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La peor actuación en cita premundialista

Hermes Navarro, máximo dirigente del fútbol costarricense: Sinsabores en Guatemala.

Hermes Navarro, máximo dirigente del fútbol costarricense: Sinsabores en Guatemala.
Un total de 180 minutos de juego sin anotar, tres goles en contra y dos derrotas al hilo  reflejaron en Quezaltenango, Guatemala, el peor  desempeño de un seleccionado sub-20 en los últimos 15 años, con miras a clasificar para un mundial juvenil.
El seleccionado costarricense, dirigido por  Juan Diego Quesada, cayó en el debut 0-1 ante Guatemala y despreció la clasificación para el mundial de 2003 en los Emiratos Árabes el pasado 10 de setiembre, cuando sucumbió 0-2 ante Honduras.
Frente al seleccionado chapín los juveniles lucieron lentos, sin ideas, como si nunca hubieran jugado juntos. Ante Honduras, los errores parecieron de bulto y junto  a la derrota en el debut quedó en evidencia que, a tan corta edad, a veces ya hacen falta  unas cuantas gotas de hormonas.
Los hondureños con su victoria 2- 0 mostraron a los expertos de la prensa deportiva local, esperanzados en una mejoría del seleccionado,  una caricatura de planteamiento defensivo  y una serie de bromas de mal gusto en lo que respecta a la delantera tica.
El  director técnico de estos muchachos llegó a Guatemala con la convicción de clasificar. Aún más: en declaraciones pocas horas antes del choque ante Honduras juró que » esta selección clasificará». No dijo cuándo, pero aseguró que aunque fuera en segundo lugar.
Quesada llegó con un elenco plagado de fogueos y estrellas.  Jairo Arrieta es un defensa ya consolidado en las lides, ni se diga la calidad de Carlos Johnson. La media cancha es de lujo: si no juega  Randall Azofeifa lo hace Carlos Picado, con destreza y llegada rápida hacia el marco rival. La parte ofensiva se la desearía cualquier seleccionado centroamericano, con virtuosos en el arte de batir redes. Basta revisar la banda izquierda donde Enrique Díaz, el hijo del inagotable ex jugador del Saprissa del mismo nombre, peleó la titularidad del rápido Kraesher Mooke.
Sin embargo, en Guatemala, los nombres no jugaron pensando quizá que la fama juega en las gramillas del istmo. En cambio bregaron  por la victoria 11 muchachos chapines y 11 catrachos que ganaron el partido antes de jugarse. Supieron explotar desde antes del pitazo inicial la soberbia del futbolista tico, sus complejos de superioridad arraigados en sus cabezas desde tempranas edades.
Valores políticos e ideológicos llevados a estereotipos que no valen un cinco cuando el deportista está en una cancha de fútbol, en un rectángulo de juego o calza un par de guantes de boxeo.
Si a eso se agrega la velocidad, la fuerza y el juego a presión que aplican los centroamericanos a los jugadores ticos para neutralizar sus potenciales deportivos, la eliminación del plantel de Juan Diego Quesada era cosa de esperar.
Honduras y Guatemala hicieron los méritos necesarios para enrumbarse  hacia un  mundial próximo que redundará en el corto plazo en más  roce internacional o fortalecimiento de su seleccionado mayor. Por el contrario,  el  seleccionado tico optó por la llegada por la puerta trasera. Un retorno distinto al marcado en años anteriores por  ex técnicos  de la talla de  «Melo» Quesada, Juan José Gámez, Carlos Watson o Luis Roberto Sibaja, quienes pusieron el fútbol juvenil en las gramillas mundialistas.
Resultados adversos suficientes como para que el presidente del Comité Ejecutivo de la federación, el empresario Hermes Navarro, empiece a pellizcarse y a exigir saldos positivos y eficiencia en cuanto  a  selecciones nacionales.
 

  • RAFAEL A. UGALDE
  • Deportes
Football
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