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Una antología inspiradora

A Beethoven le fue dado ser sordo

A Beethoven le fue dado ser sordo
Para que nos contara el lenguaje del Paraíso. León Blois «Pobres poemas», así se refiere el Dr. David Mejía Velilla a su obra recogida en la antología poética: Canto Continuo. El Dr. Mejía Velilla es un poeta colombiano, abogado, profesor universitario, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua así como miembro de Real Academia Española.  En Canto Continuo  se recogen veinte años de su producción poética, desde 1964 hasta 1985.
El primer hilo conductor es el lenguaje: sencillo, depurado, bien seleccionado. Allí demuestra su amplio conocimiento del idioma: no es rebuscado sino directo; transmite un mensaje claro y conciso.  Como él mismo aconseja en «Pequeño Eliot» -manual de las virtudes de los poetas y de los nuevos escritores-,se debe mantener siempre cerca el diccionario de la lengua.
El verso es simple y profundo, con palabras escogidas y exactas para encontrar el mensaje que buscan. Mejía Velilla es un poeta de la naturaleza, siempre están presentes elementos naturales y diarios para expresar sus sentimientos e imágenes.  Por ejemplo, la montaña es uno de los temas más recurrentes:  «Estoy de vuelta como en otra ocasión/Tal vez la montaña está de vuelta/ y he regresado al fin como la sabia a la antigua corteza». («Regreso a la Montaña», 49). 
Otras imágenes frecuentes son los árboles, las flores, las estaciones, los días, los colores, la noche y las estrellas. Otro hilo conductor es la muerte, no desde una forma fatalista, sino como el punto culminante de un proceso para el cual la vida misma ha sido una preparación: «los silencios se presentan con las cosas muertas/Y nos van dando muerte./Van llenándonos de muerte./Llega envuelta en silencios con estridencias./Resulta agresivamente silenciosa.» («Los silencios», 75). Canto Continuo es una larga conversación que el poeta hace consigo y con el lector.
Al mismo tiempo, él reflexiona y permite al lector adentrarse en su vida, en sus conocidos, en sus meditaciones, en sus golpes; abre al lector la posibilidad de descubrir su alma.  Para el autor, la poesía sólo puede surgir donde y cuando hay vida; su función es conocer las almas, escrutarlas, amarlas y consolarlas. La poesía está en la vida ordinaria: con una función redentora, como sosiego y paz; no para que adormezca, más bien con el papel de «oídos» y «ojos» y sobre todo descubridora del Paraíso Perdido.

  • Shirley Longan
  • Los Libros
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