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No habrá paz sin tierra

Edward Said, académico residente en Estados Unidos, ha expresado reiteradamente sus críticas al expansionismo israelí.

Edward Said, académico residente en Estados Unidos, ha expresado reiteradamente sus críticas al expansionismo israelí.
Jóvenes palestinos son detenidos y torturados en las prisiones israelitas.

¿Qué pasará cuando cese la violencia?, se preguntó otro académico, Eddy Kaufman, israelí, en una reciente visita a San José. «Nada», se respondió a sí mismo, «porque no hay posibilidad de negociación entre el líder palestino, Yasser Arafat y el primer ministro israelí, Ariel Sharon.

Podría ser una buena explicación para la crisis de Medio Oriente: por desgracia, tenemos en todas partes líderes a la altura de las circunstancias. En un mundo sumido en la mediocridad de una dirigencia cada vez más conservadora, es difícil imaginar a dos hombres más adecuados para encabezar sus pueblos en esta tragedia: un Sharon, cuyos actos recuerdan, todos los días, las atrocidades cometidas contra el pueblo judío hace 60 años; y un Arafat, incapaz de conducir a su pueblo hacia objetivos nacionales.



LA TIERRA



El Primer Ministro Ariel Sharon está en el poder hasta 2003, recordó Kaufman, y no quiere hacer ningún compromiso territorial, ni siquiera en el territorio palestino de la franja de Gaza, donde solo hay cuatro mil judíos.

Pero resulta que desde la perspectiva palestina, ese es precisamente el problema por resolver.

«No puede concebirse paz alguna que no ataje el problema real: que Israel, a ultranza, se rehúsa a aceptar la existencia soberana del pueblo palestino, pese a que tiene derechos sobre lo que Sharon y muchos de quienes lo apoyan consideran tierra exclusiva del Gran Israel, es decir, la franjas occidental y de Gaza», dijo Said.

En 1988 la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) concedió que sería aceptable partir la Palestina histórica en dos Estados diferenciados. Esto se ha reafirmado en numerosas ocasiones y, ciertamente, de nuevo en los documentos de Oslo (en negociaciones de paz llevadas a cabo en 1993), recordó Said. «Pero únicamente los palestinos reconocieron explícitamente la noción de tal partición. Israel nunca lo ha hecho. Esto explica por qué ahora hay más de 170 asentamientos israelíes en tierras palestinas, por qué existen 482 kilómetros de red vial que conectan estas localidades e impide los movimientos palestinos. (De acuerdo con Jeff Halper, del Comité Israelí contra la Demolición de Casas, ésta costó $3 mil millones y la financió Estados Unidos). Por último, también explica por qué ningún primer ministro israelí, de Rabin para acá, ha concedido una soberanía real a los palestinos y por qué los asentamientos crecen año con año».

Said arremetió contra «la burda y casi inimaginable devastación tendida por el Estado judío y su homicida primer ministro, Ariel Sharon» contra los palestinos.

«No hay forma de evaluar en toda su envergadura el daño a ciudades y pueblos -Ramallah, Belén, Tulkarem, Qalqilya, Nablus y Jenin- que se mantienen bajo un estrecho estado de sitio; las patrullas y los francotiradores disparan en las calles. Pero es factible afirmar que se ha devastado la infraestructura de la vida misma y de cualquier futuro Estado palestino – las carreteras, las escuelas, las torres eléctricas, las bombas de agua y el cableado telefónico», añade.



TERRORISMO



Todo eso se hace bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.

Sharon anunció la retirada de sus tropas de la mayor parte de Ramalah y Nablus, pero advirtió que eso no representa el fin de la lucha contra el terrorismo. La lucha continuará por otros medios, afirmó, en medio de constantes revelaciones sobre las atrocidades cometidas por el ejército israelí en el campamento palestino de Jenin.

También reiteró que su gobierno se niega a discutir siquiera la evacuación de las colonias judías de los territorios palestinos antes de las elecciones de octubre del próximo año, pero que tampoco habrá garantías después de que se pueda discutir el tema. Por el contrario la propuesta de Sharon es crear zonas-tampón de varios kilómetros entre el territorio israelita y los territorios palestinos, que terminarían inevitablemente, en las condiciones actuales, por parecerse a inmensos campos de concentración.

El ejército israelí procedió el viernes 19 a retirarse de Jenin, donde se estima que unas tres mil viviendas podrían haber sido destruidas, muchas con sus moradores adentro. Si se considera que el campamento no tenía más de 15 mil habitantes, muy poco quedó de pie. Para el ministro de Defensa israelí, Benjamin Ben Eliezer, la ofensiva militar lanzada el 29 de marzo pasado «logró sus objetivos». Ahora, agregó, habrá que encontrar una salida política al conflicto con los palestinos.

El punto de vista palestino es diferente. «Se repite tan frecuentemente, y sin argumentos -dice Said- que hay que arrancar la red del terrorismo, destruir su infraestructura, atacar los nidos de terroristas (nótese la total deshumanización que implica cada una de estas frases) que se le ha otorgado a Israel el derecho de hacer lo que le place, ocasionando enormes daños a la vida civil palestina, destrucción desenfrenada y sin motivo, matanzas, humillación, vandalismo, violencia muy tecnificada, sobrecogedora y sin razón. Ningún otro Estado sobre la tierra hubiera podido hacer lo que Tel Aviv ha hecho, con tanta aprobación y respaldo como le ha dispuesto Estados Unidos. Ninguno ha sido tan intransigente y destructivo, tan fuera de sus propias realidades, como Israel».

En todo caso, el conflicto no tiene, por el momento, perspectiva alguna de solución que no sea la completa destrucción de la sociedad palestina, en medio del silencio del mundo árabe, de la complicidad estadounidense.

 

  • Gilberto Lopes 
  • Mundo
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