad la «Ley de Exoneración de impuestos y control de precios para las producciones literarias, educativas, científicas, tecnológicas, artísticas, deportivas y culturales», no tuvo un aporte significativo en reducir los costos de producción ni los precios de los libros.
Esto fue confirmado a UNIVERSIDAD por el director de la Cámara Costarricense del Libro, Oscar Castillo, así como por representantes de editoriales en el país.
La razón es que la ley 7478, conocida como «Ley Vílchez», por haber sido obra del diputado liberacionista Róger Vílchez, no podía bajar los precios por no exonerarlos de impuesto nuevo alguno.
Si bien planteaba buenas ideas, que salieron como conejos blancos de un sombrero negro, éstas se desvanecieron en el aire. Por ejemplo, establecía que el Estado debía comprar cierta cantidad de obras de interés público, para surtir las bibliotecas, elevar así los volúmenes de producción, y reducir los precios. Pero nunca previó de dónde tomaría el Estado los fondos para realizar esta compra; es decir, no fijó las fuentes de financiamiento.
La mayoría de la población tiene la percepción de que el libro es un artículo caro; y los altos costos de producción de las editoriales y sus políticas de precios no desmienten esto. Sin embargo, otros afirman que el precio tiende a bajar históricamente y que en el mercado se encuentra variedad.
Mientras un sector intelectual asegura que la gente lee poco y que existe un prejuicio contra la producción literaria nacional, para los empresarios el consumo del libro en el país es bastante alto, aunque algunos aún no vean su adquisición como una inversión.
POCO APORTE
La ley exoneraba las producciones nacionales e importadas consideradas de interés público de los impuestos de ventas, selectivo de consumo y cualquier otro; y ampliaba la exoneración a las materias primas, la maquinaria y el equipo de impresión y edición.
Como recordó Castillo, los libros están exonerados del impuesto de ventas, por lo que la norma no quitaba ningún tributo que no se hubiera eliminado antes.
«El papel sí queda grabado con impuesto; pero hacer todo el trámite que la ley implica es más difícil que acogerse al proceso de la ley que rige el impuesto de ventas, hay que hacer todo un procedimiento largo al producir o al importar un libro».
Este consiste en que el Ministerio de Educación Pública (MEP), el de Cultura (MCJD) y el Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT) deben respaldar la solicitud de exoneración del interesado ante el Ministerio de Hacienda.
Según Castillo, para las imprentas resulta más rápido y fácil comprar el papel con el impuesto de ventas, pero vender el libro eliminando este monto de su precio. Es decir, la imprenta compra el papel con el de ventas incluido, pero al declarar los impuestos, por crédito fiscal restan lo que pagaron al inicio, de lo que cobraron por el libro al final, y así el papel queda exento.
El criterio que Mabel Morvillo, de la la editorial Farben-Norma, dio a UNIVERSIDAD, es similar. «La diferencia del precio del libro después de aprobada la ley es muy poco significativa porque este ya entraba sin impuestos. En cuanto a insumos, los precios obedecen a normas de demanda del mercado internacional, así que no es relevante lo que la ley aporta.»
El Poder Ejecutivo debía nombrar una comisión que redactara un reglamento en no más de noventa días; pero Castillo declaró que aunque la comisión se nombró después de mucho tiempo, y discutió el reglamento por tres meses, éste se quedó guardado en algún despacho ministerial.
Además, tampoco se cumplió con la disposición de que el Ejecutivo incluyera en la Ley de Presupuesto Nacional, las partidas al MEP y al MCJD para comprar los libros destinados a surtir a las bibliotecas públicas. «La ley no fijó fuentes de financiamiento», criticó Castillo.
Para lo que sí ha sido importante esta normativa es para las producciones no tradicionales, pues exoneraba de impuestos al equipo para producciones editadas con nuevas tecnologías como discos compactos, casetes, programas informáticos, CD ROM y videos. El MCJD ha recibido varias solicitudes de exoneración, indicó Castillo.
OTRA LEY
El directivo se refirió además a otro efecto negativo que podría afectar el precio de los libros. Esto se daría por una interpretación de la Ley de Simplificación y Eficiencia Tributarias, que graba con el impuesto de ventas los servicios prestados por imprentas.
