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Alemania La izquierda se sostiene en Europa

La existencia de un discurso alternativo al estadounidense, parece quedar asegurada tras el triunfo de la izquierda en las elecciones alemanas.

La existencia de un discurso alternativo al estadounidense, parece quedar asegurada tras el triunfo de la izquierda en las elecciones alemanas.
El Canciller Schröeder y el opositor Stoiber se saludan durante la campaña.
Luego de las elecciones del pasado 22 de septiembre en Alemania, el socialdemócrata Gerhard Schröeder podrá renovar su mandato como Canciller, gracias en gran medida, al espectacular ascenso de sus socios de coalición: los Verdes.
El Partido Socialdemócrata (SPD), en el poder desde 1998, perdió algo de su caudal electoral y quedó en un empate técnico con la oposición conservadora de la Unión Demócrata Cristiana y la Unión Social Cristiana (CDU-CSU), cuyo candidato era el primer ministro del estado federado de Baviera: Edmundo Stoiber.
A pesar de esto, gracias a su coalición con los ecologistas del Ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, Schröeder obtuvo 306 de los 603 escaños que componen el Bundestag (parlamento federal), lo que le asegura su reelección a la cabeza del gobierno.
Estas elecciones fueron calificadas como las más reñidas en la historia de Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial y, marcaron una serie de hitos en el panorama político de ese país.
Además de la victoria rojiverde, los comicios evidenciaron el descalabro del Partido Liberal Democrático (FPD), — cuyo vicepresidente, Jürgen Möllemann, se dedicó durante la campaña a lanzar duros ataques contra Israel y las organizaciones judías alemanas –,  y por la casi virtual desaparición de los excomunistas del Partido Democrático Socialista (PDS), heredero del régimen de la antigua Alemania Oriental y de su ex dictador, Erick Honecker.

UNA VOZ ALTERNATIVA

En declaraciones a la prensa internacional, el locuaz Secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, acusó al Jefe de Gobierno alemán, Gerhard Schröeder, de haber «envenenado las relaciones» entre ambos países, debido a la oposición del ejecutivo de Berlín a una eventual guerra contra Irak.
De igual manera, no hubo felicitación por parte de la Casa Blanca a los socialdemócratas y sus socios verdes por haber ganado los comicios del domingo 22.
Nunca como hasta ahora, las relaciones de dos países que son aliados en el marco de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) y que comparten una silla en el G-7, habían atravesado por un momento tan difícil.
Y es que Schröeder no ha asumido una posición electoralista en torno a su opinión sobre lo que Washington pretende hacer en Irak.  En declaraciones posteriores a su triunfo, el Canciller aseveró que Alemania jamás participaría en una «aventura» militar contra el régimen de Bagdad.
Para el líder socialdemócrata, la intención del presidente George W. Bush con respecto a Irak no tiene nada que ver con el retorno de los inspectores de armas de Naciones Unidas y se resume en que, simplemente, Estados Unidos desea decapitar al gobierno de Saddam Husein.
Un paso más allá dio la Ministra de Justicia, Hertha Däubler-Gmelin, quien se vio forzada a decir que rechazaría cualquier cargo en el nuevo gobierno, luego de haber comparado la política guerrerista del presidente estadounidense con la de un tal «Adolfo, el nazi», que utilizaba los conflictos internacionales como una estrategia para ocultar los problemas domésticos.
Más allá del cruce de palabras, queda claro que la disidencia alemana a los planes estadounidenses tendrá un impacto importante en la posición que adopten otros aliados de Washington en el seno de la Unión Europea (UE).

SOBREVIVIENTES DEL 68

Tras la debacle de la izquierda en Francia, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en mayo pasado, parecía que la reciclada izquierda europea estaba condenada al estancamiento y la derrota.
Con la excepción de Suecia, — y las particularidades del laborismo en Gran Bretaña –, la izquierda ha sido despojada del poder sistemáticamente en todo el viejo continente.
La ola imparable de la derecha parecía que ahora cubriría a Alemania.  Antes de las inundaciones del verano y de la polémica por la guerra en Irak, Edmund Stoiber, candidato de la CDU-CSU, era virtualmente el Canciller electo.
Sin embargo, las últimas semanas de la campaña fueron determinantes.  El miedo a la derecha en la antigua Alemania oriental y su fracaso para gobernar en los estados del norte, le dieron una ventaja vital a Schröeder.
En esto también influyó que Stoiber proviene de Baviera, una región mayoritariamente católica, lo que generó recelo dentro de la mayoría protestante que habitan al norte del país.
Según algunos analistas, la suerte no hubiera sido la misma para los socialdemócratas si la candidata de la CDU-CSU hubiese sido la popular Angela Merkel.
Nativa de la ex Alemania comunista, Merkel se ha convertido en pocos años en la figura central de la nueva derecha germana post Helmut Khöl.
A pesar de sus posibilidades, la presidenta de la CDU decidió, por esta vez, cederle el espacio a Stoiber; algo que seguramente no se repetirá en la próxima oportunidad que tenga de ser la candidata a la Cancillería.
Al freno en la caída de los socialistas, se unió el espectacular ascenso de Los Verdes, que se convirtieron en la tercera fuerza política del parlamento alemán, luego del estrepitoso fracaso del FPD, un partido agotado y a punto de asumir posturas xenófobas y nacionalistas.
Joshcka Fischer, líder de Los Verdes y Ministro de Relaciones Exteriores, es, al igual que Schröeder, un hijo de la revolución social que vivió el mundo en 1968.
Sus ideales de juventud, — algo aplastados por la realidad de un milenio en el que el capitalismo tiene la primacía absoluta –, a veces afloran y hacen que ambos políticos conserven la idea de que el Estado debe asegurar el bienestar social del pueblo.
Así lo puso de manifiesto el Canciller cuando aseguró que, unido a la libertad de empresa y la expansión de mercados, debe ir el mejoramiento en las condiciones de vida de los más necesitados.
En una Alemania con la tasa más alta de desempleo de la post guerra y con una economía estancada, este tipo de discurso caló en un electorado que no parece ser crédulo ante las promesas de opulencia que acostumbra a hacer la derecha.
El ascenso de los ecologistas, sin embargo, obliga a Schröeder a concederles una mayor cuota de poder dentro del nuevo ejecutivo.  A pesar de la moderación de su líder, Joshcka Fischer, será difícil congeniar las políticas para reactivar la economía, con la defensa a ultranza de la naturaleza.
Convertida en el último bastión de la izquierda democrática, Alemania deberá demostrar que puede conducir a la UE hacia un nuevo rumbo económico y político.
Tarde o temprano, si llega a concretarse este golpe de timón, Europa deberá replantearse su alianza incondicional con un país que, la mayoría de las veces, desprecia la opinión de las demás naciones.
Lo que suceda en Irak en los próximos meses, seguramente definirá un nuevo orden mundial en el que Estados Unidos dejará ese papel protagónico que, con tanto gusto, ha asumido desde que los republicanos llegaron a la Casa Blanca.
Con un gobierno rojiverde en Alemania, — el país de más peso en la UE –, el cual defiende el protocolo de Kyoto sobre el calentamiento global, la creación del Tribunal Penal Internacional y la puesta en marcha de una fuerza militar europea al margen de la OTAN, Washington se verá obligado a buscar el consenso con sus aliados europeos y tendrá que abandonar el unilateralismo que caracteriza su política exterior, especialmente en puntos álgidos como la situación en el Medio Oriente e Irak.

  • Manuel D. Arias M. 
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