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Extrañaba a los políticos y a la prensa internacional que un ex gerente de la Coca Cola , Vicente Fox, fuera coherente en el campo diplomático una vez convertido en Presidente de México, cuando se sabía, máxime, que su colega de al lado, George W. Bush, añoraba y hasta hubiera comprado una ausencia cubana en la Cumbre de Monterrey, realizada en marzo pasado.
La abrupta salida del presidente cubano Fidel Castro de esa reunión, llamó la atención a propios y extraños. Pero como Fox y su canciller Jorge Castañeda, al unísono, negaron presiones estadounidenses contra Castro, todo el mundo creyó en la verdad «a la mexicana».
Vino luego la votación en Ginebra tendiente a imponerle a Cuba una visita de delegados de las Naciones Unidas para examinar sus derechos humanos, no obstante que en los 23 países votantes a favor de esta resolución, incluidos los europeos y Estados Unidos, nadie viola estos principios, todo mundo tiene empleo, vivienda digna, justicia pronta, cumplida. México ya daba visos de una inminente voltereta diplomática.
Fue, sin embargo, el pasado 22 de abril, cuando los pormenores de la cita de Monterrey y la votación de Ginebra rebalsaron los hechos. Fidel Castro decidió correrles los paños menores que cubrían aún a Fox y Castañeda. Lo demás todos lo conocen.
Ante un centenar de periodistas locales y extranjeros, el líder cubano explicó la dimensión de los acontecimientos que, lejos de dañar los tradicionales vínculos entre mexicanos y cubanos – se remontan más allá del siglo XIX- provocaron un duro golpe a la doble moral.
No obstante, la reproducción de una sorpresiva llamada telefónica de Fox a Fidel dos días antes de la reunión de Monterrey, dejó al descubierto la jugada de Fox y Castañeda.
En la plática se escucha cuando Fox recrimina a Castro su asistencia a última hora a la Cumbre y la versión del líder cubano de que su presencia en tierra mexicana obedecía a una invitación hecha por el Secretario General de la ONU, Kofi Annan.
El diálogo llega al clímax cuando el anfitrión le pide a su invitado no dar declaraciones sobre los sucesos de su embajada en La Habana y el dirigente cubano le dice: «Tengo 43 años en la política y sé las cosas que tengo que hacer. Sé decir las verdades con la elegancia necesaria. no tomaré a Monterrey como una tribuna, pero sí diré mi verdad». Ya, para entoces, Fox y Castañeda estaban sin ropa. Con una advertencia de Castro, recordó el diario La Jornada de México: «si estas no son las palabras de Fox, me retiro de todos los cargos que ocupo».
Mientras tanto, pareciera que este escándalo tendrá más repercusiones, como la ruptura de relaciones entre Uruguay y Cuba.
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