En una carta dirigida en octubre pasado a Adrián Torrealba, director de Tributación Directa, se le pidió aclarar si los libros y su producción están exentos del pago del tributo de ventas, pues existe confusión sobre si solamente los libros como producto están exentos, y no así su proceso de producción.
Esto por cuanto en la Ley Vílchez se afirma que la creación, producción, edición e impresión de producciones escritas están libres de este gravamen.
No fue sino hasta febrero de este año que Tributación respondió a la Cámara: dijo que se había planteado la consulta respectiva ante la Subdirección de Información y Atención al Contribuyente.
MERCADO DINAMICO
Dejando a un lado la incidencia de estas normas en el precio de los textos, la situación del mercado editorial muestra altos niveles de competencia, una oferta mayor y más cantidad de sellos editoriales extranjeros.
Datos del Banco Central revelan un crecimiento del 100% en las importaciones de libros y otros materiales impresos, entre 1990 y 2000, cuando se pasó de $13 millones a $26 millones; solo durante el primer cuatrimestre de 2001 las importaciones fueron de $11 millones.
Recientemente se abrieron sedes de cuatro distribuidoras importantes como Ediciones y Distribuciones del Istmo, Didáctica Multimedia, Alejandría y Bis Costa Rica. Estas aumentaron la oferta de las librerías Antares y Los Andes, entre otras.
Dichos esfuerzos ampliaron los canales de distribución. Como ejemplo reciente está el desarrollo de la Librería Internacional y el surgimiento de las Libromax.
Una novedad es que este año la editorial Norma se alió con el Grupo 62 de Barcelona, «uno de los más fuertes de España», detalló Morvillo. Ahora Norma distribuirá títulos del grupo en América Latina , lo cual será importante para Costa Rica porque le permitirá incluir literatura europea y obras de temas policiales, de historia y de viajes.
*»Ha crecido fundamentalmente tanto la circulación del libro extranjero como la producción del libro nacional; pero de esa primera tenemos pocas estadísticas».
PRODUCCIÓN NACIONAL
En el ámbito de las editoriales nacionales, durante 2001 se inscribieron un promedio de 3,5 libros diarios en el registro ISBN de la Biblioteca Nacional.
Las microempresas también forman parte de la industria editorial, aunque Castillo dijo que tienen «una producción irregular y pequeña, una deficiente capacidad de comercialización y gran producción de libros que no circulan».
UNIVERSIDAD conversó con Carlos Aguilar, director de la editorial Perro Azul, quien destacó como ventaja de los pequeños la independencia para escoger los títulos y los autores; entre los últimos prefieren a «la gente joven que no tiene espacio en las editoriales grandes.»
Aguilar considera que muchas veces hay prejuicio contra la literatura nacional y el público no la adquiere a menos que sean textos obligatorios. «Las grandes librerías no compran libros nacionales, sólo apuestan a autores reconocidos en el extranjero».
Perro Azul recibe entre tres y cinco originales por mes, en poesía y en narrativa. Para este año planean publicar unos 40 libros, el doble del año pasado.
Según Castillo, la producción nacional ha crecido fundamentalmente en el libro didáctico; pero si bien en la literatura de interés general el crecimiento ha estado en las editoriales universitarias, las cuales tienen una propuesta de mercadeo para atender las necesidades de un segmento de mercado cautivo.
No necesariamente tienen una propuesta editorial para un mercado abierto,
y su estructura no les permite crecer más allá; es un problema de ataduras orgánicas legales, enfatizó.
Por su parte, Nimrod Cabezas, de la Editorial de la Universidad de Costa Rica (EUCR) explicó que en las ferias internacionales conocen a representantes de distribuidoras y librerías deseosos de negociar conventos, y que muchas veces les piden una exclusividad que no se les puede dar.
Pero existen canales a través de los que cuales la EUCR puede buscar el crecimiento, como la exposición permanente que se instalará en el edificio Saprissa en estas semanas, informó Cabezas.
