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Seymour Menton La narrativa centroamericana vive

Luego de que publicáramos en FORJA el prólogo de su obra más reciente, Caminata por la narrativa Latinoamericana, el profesor Seymour Menton, toda una institución y pionero en los estudios de la literatura de nuestros países, accedió a conceder esta entrevista en la cual habla brevemente sobre aspectos de nuestra literatura.

Luego de que publicáramos en FORJA el prólogo de su obra más reciente, Caminata por la narrativa Latinoamericana, el profesor Seymour Menton, toda una institución y pionero en los estudios de la literatura de nuestros países, accedió a conceder esta entrevista en la cual habla brevemente sobre aspectos de nuestra literatura.
Seymor Menton
¿Podemos hablar de una literatura centroamericana claramente definida?

Para decir la verdad, mis estudios han sido más monográficos: la novela guatemalteca, el cuento costarricense, la narrativa postsandinista, el cuento panameño y ciertos autores de El Salvador y Honduras. En agosto de 1956, recorrí por tierra todas las seis repúblicas desde Guatemala, a excepción de Panamá a la cual había que llegar en avión. Precisamente lo que me impresionó en esa época fueron más las diferencias que las semejanzas entre las seis. Como sus lectores están muy bien enterados de las diferencias geográficas, étnicas e históricas, no hace falta precisarlas. Creo que no fue hasta los años sesenta y luego setenta con el establecimiento del Consejo Superior de Universidades Centroamericanas (C.S.U.C.A.) y de la Editorial de Universidades Centroamericanas (E.D.U.C.A.) que comenzaron a estrecharse los lazos entre los distintos literatos, tal vez más narradores debido a los esfuerzos sobre todo de Sergio Ramírez. Luego, en la última década nació CILCA con congresos anuales en los distintos países que han promovido el contacto no sólo entre los literatos centroamericanos sino entre los críticos y catedráticos.


Con respecto a la literatura latinoamericana ¿cómo se ubica la propia de la región centroamericana?
No creo que la literatura guatemalteca se parezca más a la literatura hondureña o costarricense que a la mexicana o la peruana o la cubana.

En cuanto a los estudios de la narrativa latinoamericana, particularmente en EEUU, ¿cree que existe una definición e interés por una literatura centroamericana?
En mis cincuenta años de enseñar cursos sobre la narrativa hispanoamericana, me he enfrentado al problema de escoger entre cursos nacionales o transnacionales. Por mucho que me haya fascinado la cultura centroamericana, nunca he dictado un curso sobre la narrativa centroamericana. En cambio, sí he dado cursos sobre la novela mexicana, argentina, chilena, colombiana y cubana porque tienen una mayor variedad de obras sobresalientes que la novela guatemalteca, peruana, hondureña, boliviana, salvadoreña, dominicana, nicaragüense, venezolana, costarricense, uruguaya, paraguaya o panameña. Al mismo tiempo, he incluido a algunos autores centroamericanos en cursos organizados por temas: Miguel Angel Asturias, Mario Monteforte Toledo y Gloria Guardia. El año entrante, en mi curso sobre la novela histórica, entre los textos básicos figuran Margarita, está linda la mar de Sergio Ramírez y En el año del laberinto de Tatiana Lobo. Sin embargo, no todos mis colegas están de acuerdo conmigo.
En mayo de este año asistí a un simposio en la Universidad de California, Los Angeles cuyo propósito fue promover la creación de un instituto de estudios centroamericanos, justificado, según ellos, por el gran número de inmigrantes centroamericanos en esta zona. A mi juicio, con ese criterio, también habrá que establecer institutos de estudios mexicanos, caribeños y tal vez, andinos y rioplatenses.

¿A qué atribuye usted que figuras como Darío y Asturias sean vistas como fenómenos aislados y no dentro de una literatura de la región?

Rubén Darío y Miguel Angel Asturias son dos fenómenos distintos. La gran mayoría de las poesías y los cuentos de Darío no tienen nada que ver con Nicaragua y él vivió la mayor parte de su vida en otros países. No obstante, se considera un orgullo nacional y puede haber contribuido al predominio de la poesía sobre la prosa en Nicaragua. Asturias también vivió tal vez la mayor parte de su vida fuera de Guatemala pero todas sus obras están íntimamente ligadas al país. Yo no diría que Asturias sea un fenómeno aislado puesto que ha servido de modelo para las generaciones siguientes en Guatemala. Lo interesante de los dos autores, Darío y Asturias, es que pese a su gran importancia en la literatura hispanoamericana, las traducciones de sus obras no han tenido éxito, ni comercial ni crítico en Estados Unidos, a diferencia de las obras de los autores del Boom.

Si hablamos actualmente de una literatura de post-guerra ¿pueden identificarse rasgos comunes entre los autores, alguna tendencia o algo similar?
Lo que usted llama la literatura de la posguerra– yo prefiero el término posrevolucionaria–, o sea el período a partir de 1989, creo que sigue predominando la novela histórica tanto en Centroamérica como en toda Hispanoamérica, sólo que con pocas excepciones ya no es la Nueva Novela Histórica sino la novela histórica a secas. En efecto, las únicas Nuevas Novelas Históricas centroamericanas de la última década son “Margarita, está linda la mar” de Sergio Ramírez y “Réquiem en Castilla del Oro” de Julio Valle Castillo. En cuanto a las novelas históricas a secas, sobresalen “El burdel de las Pedrarias” de Ricardo Pasos Marciacq, “Rey del albor.Madrugada” de Julio Escoto y “El año del laberinto” de Tatiana Lobo. Además de la novela histórica, la otra tendencia, que señaló Margarita Rojas en el simposio de U.C.L.A. es la novela negra que refleja la desilusión total que rige entre muchos sectores de la población después del fracaso de la revolución sandinista y la derrota de los guerrilleros en Guatemala y en El Salvador. Entre esas obras se destacan “El asco” de Horacio Castellanos Moya, “El cojo bueno” de Rodrigo Rey Rosa y “Cruz de olvido” de Carlos Cortés. Ese tipo de novela negra también se está dando fuera de Centroamérica, pero tal vez en menos grado: “El Rey de la Habana” del cubano Pedro Juan Gutiérrez, “La Virgen de los Sicarios” del colombiano Fernando Vallejo y “Los trabajadores de la muerte” de la chilena Diamela Eltit.

¿Es valido el concepto de identidad en la narrativa actual latinoamericana?
En cuanto a la identidad nacional, el tema es anacrónico, lo que no impide que sea precisamente el tema principal de la novela de Julio Escoto. Remontando a La raza cósmica de José Vasconcelos, Escoto, en “Rey del albor. Madrugada”, la mejor novela hondureña de todos los tiempos, elogia el mestizaje frente al nuevo imperialismo económico, político y cultural de los Estados Unidos.

Pese a ser una región pequeña, uno de los problemas que se señalan en la Centroamérica es la falta de comunicación entre los pueblos, especialmente entre los autores. ¿Qué efecto cree que puede tener en el trabajo de los escritores?
Me parece que los autores centroamericanos de hoy día pueden competir con los autores de países más grandes gracias a las casas editoriales multinacionales. Hace cincuenta años, creo que Asturias fue el único novelista centroamericano cuyas obras fueron publicadas por una casa editorial extranjera con medios de divulgación. Hoy día, varios de los novelistas centroamericanos relativamente jóvenes han publicado sus novelas en casas editoriales internacionales, como Alfaguara, por ejemplo.

  • Manuel Bermúdez 
  • País
GuerrillerosImperialismSandinism
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