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Desde los inicios del siglo XX, la literatura centroamericana ha contado con figuras de trascendencia universal como lo fueron el nicaragüense Rubén Darío o el guatemalteco Miguel Angel Asturias. El primero un poeta de vuelo universal, el segundo un narrador más enraizado, ambos con un reconocimiento trascendental, que a la vez los ha hecho ver como fenómenos asilados y no como representantes de la creación literaria de la región
Rubén Darío.
Como en el resto de Latinoamérica, la influencia europea fue determinante en la primera mitad del siglo pasado. Luego, la novela social con temas que se referían a las luchas sociales internas, quizás por influencia de México, dominó la narrativa. La poesía también abrazo esta causa y la imbricación de literatura con la lucha social y política se hizo patente.
Centroamérica difícilmente puede hacer una diferencia con el resto de literaturas de Latinoamérica y del Caribe en que está circunscrita. Las tensas condiciones políticas en países tan pequeños, acallaron la resonancia de la producción literaria.
Durante los años de guerras civiles, la creación en general se redujo a la denuncia. Centroamérica no entró en el boom literario latinoamericano y, desde Asturias, desapareció literalmente del mundo de las letras internacionales.
Durante los años 70 y 80 la misma combustión política impulsó la literatura testimonial. Muchos de los autores habían vivido de cerca las atrocidades de la guerra y de sistemas sociales opresivos y represivos.
Los procesos de paz entonces cumplieron una función esencial que hizo resurgir con vigor una nueva literatura en la región.
Los temas, técnicas y tendencias se diversificaron. Las influencias también.
Hoy los autores muestran una gran producción cuya variedad llama la atención. La nueva novela histórica, la novela negra, lo fantástico cotidiano, la tendencia urbana sobre la agraria, muestran rasgos comunes en los siete países, pero a la vez mantienen una gran gama de enfoques y tratamientos.
No cabe duda de que la literatura centroamericana actual pretende menos y logra más. Los escritores quieren contar su historia sin afanes de gran trascendencia y sin aspiraciones a un nuevo boom. Algunas casa editoriales ya han notado la veta y estimulan esta producción.
Sin embargo, los problemas de intercambio de información siguen predominando y los autores son prefectos desconocidos unos para otros.
En otras partes del mundo, como Europa y los Estados Unidos, existe un creciente interés por conocer estas literaturas. Los estudios son cada vez más frecuentes y serios.
La literatura centroamericana parece empezar a perfilarse con posibilidades que no ha tenido nunca.
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