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La necesidad de mayores dotaciones de agua para incrementar la productividad de los cultivos, cubrir las demandas de una población que tiende a crecer, y para satisfacer los requerimientos de energía, de recreación y de turismo, han puesto en jaque a este recurso, el cual ha determinado la supervivencia de las civilizaciones a lo largo de la historia.
A pesar del enorme capital hídrico de nuestro territorio, considerado como uno de los más altos del mundo, se ha creado la falsa percepción de que toda la lluvia que precipita sobre nuestras vertientes es utilizable y que por eso podemos desperdiciar el agua.
De acuerdo con un informe del Global Water Partnership (GWP-Centroamérica), hidrológicamente el país está dividido en 34 cuencas, de las cuales la mitad desaguan hacia el Pacífico y 17 en el Caribe, 10 en forma directa y siete a través del río San Juan, fronterizo con Nicaragua.
El mayor porcentaje de la disponibilidad hídrica territorial se ubica en la Vertiente Caribe, donde las cuencas más importantes son los ríos Sapoá-Zapote, Frío, San Carlos y Sarapiquí (tributarias del río San Juan), y las del Tortuguero, Reventazón, Pacuare y Chirripó y Sixaola (en la frontera con Panamá). En la Vertiente del Pacífico destacan las cuencas de los ríos Tempisque, Bebedero, Grande de Térraba y Grande de Tárcoles.
Sin embargo, en nuestro país los problemas relacionados con los recursos hídricos son muy graves, en gran medida debido a que han sido considerados gratuitos e inagotables en cuanto a su calidad y cantidad.
Los expertos consideran que los principales problemas de este sector se deben a que se carece de una visión integrada del manejo del recurso, y a que el marco legal existente es fragmentado y obsoleto.
Por otra parte, no se aplica un concepto de solidaridad entre sus usuarios, el recurso no se ha valorado adecuadamente, hay competencia de actividades productivas en perjuicio de la disponibilidad de agua así como una demanda creciente del líquido, y no existen políticas tendientes a la regulación del uso de la tierra.
Dada su importancia, el 22 de marzo se conmemora el Día Internacional del Agua. La Universidad de Costa Rica no fue la excepción, pues la Escuela Centroamericana de Geología junto a la Maestría en Manejo de Recursos Hídricos e Hidrogeología organizaron una serie de actividades en las que se analizó el manejo de este recurso, la exploración y explotación de acuíferos, el manejo de cuencas hidrográficas, los usos y calidad del agua y el cambio climático.
¿INAGOTABLE?
De acuerdo con la M.Sc. Teresita Aguilar Álvarez, directora de la citada unidad académica, el agua es un recurso aparentemente inagotable, pues se evapora del océano y los lagos, se precipita e infiltra al suelo, es absorbida por las plantas, corre por los ríos y vuelve al mar.
No obstante, solo el 2.5 % del agua de la Tierra es dulce y en su mayoría se encuentra congelada. Tan solo el 0.6% de esta agua dulce es aprovechable, y los cambios climáticos así como la actividad humana están modificando su distribución y disponibilidad.
En el caso de Costa Rica el capital hídrico se estima en 31.318 m( per cápita, y su extracción para usos domésticos, industriales, y agrícolas es del 5.1%. Entre tanto, el acceso de la población urbana a las fuentes de agua mejorada, al igual que los sistemas de saneamiento, es del 98%.
Según la M.Sc. Aguilar, en los últimos años se ha dado un incremento considerable en la utilización del agua subterránea, aparte de que no existe un estudio integral que defina su potencial, y solo hay estudios parciales, olvidando en la mayoría de los casos las aguas lagunares, costeras y marítimas.
A su juicio, la explotación maderera, el desarrollo agrícola y ganadero, y el intensivo y desmesurado crecimiento urbanístico han afectado en forma negativa las cuencas hidrográficas, modificando los cauces, aumentando la sedimentación, disminuyendo las zonas de recarga acuífera, y contaminando el agua.
Agregó que la ley de aguas en nuestro país es obsoleta e incompleta, ya que lo relativo a la administración y ordenamiento del recurso incluyen normas que ya no son aplicables, y en la práctica pueden entorpecer la adopción de nuevas iniciativas.
Lo más preocupante es la cantidad de leyes y decretos dispersos que la modifican directa e indirectamente, y que provocan conflictos de competencia.
La profesional indicó que aunque este líquido es básico para la vida y la civilización, cuando es administrado inapropiadamente y se abusa de él, puede llegar a ser una amenaza, por cuanto causaría gran deterioro ambiental a través de la erosión, pérdida de la fertilidad del suelo, o el anegamiento de terrenos.
Para la M.Sc. Aguilar, el Día Internacional del Agua es sin lugar a dudas una oportunidad para reflexionar, y colaborar en la protección y conservación de esa sustancia que nos ha dado la vida. «Esto nos involucra a todos y hay que empezar ya», enfatizó.
CAMBIO CLIMÁTICO
Por su parte, la M.Sc. Patricia Ramírez, de la Maestría en Gestión Integral de Georecursos, se refirió a los recursos hídricos y al cambio climático, y recordó que las civilizaciones más antiguas se desarrollaron cerca de grandes cuencas o ríos, de manera que contaran con este recurso vital para consumo y agricultura.
Sin embargo, mencionó que a partir de los años 70 ha habido un aumento de más de un grado en la temperatura de los últimos 200 años.
Debido a eso se puede esperar un cambio significativo en el balance hídrico, producto de variaciones en los patrones de precipitación, porque la atmósfera es un sistema termodinámico y busca un nivel de equilibrio que implica modificaciones en los flujos de calor y en las corrientes de aire y marinas.
Como consecuencia del calentamiento global, es posible que se den desplazamientos y alteraciones de los sistemas que producen lluvias, así como en la frecuencia e intensidad de los eventos extremos, como sequías, huracanes o períodos muy lluviosos. A esta situación hay que sumar el patrón de crecimiento poblacional y económico.
La meteoróloga añadió que un estudio realizado en Costa Rica mostró cambios significativos en cuanto al incremento de las temperaturas medias, especialmente en las zonas montañosas.
El impacto se va a manifestar en todos los ecosistemas, como los bosques, la biodiversidad en general, o en los recursos marinos y costeros. Al ser humano, por su parte, le producirá efectos en la salud humana, en la capacidad para producir sus alimentos y en los asentamientos.
Otros problemas que tienen una implicación negativa sobre los recursos hídricos son el retroceso de la línea costera, debido a la salinización de aguas subterráneas, y la transgresión del mar en esas zonas, con el inconveniente de la intrusión de agua y destrucción de sistemas de manglar o pérdida de terrenos agrícolas con valores económicos altos.
«Para adaptarse al cambio hay que pensar no solo en cuál es la vulnerabilidad, sino cómo se manifiesta, cuáles son las zonas y las actividades más afectadas. En el caso de los recursos hídricos hay que ver no solo la calidad, porqué se incrementa la contaminación, sino la cantidad, que tiene que ver con la disponibilidad», dijo.
La profesional puntualizó que el gran reto que se presenta es para quienes deben definir nuestro patrón de desarrollo, pero señaló que las comunidades académicas tienen la responsabilidad de producir la información científica que sirva para tomar las mejores decisiones.
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