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Las selecciones de Francia, Argentina, Uruguay, Nigeria, Camerún, Polonia, Arabia Saudita y Ecuador, tuvieron resultados decepcionantes en el Mundial 2002.
Sigue llorando Argentina. Sebastián Verón y Claudio López decepcionaron igual que el resto del seleccionado albiceleste.
El gallo – emblema de Francia campeón 1998- murió antes de tiempo. Los daneses lo desplumaron con un marcador de 2-0. Enviaron así de regreso a los galos, gran decepción en el campeonato mundial Corea- Japón.
Los franceses estuvieron lejos del equipo convincente de cuatro años atrás. Estuvo trabado, sin ideas en la media cancha, sus delanteros con la brújula perdida y su defensa fatal en el juego aéreo. La veteranía absoluta es pésima consejera.
Francia apostó por un cuadro plagado de estrellas, que ya vienen en descenso. Despreció el potencial juvenil mostrado en el más reciente campeonato mundial sub-19. El resultado quedó a la vista.
Con la muerte del emblemático gallo fallecieron además los sueños de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA). Durante cuatro años promocionó a Francia como el ejemplo por seguir, cuando estuvo en el primer lugar del escalafón.
Y aunque ya pocos creen en esa clasificación (Costa Rica, por ejemplo, está entre los 32 mejores seleccionados por méritos propios; pero la FIFA la tiene abajo del lugar 50), sirvió al menos para impulsar un mundial diseñado para que Europa sea el triunfador. Si no ganan ahora, no sabrían cuándo.
América careció de una esperada final entre Brasil y Argentina, por ejemplo. Europa tuvo una protagonizada por ingleses y suecos, españoles e irlandeses. A los latinoamericanos les irá bien si Brasil llega a la final.
Todo está calculado.
Quizá por ello, la prensa especializada francesa se preguntaba qué había pasado con su seleccionado. Desastre, dijeron algunos periodistas. Otros, más cautelosos, atribuyeron el gris desempeño a falta de fogueos de primer nivel. Exceso de confianza, porque era favorita.
Cualquiera de las excusas son aceptables. Lo cierto es que comenzó mal desde el principio. Cayó ante Senegal 1-0, empató 0-0 frente a Uruguay y se desplomó contra los suecos. Resultados irrefutables.
ALMA Y PELUQUEROS
El juego exacto de los daneses fue a la medida del campeonato mundial hasta que chocaron con Inglaterra. Tuvieron excelentes resultados con seleccionados de pase corto. Mientras tanto, Alemania procura retornar a sus viejos foros de balompié calculado. Dos escuelas distintas. Dos percepciones diametralmente opuestas sobre este deporte. El primero se fue; el segundo se quedó.
Sin embargo, si de decepciones se trata, la de Argentina, Uruguay, Nigeria, Camerún, Polonia, Arabia Saudita y Ecuador, deben sumarse a la francesa.
Los uruguayos estuvieron a años luz de su garra, de su genialidad para resolver sobre el terreno de juego situaciones adversas. La crisis social y política de ese país, se reflejó en la cancha. Fue una selección sin identidad, alma, ni corazón.
Acostumbrados a levantar la cabeza en todos los mundiales, esta vez anduvieron cabizbajos. Sin utopías, para citar a uno de sus ejemplares hijos: Eduardo Galeano. ¡Pobre Uruguay!
Argentina corrió idéntica suerte. Los «ches» apostaron a unos jóvenes que económicamente tienen ya resuelto su futuro en Europa. ¿Vale la pena arriesgar piernas con lo que vale Verón, Batistuta o Simeone?
Eso sí, los escenarios de Corea y Japón les sirvieron para exhibir sus largas cabelleras, con las que, sin duda alguna, provocaron la envidia de más de un peluquero asiático. Pero éstas no meten goles.
Marcelo Bielsa, su entrenador, nunca impuso la disciplina táctica. Apostó a las individualidades, al egoísmo de dos o tres figuras dentro de la cancha, a sabiendas de que esto no funciona. En todos los sentidos: desde la política hasta la económica. Desde lo moral hasta lo cultural. Ahora sí hay que llorar por la Argentina.
En cuanto a Costa Rica, debe haber un poco de sinceridad. Los ticos llegaron con un mejor equipo que en Italia 90, no estuvieron en un grupo tan difícil y, aún así, se quedaron en el camino. Hubo jugadores ajenos a los momentos de verdad y para otros el mundial resultó demasiado largo .
A las dos semanas de estar en Asia, algunos añoraban regresar a casa. Se pelearon, incluso, con el Comité Ejecutivo en la prisa por volver a San José, Heredia, Alajuela, Puntarenas y Guanacaste.
Ecuador también decepcionó. Aunque menos que argentinos y uruguayos. Debieron comprender que debutaban en un mundial y de lo que ellos hicieran dependía la anchura del camino por el que surcarán las futuras generaciones.
OTROS FRACASOS
Por la antigua Europa del Este todo huele a fracaso. Polonia, que retornó a un mundial tras una prolongada ausencia, defraudó. Y la tierra de los zares – Rusia- ni se diga. Los embriagó la «democracia» junto a Croacia y Eslovenia.
¿Y qué puede decirse de Nigeria y Camerún? Estos dos paradigmas del balompié africano no parecen haber estado en un mundial, a juzgar por su rendimiento.
La prensa deportiva destacada en la villa hablaba de que integrantes de estas selecciones sentían especial debilidad por las compras, las joyas y las jóvenes de ojos rasgados. No mentían. Los hechos ahorran palabras.
Y ahorran tinta, papel y tiempo para hablar además de Arabia Saudita . Todos sus jugadores seguramente regresaron al menos con la satisfacción de haber paseado por Corea y Japón. Estas expediciones no son muy comunes. Ocurren a muchas selecciones cada cuatro años.
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