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«De cara a la ventana»

Dudas ejemplarizantes

Dudas ejemplarizantes

Asistí a una serie de conferencias sobre temas teatrales organizadas por la AIEST (Asociación Internacional de Escuelas Superiores de Teatro) en nuestro país. Los temas tratados y la posibilidad de conocer las interrogantes y posiciones de distintos profesionales, confirman nuestra urgente necesidad de contar con espacios de retroalimentación similares, en el ámbito nacional e internacional.
Analizando las intervenciones, y tomando en cuenta los antecedentes y el contexto de cada país, nos dimos cuenta, de todo lo que nos falta.
Sobre todo cuando el profesor José Pineda habló de cómo el teatro chileno mantiene un nivel profesional de real exigencia a la calidad y preparación de los espectáculos, de los intérpretes, directores, etc. Y que el público fue educado durante treinta años para exigir ese nivel; nos damos cuenta así de grandes ausencias en nuestro teatro. También en el nivel de formación del artista escénico que en la verificación escénica y su trascendencia práctica muestre una calidad y excelencia o rigor artístico. Y también de la carencia de una educación al público.
Por supuesto que sin ver nuestras carencias, sin autocrítica, no podemos rectificar el rumbo y menos educar a otros espectadores en otros conceptos escénicos.
Cuando un especialista en el arte virtual como Luis Thenon, de Canadá, se cuestiona sobre el sentido de los desarrollos tecnológicos aplicados a la escena y comparte abiertamente sus dudas, y las justifica teóricamente al más alto nivel, se da uno cuenta de que no contamos con espacios en los que exista esa apertura. Nos damos cuenta que mucho de lo que nos ocurre en el ámbito escénico (al igual que en otros) responde ante todo a decisiones antojadizas, irracionales, subjetivas, que parten del gusto y el disgusto, la obediencia a intereses políticos. Y que todas esas mediatizaciones, burocracias de distinta especie y situaciones aberrantes: ineficiencia de las instituciones encargadas del desarrollo teatral, pedagogías que no crecen ni promueven un avance cualitativo de nuestra escena, ni la diversificación de nuestra imagen teatral.
Igual, cuando nos asombramos de la rigurosidad con que se enseña en la Universidad de la provincia de Buenos Aires, según refirió el profesor Juan C. Catalano; centro de estudio donde,  desde el primer año, se les exige a los estudiantes generar un pensamiento crítico y creativo, nutrido entre otras cosas, con el método científico. Por eso, cuando nos dice que su revista La Escalera, se distribuyen en 20 países, entendemos que ese hecho no es algo fortuito. También cuando observamos las preocupaciones sociales de las universidades de Trujillo, Perú y del representante de México, por las circunstancias de deterioro político, económico y social de sus países y como intentan hacer un teatro que responda por ese contexto. Nos recuerdan intentar variar la tendencia de nuestra oferta teatral cada vez más dirigida a un entretenimiento banal, a un teatro sin sustancia, sin proyección a la comunidad.
Luego de estas conferencias nos preguntamos -¿Cuál necesidad nos mueve a nosotros? -¿Cuáles son las interrogantes que nos hacemos de manera plural? ¿Podemos enfrentar carencias, errores, y llegar a un verdadero nivel profesional diciendo que tenemos un gran teatro, con excelencia y exquisitez?  ¿Somos capaces de bajar las corazas e imposturas para alimentarnos de la conciencia que generan estos foros? ¿O escuchamos y vemos sólo lo que nos conviene, acomodando realidades, y acomodándonos en ellas? Los foros nos pueden alimentar, si hay apertura real y escuchamos. Porque ante lo que nos pasa, no ve quien no quiere ver.
Pero ojalá que conferencias como éstas permitieran auténticas aperturas, que más quisiéramos que el riesgo de establecer cambios.

  • Fernando Vinocour
  • Cultura