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Por primera vez, el Festival de Cartagena, el más antiguo de cine de América Latina (42 ediciones, sexto del mundo) realizó aparte su sección para niños y jóvenes. Así, salas y auditorios diseminados por la ciudad se vieron inundados de chiquillos curiosos que, provenientes en su mayoría de los arrabales que se alejan del mar, disfrutaron gratuitamente de la amplia y variada selección.
Además, un veterano cinefotógrafo -Jorge Cifuentes- ofreció el taller «Cómo hacer cortos» a tres docenas de entusiastas muchachos, los que luego conformaron uno de los dos jurados.
El de adultos lo presidió la bailarina Julie Belafonte (esposa del célebre músico y actor Harry Belafonte). También, lo integró la experta canadiense Jo Anne Blouin (dedicada a promover internacionalmente el audiovisual para los menores y sus aliados) y Ricardo Casas, quien desde la afamada Cinemateca Uruguaya dirige Divercine, otro logro encomiable para los chicos.
Gracias a la coyuntura de ejercer como traductor, pude apreciar de cerca el profesionalismo y la sensibilidad social de los expertos.
Los premios mayores se los llevaron la película sueca «Las chicas estrella» y la española «El rey de la granja». Los menores prefirieron «Los niños invisibles» de Lisandro Duque; nostálgico relato de cómo unos chiquillos sueñan con ser invisibles -¿quién no lo hizo a su edad?- para favorecer un amor secreto; cuenta de las peripecias que corren en el intento, de los jocosos malentendidos que se suceden, y del interesante cuadro de costumbres que aparece bajo la narración. Esta película venció a «La virgen de los sicarios» como mejor filme colombiano en la versión principal de marzo.
También, premiaron a «El señor conejo», cuyo confuso y reiterativo guión no me satisfizo. Su autora, Queen Yan, viajó desde Pekín a la tierra caribeña de las guayabas.
Asimismo, compitieron, la notable animación chilena «Ogú y Mampato en Rapa Nuí», largometrajes de India, México, Venezuela y «Password», valiosa reflexión crítica labrada a partir de la iniciativa moral de Ingo Niehaus, la que fue recibida por el público con aplausos y felicitaciones.
El programa de vídeo incluyó el hermoso y optimista documental «Longo Mai, la finca del Río Sonador», de Hüsseyin Akin, que produjimos el año pasado con la televisión suiza los del Centro de Cine.
Entre los cortos, sobresalió el iraní «Bahador», una estupenda moraleja, con ratones en dibujos animados, sobre el abuso de los poderosos y la eficaz rebelión de los humildes, quienes primero aprenden a vencer el miedo.
Realizado con poco dinero pero con mucho cariño, animado por el encuentro cotidiano de los artistas en el mágico Hotel Caribe y bajo las espléndidas murallas, este despliegue de historias en pantalla es un encomiable esfuerzo que debemos, a nuestra manera, imitar. De los niños se habla mucho pero se les ofrece poco. De los adultos requieren, más que retórica, entrega, como ésta.
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