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El próximo 16 de setiembre se cumplirán 500 años de la llegada de Cristóbal Colón y su tripulación a lo que hoy conocemos como la isla Uvita en el atlántico costarricense.
Lo que encontraron los navegantes en tierra firme solo se conoce en forma fragmentada por relatos de terceros que se han perdido en el tiempo y una reconstrucción exacta es una tarea más que imposible.
Sin embargo, el esfuerzo de Ricardo Fernández Guardia por reconstruir el descubrimiento de Costa Rica sigue siendo un texto de referencia obligado para quienes por oficio o afición han hecho de la historia su pasión.
Compartimos con los lectores de Forja una síntesis del estudio del insigne historiador cuyo trabajo fue catalogado por Carlos Monge Alfaro en su momento como un trabajo pionero pues «ningún otro historiador había dado una imagen tan completa, lúcida y bien articulada de lo ocurrido a los pilotos, exploradores y conquistadores españoles que recorrieron nuestros litorales y luego penetraron en el centro del país».
Estas son algunas de las descripciones contenidas en «El descubrimiento y la conquista», obra de Ricardo Fernández Guardia que en 1975 reeditó la Editorial Costa Rica como parte de la «Biblioteca Patria» colección dirigida por el maestro Joaquín Gutiérrez Mangel.
«Diez años habían transcurrido ya desde la madrugada del 12 de octubre de 1492 en que la isla Guanahaní surgió del mar de las Tinieblas como aparición, diez años fecundos en nuevos descubrimientos: Haití, Cuba, Puerto Rico, Jamaica, la Martinica, Trinidad y muchas otras de las Antillas aparecieron sucesivamente ante las carabelas del audaz navegante…
(Cristóbal Colón) «Salió de Cádiz el 11 de mayo de 1502, llevando en su compañía a su hermano Bartolomé, a su hijo natural Fernando, niño de trece años, y ciento cuarenta hombres repartidos en las carabelas Capitana, Santiago de Palos, Vizcaína y la nao Gallega…
El 16 de septiembre perdió una lancha de la Vizcaína en la boca del río del Desastrei, así llamado por este motivo y continuando su exploración sin apartarse nunca de la costa, fondeó entre una isleta llamada Quiribrí y el pueblo de Cariaí en la tierra firme. De acuerdo con las distancias consignadas en el derrotero del escribano Diego de Porras, compañero del Almirante, es indudable que Cariaí se hallaba en territorio de Costa Rica…
Colón fondeó en Cariaí el domingo 18 de septiembre de 1502ii y dispuso permanecer eb esta ensenada algunos días para reparar los barcos y dar un respiro a sus compañeros que estaban muy enfermos y extenuados a causa de tantas y tan rudas fatigas. La hermosura de la tierra cubierta de espléndidos bosques, de altas y verdes montañas y frescos ríos; la amenidad de la isla Quiribrí, que el Almirante llamó La Huerta, porque según fray Bartolomé de Las Casas parecía ‘un vergel deleitable’, el aspecto de los naturales que andaban vestidos y con águilas de oro al cuello, los muchos animales raros que allí vieron, fueron otros tantos motivos de admiración para los descubridores.
Al divisar las naves, juntáronse los de Cariaí en la ribera de un río que pasaba junto a su puebloiii, en ademán hostil, armados de arcos, flechas, macanas y agudas varas de palmera. El Almirante mandó acercar algunos botes a tierra, pero sin que nadie desembarcase hasta que se tranquilizaran los naturales. Convencidos, estos de que no trataban de agredirlos, mudaron de actitud, y haciendo señales a los españoles para que viniesen a la playa, desplegaban al viento sus mantas de algodón, a guisa de banderas, para invitarles a entrar en tratos de comercio…
El 21 de septiembre, habiéndose arrimado nuevamente los botes a tierra, llegóse a ellos un viejo de aspecto respetable, llevando en la mano una bandera puesto en el extremo de una vara. Acompañábanle dos niñas de once y ocho años, muy ataviadas y con joyas de oro al cuello, a las que hizo entrar en uno de los botes, dando a entender después a los españoles con gestos que podían desembarcar sin miedo: y tanto insistió en ello que al fin se resolvieron los marinos a salir para hacer aguada…
Durante todo el tiempo que los españoles permanecieron en tierra, los indios no se movían manteniéndose a distancia para demostrarles sus intenciones pacíficas…
Reparados los navíos y provistos de todo lo que habían menester, determinó el Almirante continuar con su viaje; pero antes dispuso que volviese a tierra D. Bartolomé en compañía de algunos soldados a recorrer los pueblos para tener idea del país y de sus habitantes. El 2 de octubre visitó el Adelantado los palenques vecinos y en uno de ellos muy espacioso, de madera y cubierto de cañas, vio con sorpresa que tenían los indios sepulturas y dentro de ellas cuerpos embalsamados, envueltos en mantas de algodón con adornos de oro y sartas de cuentas. Tapando los sepulcros había tablas con esculturas que representaban hombre y animales.
Estas y otras habilidades de los de Cariaí hicieron que el Almirante formase muy buena opinión de estos indios, por lo que resolvió llevar a alguno consigo para que le sirviese de guía en aquella costa ..
Tenían estos indios los cabellos largos y trenzados, puestos en torno de la cabeza; las mujeres cortos. Cultivaban y sabían tejer el algodón del que hacían mantas y camisas sin mangas que eran su vestido… conocían el modo de trabajar el oro en forma de aguilillas que colgaban al cuello, y también la madera…
Después de permanecer diez y siete días en Cariaí, zarpó el Almirante el 5 de octubre en busca de Zorobaró, uno de los lugares que le había nombrado un viejo indio de la Guanaja como abundante en oro. Al día siguiente descubrió esta espléndida bahía que ha conservado su nombreiv…»
i Muy probablemente el río Rama en Nicaragua
ii Bartolomé de Las Casas da como fecha de la llegada de Colón el 25 de septiembre; pero el estudio de Cleto González Víquez (El Noticieron, No. 991, del 27 de septiembre de 1905), demuestra claramente que esto es un error.
iii El río Limón o Cieneguita a los que los indios de Talamanca llaman Queredí (Bernardo A gusto Thiel, Suplmento a la Gaceta No. 118 del 18 de noviembre de 1900).
iv Bahía del Almirante
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