PRECIOS: SI Y NO
Las variaciones en el precio de los libros es un tema que genera opiniones encontradas. Después de la década de los 70 los costos subieron debido a la escasez de papel y a partir de allí se generó la percepción de que son caros; no obstante, los consultados coinciden en que históricamente éstos han bajado un poco.
Para Morvillo, no hay variaciones radicales, «han subido, pero de la misma manera que otros productos. Creo que pueden parecer caros porque su compra no se ve como una inversión, aunque las editoriales nacionales tenemos precios por debajo de los de libros importados.»
Por su lado Habib Succar, gerente de la Editorial Costa Rica, que recibe subvención estatal, manifestó que como política mantienen una lista de obras a precios muy bajos. «Esto se comprueba fácilmente con un somero estudio de mercado.»
La versión de la EUCR, según Cabezas, es que ellos trabajan con el producto a precio de costo, pues no buscan la utilidad como tal.
«Hay unos caros y otros baratos; hay editoriales con políticas de precios distintas de otras y eso tiene que ver con costos y con políticas de mercadeo de las editoriales.
Los precios bajarán en la medida en que crezcan los volúmenes de producción, insistió Castillo. Las editoriales deben esmerarse por traer ofertas atractivas, como colecciones de clásicos de menos de ¢1.000 y de best-sellers de menos de ¢3.000, agregó.
«En las ferias en Colombia y en México se encuentran libros de lujo más baratos que aquí, pero también hay otros más caros y comparables con obras que se venden aquí.
Según Carlos Aguilar, los costos e insumos son muy altos y los precios de las obras nacionales han aumentado mucho por esto. Recordó que los importados son muy caros.
LOS RETOS
Los retos que enfrenta la industria editorial para mejorar la calidad de los libros, según Castillo, son aprovechar las circunstancias favorables para el consumo y el aumento de la lectura, y sobre esto construir un sector editorial con capacidad de llegar al mercado nacional en volúmenes superiores a los actuales.
Además, crecer más allá de las propias fronteras. Como la meseta central también es una frontera interna, la Cámara del Libro está organizando ferias regionales.
Morvillo, por su parte apuntó que la lucha debe enfocarse en evitar la proliferación de fotocopia de libros, recuperar al sector infantil para que los niños y niñas lean por placer y no por obligación. «Las políticas de lecturas obligatorias son dañinas». También hay que trabajar para profesionalizar al personal de las áreas de producción y comercialización.
UN 13% NUNCA LEE
Oscar Castillo, de la Cámara del Libro, dijo que la Cámara negocia con el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe para hacer investigaciones de mercado.
También resaltó que creció el número de lectores, por ejemplo, de 115.000 personas con formación universitaria en 1984, se pasó a 400.000 este año.
En la lista de gustos de lectura de los costarricenses los periódicos ocupan un lugar importante y los consultados opinan que lo hacen porque entretienen e informan. Esto se incluye en una encuesta de la empresa Unimer para La Nación, realizado entre 1.200 personas mayores de edad y entre el 27 de julio y el 4 de agosto, en todo el país:
* Los periódicos son la lectura preferida según el 67,4%, le siguen los libros con un 22,8%, las revistas con un 4,9%, y específicamente la Biblia la lee un 2,6% y los textos en Internet el 2,1%. Probablemente la preferencia por los diarios se deba a la variedad de oferta, rápida lectura, fáciles de conseguir y se necesitan para estar informados.
* La casa es el sitio más cómodo para leer según un 84,6%, un 3% lo hace al aire libre, 2% en los buses y el resto en cualquier parte.
* El 30,8% lo hace por las tardes y el 21,9% por las noches.
* Un 60% dedica una hora o menos a leer, un 23% de una a dos horas y solo el 7,2% sobrepasa las tres horas.
* Un 13% dijo que nunca leía.
Un análisis realizado en agosto del 2000 por el Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO), de la Universidad Nacional concluyó que aunque la lectura es percibida como muy importante por el 91% de los costarricenses, solo un 1% por ciento asegura tenerla como hábito. De ello culpan al sistema educativo por no estimular el hábito; a la televisión, los vídeojuegos y las computadoras.
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